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Sólo es viejo quien se queda sin proyectos


La frase no es mía. Es de Eusebio Ferrer, un buen amigo y mejor escritor que publicó una magnífica biografía sobre el gran Papa Juan Pablo II (Editorial Descleé de Brouwer). La magnífica obra está entroncada año a año del largo pontificado de aquél inolvidable Pontífice y encabeza el capítulo correspondiente al de 1999, último del siglo XX, justo cuando Juan Pablo II estaba a punto de entrar en el octogenario de su vida.

Con motivo del anuncio de su beatificación (prevista para el próximo 1 de Mayo) he repasado algunas reflexiones del Papa polaco contenidas en la menionada obra, premonitorias muchas de ellas de lo que ha venido a acontecer en el primer decenio del siglo XXI. Veamos.


En Septiembre emprendió un viaje a Eslovenia y desde allí condenó los nacionalismos “miopes” y excarcerbados”, causa muchas veces de terribles limpiezas étnicas. Para limar cualquier atisbo de injerencia política, añadía el recordado Papa que “los sacerdotes deben evitar meterse en política, por no ser compatible con su vocación sacerdotal”. Pero como observador de la política internacional, lo certero de su aserto resultaba premonitorio cien por cien…


Como mensaje subliminal con el que hacer frente a los ataques que la Jerarquía Católica sufría (y sufre) de ser considerada como anti feminista, proclamó no a una, sino a tres mujeres como Patronas de Europa: la judía Edith Stein, la italiana Catalina de Siena y la reina Brígida de Suecia. La misoginia quedaba fuera del actuar de esa Jerarquía representada por su máxima autoridad.


El laicismo que comenzaba a arrasar en el Viejo Continente tuvo por parte de Juan Pablo II su contraréplica mediante el acuerdo firmado con la Federacion Luterana Mundial.” Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa” decía con fuerza el octogenario Pontícife. La unión de las Iglesias Cristianas no dejó de ocupar nunca un lugar preferente en su dilatada existencia.


Como peregrino de la Paz que fué, en aquél año se desplazó a la India y en el mausoleo de Ganhi escribió en el Libro de Honor un frase del propio pacifista hindú que denotaba una vez más su estilo diplomático: “Una cultura excluyente no puede progresar”. Certera y exacta definición de lo que años después algunos, equivocadamente, pasaron a denominar “Alianza de civilizaciones”. Y para remachar su convencimiento de la universalidad de la cultura religiosa, recordaba en la propia nación india que fué en Asia donde nació el fundador del propio Cristianismo…


En su amplio periplo viajero de 1999, al visitar Georgia (la primera Nación excindida de la antigua URSS) recordó que los Estados estaban obligados a defender la libertad religiosa. Sin poner cortapisa alguna a celebraciones y muestras de religiosidad. (Años después en nuestra querida España comenzaba una feroz campaña en contra del uso del Crucifijo como máximo símbolo de exaltación cristiana…).


Su constante lucha a favor de la abolición de la pena de muerte tuvo en aquél 1999 su máximo exponente en la preparación del Año Jubilar que tendría lugar en el siguiente año 2.000 y expresamente Juan Pablo II exhortaba a todos los líderes políticos mundiales a que lucharan por su abolición,pues se trata,decía el inolvidable Juan Pablo II, de “una manifestación más de la vida”…


Releyendo estas reflexionaes se demuestra la consistencia del título que las encabeza. Sólo podrá ser considerado alguien viejo, caduco, si se queda sin proyectos. Mientras hay proyectos (vida), hay esperanza…

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