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Premios y castigos

Estas son unas breves referencias para nuestros hijos, desde la experiencia de la vida. ¿Por qué no a los castigos?.

Las consecuencias hacen que tu hijo forme parte de la solución, que asimile su error, anticipe los resultados de un mal comportamiento y que obre en consecuencia. Con las consecuencias se desarrolla la autodisciplina y el criterio necesario para tomar decisiones.

El concepto “castigo” debería eliminarse de vuestro repertorio de técnicas persuasivas con vuestros hijos. Creo firmemente que los niños no aprenden nada positivo con ellos. Los castigos disfrazados de disciplina son estériles y solo sirven para cosechar resentimiento y odio hacia el padre o la madre. No ayudan al niño a reflexionar sobre su comportamiento ya que éste está emocionalmente tan ocupado culpando a los padres de su conducta que pierde la oportunidad de aprender de su error. Ahí van algunos ejemplos:

Clara. 5 años. Ha vuelto otra vez del colegio sin su mochila.
Incorrecto:” ¡Otra vez! ¡Ya está bien! Estoy muy enfadada contigo. Esta noche te irás a la cama sin cuento y mañana no te traeré merienda si no vuelves con la mochila”.

Evidentemente, Clara se siente fatal y en lugar de centrar sus reflexiones sobre la mochila, centra sus sentimientos hacía su madre, que la amenaza con consecuencias terribles para ella. La oportunidad de aprender pasa inútilmente.

Correcto: “Clara, esto no puede volver a pasar. Es necesario que traigas tu mochila cada viernes porque yo tengo que lavar la bata sucia, sino no la tendrás limpia el lunes. Te pondré un lacito rojo en la muñeca cada viernes para que te acuerdes. Si a pesar de eso la olvidas, tendrás que ponerte la bata sucia durante toda la semana siguiente”.

¿Son las consecuencias una forma delicada de hablar de castigos? ¿No es el mismo concepto?.

En absoluto. Los castigos hacen que tu hijo se estanque en el problema, que se sienta mal, que proyecte su culpa en el acusador y que tienda a comportarse de la misma forma en situaciones parecidas: por miedo, por rencor, por rutina, etc. Tras el castigo, en muchas ocasiones, se esconde la actitud de “darle una lección a este niño; así aprenderá”. Va íntimamente ligado a nuestra rabia, a nuestra impotencia por hacerle cambiar, a nuestra frustración. Tu hijo, enfadado y con rencor, no aprende/quiere cambiar su comportamiento.

Las consecuencias hacen que tu hijo forme parte de la solución, que asimile su error, anticipe los resultados de un mal comportamiento y que obre en consecuencia. Con las consecuencias se desarrolla la autodisciplina y el criterio necesario para tomar decisiones acertadas.

Hay, pues, muuuuucha diferencia y es muy importante que, tenga la edad que tenga tu hijo, comiences a aplicar este cambio de mentalidad. Prueba a  desterrar los castigos de tu casa durante una temporada. Olvídate de las amenazas, de los chantajes y de los gritos. Ponte un objetivo para los próximos 7 días: “sustituiré los castigos por consecuencias”.

Castigos y consecuencias no son lo mismo. ¿En qué se diferencian?
Sencillamente, las consecuencias enseñan a los hijos a hacerse responsables de sus elecciones y su conducta. Los castigos evitan una conducta por imposición del adulto, por miedo y amenazas y no porque vuestros hijos hayan comprendido lo incorrecto de su conducta.

Pablo. 7 años. Sabe que no debe llenar de agua el suelo del baño cada vez que se ducha. Sin embargo, lo ha hecho.
Castigo: No verá la tele el resto de la tarde o se quedará sin el cuento de la noche.
Consecuencia: Deberá coger los utensilios necesarios para recoger el agua y dejar el baño en las mismas condiciones como las encontró.

Juan. 8 años. Sabe que no se debe “salpicar” en el suelo del baño cuando va a orinar.
Castigo: Cada vez que ensucia el water, sus padres le amenazan diciéndole que le van a poner un pañal de bebé. En alguna ocasión se lo han puesto.
Consecuencia: Cada vez que ensucia el water con su orina, tiene que limpiarlo

Maria. 10 años. Tarda cada día más de una hora en cenar.
Castigo: Se va a la cama sin acabar de cenar. Casi nunca toma el postre o se lo acaba en el cuarto de baño.
Consecuencias: Al cabo del tiempo estipulado, se le retira la comida y se guarda en la nevera para comerla al día siguiente.

Enrique. 12 años. Jugando con el mando a distancia de la televisión, se le ha caído y lo ha roto.
Castigo: No podrá ver la televisión durante una semana.
Consecuencia: Tendrá que comprar con su dinero un mando a distancia nuevo.

Ana. 14 años. No puede hacer llamadas de teléfono a sus amigas a partir de las 22,00h, durante la semana. Incumple la norma.
Castigo: No podrá salir con sus amigas el sábado siguiente.
Consecuencia: Pierde el privilegio de llamar por teléfono durante una semana.

Sara. 16 años. Nunca tira la ropa sucia en la cesta correspondiente.
Castigo: Se quedará sin comprarse el pantalón que tanta ilusión le hacía ya que no cuida la ropa.
Consecuencia: No se le lavará aquella ropa sucia que no se coloque en el sitio estipulado para ello. Posiblemente en poco tiempo se quedará sin ropa que ponerse

¿El secreto de una consecuencia eficaz?.
No añadir ningún tipo de comentario. Evitar reproches, ironías y humillaciones. La consecuencia es suficientemente clara.

Y así, suma y sigue…

 

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