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Cabecera El Jubilado Feliz

Autosabotaje

A lo largo de nuestra vida, nos hemos formado un mecanismo de defensa o de supervivencia, como escudo contra dificultades internas y externas que nos pueden hacer sentir mal.
 
Esto nos impide ver las posibilidades que tenemos de sentirnos bien y, en lugar de buscar soluciones en este sentido, demasiado a menudo, nos dedicamos a sabotear estas mismas posibilidades de bienestar para nosotros mismos.
 
Así intentamos evitar por todos los medios, tomar cartas para revisar nuestro programa interior de búsqueda de bienestar y bloqueamos el proceso de crear para nosotros una nueva programación  para el cambio.

Todos tenemos una cierta tendencia a auto-sabotearnos en   la búsqueda de los cambios que necesitamos hacer para sentirnos cómodos con nosotros mismos. Esta actitud nos impide definir y reconocer nuestra zona personal “de confort”.
 
Personalmente , por ejemplo, cuando tenía la necesidad de gastar algún dinero demás de lo que había presupuestado para darme el gusto de algo extravagante que me permitiera superar unos momentos de depresión, en lugar de aceptar esta posibilidad, ya que me lo podía permitir, no conseguía disfrutar plenamente de la adquisición, acusándome a mi mismo de malgastar. Me sentía culpable y, en lugar de sentirme bien y disfrutar de lo que había  adquirido, acababa sintiéndome mal.

Lo mismo me pasaba desde el lado afectivo. Limitaba mis manifestaciones de cariño con personas queridas, pensando que se me iba a juzgar como un sentimental, blandengue, interesado y más cosas que, dentro de las pautas educativa que había recibido, había aprendido a considerar negativamente.
 
Me daba cuenta de las oportunidades que iba teníendo de romper estos hábitos y costumbres y, sin embargo, la idea de llevar a cabo un cambio me resultaba amenazante y me costaba mucho decidirme a empezar a trabajar el tema.
 
Solo cuando empecé a  enfocar la perspectiva de la búsqueda del sentirme bien como persona y como objetivo inmediato, empecé a darme cuenta de la importancia de cambiar de enfoque para conseguir resultados. En lugar de fijarme en lo difícil de una tarea y justificar mi inacción con varias excusas, empecé a  conectar con el hecho de lo placentero que podían ser los resultados para mi. Esto me hacía sentir bien de antemano y me abría a la acción.
 
Por ejemplo, enfocando el mensaje que me enviaba a mí mismo sobre la forma como me quería sentir, me daba el permiso de acariciar, abrazar las personas que quería y expresar libremente mi afecto y consideración. Haciéndolo, me fijaba en como me sentía y esto mejoraba todavía más mi sensación de satisfacción.
 
Me fui dando cuenta de que los demás en lugar de criticarme por lo que hacía,  me respondían también con afecto y esto tenía efectos multiplicadores en nuestras relaciones mutuas.
 
Esto me impulsó a enviar mensajes de cariño a mi subconsciente. Lo hacía de forma repetitiva y con respecto a mi mismo y a los demás.  De esta forma pude asumir mis nuevas posturas afectivas sustituyendo mis anteriores referentes de miedo a la crítica y al sentirme mal y a la falta de costumbre a otros que me instaban a exteriorizar  mis manifestaciones afectivas.

El querer y buscar  sentirme bien me permitió reprogramar el valor de mis zonas de confort personales y de ir elevándolas en mis relaciones intra e interpersonales. Me motivé a conseguir una nueva perspectiva de la realidad buscando y reconociendo lo que podía ser lo mejor para mí para llevarlo a la practica.
 
Poco a poco llegué a sentirme cómodo en  muchas situaciones en que anteriormente me hubiera asustado o sentido insuficiente y limitado.  Empecé a confiar en mi creatividad y a buscar soluciones en gran parte de mi vida en lugar de fijarme en los problemas.

Sentirme a gusto con mi situación emocional y darme cuenta de ello me permitió  activar la secreción de endorfinas y otras hormonas del bienestar. Estas por su carácter inmunológico influyeron en mi bienestar físico además que psicológico. Ya podía activar sin riesgo la secreción de adrenalina lo que elevó considerablemente mi capacidad de acción.
 
Estas consecuencias del actuar para sentirse bien y desde el sentirse bien consigo mismo y con los demás se fueron extendiendo desde la motivación racional a una relevancia emocional que me permitió asumir su eficacia en mi propia vida.

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