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La abdicación


Últimamente se está hablando y especulando mucho sobre la conveniencia o no de que el Rey Juan Carlos abdique a favor de su hijo, el Príncipe Felipe.

Parece evidente el deterioro físico que el rey Juan Carlos padece. Pasar ¡siete veces! por el quirófano durante los dos últimos años y teniendo ya 75,  no parecen las mejores  credenciales  sobre la salud del monarca.

Sin olvidar, como cuestión de gran importancia, que evidentemente su mayor limitación procede de la falta de fuerzas para caminar y/o estar de pie durante largo tiempo. Cuando precisamente el desarrollo de sus funciones representativas requieren mucho de ese esfuerzo prolongado: viajes, recepciones, no digamos si de actos castrenses se trata. Su trabajo no es de despacho mayormente, sino de presencia y movimiento.

Tampoco es para echar en saco roto que el heredero tenga ya una  edad más que adecuada para poder desempeñar la Corona con solvencia. Cuarenta y cinco años acreditan madurez más que suficiente. Y ha llevado a cabo, con éxito, multitud de representaciones al más alto nivel tanto de España como de su propio padre.

Desde el punto de vista militar, por ejemplo, cuando Juan Carlos accedió al trono tenía el grado de Capitán. Su hijo tiene alcanzado ya el de Teniente Coronel (y a punto de ser ascendido a Coronel). La diferencia aquí también parece jugar muy a favor del heredero.

Sin mucha base, los que se decantan por la no abdicación del Rey parecen como temer a un no deseado estado de inestabilidad en la propia Institución monárquica y por ende de la propia España. Nada más lejos de la realidad, entiendo yo.

No se trataría de poner en cuestión la Monarquía ni de hacer ningún referéndum sobre Monarquía o República. Precisamente la vigente Constitución ya tiene prevista  la continuidad dinástica como algo de lo más natural en caso de abdicación.

Como en la vida familiar sucede (y la Monarquía no deja de ser un sistema puramente familiar), un buen padre de familia debe tener claro cuándo deja de ser prioritariamente padre, para pasar a ser abuelo…

Y aunque sea por motivos de (falta de) salud en los que habría de basarse una abdicación, tampoco es desechable el alto grado de malestar que las últimas “corinneras” correrías de Juan Carlos han causado en la población. Ya se que tiene mucho crédito bien ganado a lo largo de su dilatado reinado con grandes éxitos a favor de nuestro País.

Pero la confianza hay que ganarla…y saberla mantener. El Príncipe Felipe la tiene…y la mantiene.

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