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Cabecera El Jubilado Feliz

¡Más respeto, please!

Hace una semana me invitaron, con Ángela, una compañera de nuestro grupo de Yoga de la Risa, a dar una charla en un Centro de Día para Mayores cerca de Madrid.

Durante el trayecto, pregunté a la chofer que nos llevaba al centro, como se dirigían a los mayores. Como esperaba, me contestó que les llamaban abuelos como hacen en la mayoría de los centros.

Personalmente este etiquetamiento de las personas mayores me parece poco respetuoso. Pero en este caso parece que algunas veces se dirigen a ellos también como Usuarios lo que me gustó más aunque suena un poco burocrático. Ya no era un etiquetamiento paternalista sino una definición práctica.

Al llegar al centro nos organizaron mesas y sillas en corro para poder dar la charla. Nos esperaban unas 25 personas, en su mayoría mujeres, como suele ser. Se unieron dos chicos de unos 16/17 años de un colegio cercano que venían como voluntarios para acompañar a los mayores. Este detalle nos gustó mucho en favor del centro.

El personal del centro no nos dio una acogida muy cálida, a lo mejor porque nos consideraban como otros “abuelos” debido a nuestra edad. Yo 86 y mi compañera 82.

Cuando empezamos la charla, me chocó que las enfermeras ni siquiera nos miraron; charlaban entre si mientras repasaban unos papeles. Con el desarrollo de la charla, que era sobre autoestima, sentirse bien y alegría a cualquier edad, se dieron cuenta de que los participantes estaban encantados con lo que les decíamos y mostraban su entusiasmo y su interés con el tema. Entonces empezaron a escucharnos con más atención. Para ellas, ya éramos más que “abuelos”. Nos habíamos convertido en ”personas”.

La charla duró aproximadamente una hora. Lo pasamos muy bien, riéndonos juntos, y hubo participación de aprecio por todos los participantes. Al terminar nos aplaudieron y dijeron lo mucho que les había gustado y como les gustaría que volviéramos otras veces.

Los dos chicos, muy cariñosos y sonrientes, nos expresaron su aprecio y nos comentaron como lo les iba a ayudar en su propia percepción de la vida.

Cuando terminamos, el personal del centro les dijo a los participantes que fueran a moverse y a hacer pis si lo necesitaban. No me gustó en absoluto el tono de voz imperioso con el cual se dirigieron a ellos como si fueran niños pequeños.

Al marcharnos, yo continuaba molesto por el tono de voz con el cual el personal se había dirigido a la gente, aunque me daba cuenta que en algunos casos particulares podía no ser tan fácil organizarles para que respondieran a las instrucciones que se les daba.

Esta irritación me hizo pensar en cómo la falta de respeto en el tono de voz y actitud también se manifiesta en el caso de muchos familiares que cuidan a los mayores en su casa y puede causar frustración en la relación. Puede ocurrir entre parejas en su vida diaria cuando uno de ellos no oye o no comprende muy bien o no responde a las expectativas del otro o tiene problemas de movilidad.

A raíz de esta experiencia, acordamos con mi mujer formas como podemos estar más alerta cuando caemos en una falta de respeto mutuo de cualquier tipo, sea palabra, tono de voz o incluso expresión de la cara.

Cada vez me doy más cuenta que el respeto mutuo en las relaciones entre personas de cualquier edad y condición es un elemento básico y hay que prestarle la mayor atención para hacerlo posible en todos los contextos y situaciones de convivencia.

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