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Cabecera El Jubilado Feliz

¿Quién ayuda al cuidador de su ser querido?

Durante muchos años cuando mi mujer se reunía para comer con sus amigas una vez al mes, yo solía almorzar por mi cuenta con algunos de mis amigos. A menudo me encantaba hacerlo con Luis.

En un momento dado yo empecé a notar algo extraño en Luis. Me llamaba, y no recordaba la llamada ya hecha y volvía a llamar. A veces, llamaba hasta 3 ó 4 veces seguidas. Algo evidentemente no funcionaba.

Un día me llamó un hijo suyo y me dijo que su padre ya no sabía utilizar el teléfono y que no estaba bien.

Ya sospechaba que Luis estaba desarrollando algo como Alzheimer y efectivamente al hablar con su mujer, Beatriz, ella me lo confirmó. Había decaído muy rápidamente y como ya no podía caminar, ella había decidido ingresarle en una residencia cerca de casa.

Fui a hablar con el personal de la residencia y me dijeron que le podía visitar a la hora de la comida cuando su mujer le daba de comer.

Fui, hablé con ella y vi la tristeza de la situación. Luis no me reconoció. Me miró como diciendo, “¿quién es el tío éste?”. Beatriz le dijo mi nombre varias veces, y que había ido a verle, pero no me reconoció en absoluto. Intenté decirle algunas cosas, pero él parecía que no me escuchara y que no me hubiera visto nunca. También la dinámica de la comida me parecía triste, como la de un niño pequeño. Su mujer le daba la comida con un tenedor y él no rechistaba.

Me sentí mal de ver a mi amigo en estas condiciones. Este hombre había sido el director de una empresa importante, padre de familia y abuelo, y ahora dependía en todo de los cuidadores, de su mujer en primer lugar, aunque ella había contratado un hombre para ayudarle y llevarle de paseo mañana y tarde.

Me sentí muy cercano y comprensivo con la esposa de Luis. Beatriz había asumido el peso de la nueva situación. Su vida de pronto se había transformado en la de una acompañante en el nuevo mundo en que había entrado su marido, el mundo del Alzheimer. Sus hijos ayudaban en lo que podían, pero vivían fuera y tenían sus propias preocupaciones.

En el caso de Luis y Beatriz, había fondos para una residencia y también para un cuidador externo. Me marché de la residencia pensando en todas las personas que, al no tener los medios, se ven obligadas a asumir la situación de una demencia solas y sin ayuda.

Me gustaría conocer vuestros pensamientos y experiencias sobre el tema y que me mandéis comentarios de cómo pensáis se puede aportar nuestro granito de arena para apoyar a estas personas.

Por mi parte, junto con mi mujer, pensamos dedicar tiempo para acompañar a Beatriz para que no se sienta tan sola.

Gracias por la colaboración y un fuerte abrazo.

 

Foto: Google Imágenes

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