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La ITV sanitaria

A ciertas edades, meterse en una consulta médica para una revisión es como entrar en un laberinto sin salida…

A mis 66 años me siento bastante bien de salud. Naturalmente que no voy a ir a ningunos Juegos Olímpicos, así que para el ritmo de vida que llevo (jubilado) no me siento como digo nada mal.

Alguna cosilla sí que se nota: algo de tos mañanera, esporádicos dolorcillos de espalda; nada fuera de lo “normal” para un fumador consumado y alguna cervecilla de más en las ocasiones.

Pero, tengo la suerte (o desgracia) de estar casado con una profesional de la medicina. En consecuencia, me “persigue” erre que erre con que me haga ciertas revisiones periódicas “por si acaso”. Algo así como la ITV sanitaria. Y para “tener la fiesta en paz”, le hice caso y… maldita la hora en que se lo hice. Ahí empezó mi calvario…

Como es de rigor, la primera cita fue con la médica de cabecera. Solícita ella, me manda análisis de sangre y orina. Madrugón y ayuno reglamentario y cuando apenas termino de volver a casa a “reponer fuerzas”, recibo una llamadita telefónica comunicándome que debo volver al día siguiente a repetir el de sangre, sin darme explicación alguna.

Juro en arameo, pues no es de mi gusto salir en ayunas a la calle. Naturalmente no recojo orina alguna para muestra. Y mientras espero mi turno, para más inri, vuelvo a orinar en el propio Centro de Salud. Y hete ahí que cuando entro para la extracción sanguínea me dicen que también hay que repetir el de orina. De nuevo a miccionar (forzando) y a jugar de paso al tiro al blanco (para no verter fuera del frasquito). En fin…

El resultado de las pruebas, correcto en general. Aunque hay una pequeñísima muestra de sangre en orina (milimétrica). Tan milimétrica que por más que miro y remiro el frasquito no encuentro la más mínima gotita roja que valga. Conocedora mi medica del compañerismo de mi mujer, me manda repetirlas otra vez. Sigo jurando en arameo y las repito. Aunque esta vez hay más suerte y no tengo que hacerlo dos veces. ¡Basta con una!…

Como me vuelve a dar esa milimétrica cantidad, me envía “por si acaso” al urólogo. Éste, a pesar de no dar ninguna importancia a la “milimétrica”, informado de la “complicidad” profesional de mi mujer, me manda sendas pruebas clínicas. Dos citas con otros tantos especialistas, que sumadas a sus dos consultas, sumarán un total de cuatro. Con las tres de la médica de cabecera, ya vamos por ¡SIETE! consultas. Pero ahí no acaba la cosa…

Como hay esa tosecilla mañanera, también es aconsejable pasar por el neumólogo. “Naturalmente” (para ellos siempre todo este follón de citas y consultas es “natural”), me prescribe sendas pruebas radiológicas y demás especialidades. Total, otras CUATRO consultas, que sumadas a las siete anteriores van dando un resultado de ¡ONCE!. Y eso que estoy muy bien y no tengo nada grave…

Total tres mesecillos de nada pasados de consulta en consulta…

Conclusión, he llegado a las siguientes resoluciones:

1) Ocultaré a cualquier profesional de la Sanidad que mi mujer es del gremio.

2) Cancelar la cita pendiente con el Oculista para la revisión (aunque siga sin verlo claro…).

3) Nunca jamás volveré a comentar que tengo un dolorcillo de espalda.

4) Si me viene la tosecilla, bajaré a la calle a toser, para que no se note.

5) Dejaré de fumar.

6) Dejaré de tomar cerveza (excepto en los partidos de mi Atleti…).

7) No volveré conscientemente nunca jamás a pisar un Centro de Salud.

8) Cuando lo haga, me tendrán que llevar en camilla y sedado.

9) Consecuentemente, nunca jamás volveré a hacerme una ITV sanitaria.

10) Directamente, que me lleven al “desguace”.

He dicho.

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