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Cabecera El Jubilado Feliz

88 años ya no cuentan

El otro día en el bar del supermercado mientras tomaba un café, entró un señor muy mayor con la sonrisa de una persona que se siente bien consigo mismo. Me vino la tentación de preguntarle cuantos años tenía y lo hice. Me contestó diciéndome que adivinara yo mismo su edad  (yo pensaba que sobre los cien). Para no meter la pata, le dije que no tenía ni idea. Él, con aire modesto, dijo que tenía noventa y dos y medio.

Una señora de entre el público lanzó una exclamación de sorpresa y aprecio. Nadie me preguntó a mi cuantos años tenía y me quedé un poco cortado, ya que estoy acostumbrado de que la gente se interese enseguida en preguntármelo y me dan cumplidos por lo bien que estoy.

Por fin otra señora me preguntó mi edad y la informé. Silencio al respeto en el bar. Mis ochenta y ocho no eran suficientes para llamar la atención y me sentí un poco ignorado.

Mientras tanto el interés para mi contrincante aumentaba y la gente le hacía preguntas sobre cómo había conseguido envejecer tan bien. Nadie me preguntó a mí y me di cuenta que ochenta y ocho no es nada comparado con noventa y dos y medio. Solo hay una diferencia de cuatro años y medio, pero no contaban para llamar la atención.

Terminé mi café, felicité al anciano y me marché.

Fue una buena lección de modestia. Me di cuenta que con mi edad ya no podía presumir de mayor.

Si quieres conocer más sobre nuestro bloguer y experto en felicidad, Franco Voli, pincha aquí.

Foto: Imagen extraida del blog de Franco Voli

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