;
LinkedIn YouTube
Cabecera El Jubilado Feliz

Un amigo en la cárcel

Hace unos días, con mi mujer fuimos a visitar un amigo en el Centro Penitenciario Madrid V Soto Del Real.

Hicimos los trámites necesarios (comprobación de DNI, impresión dactilar, foto) y el personal de la prisión nos ayudó muy amablemente con los detalles. Antes de entrar a la sala de espera, pasamos por un puesto de control como en el aeropuerto. Fuera chaquetas, cinturones, relojes, joyería, zapatos. No estaba permitido pasar absolutamente nada que no fueran las llaves del coche. Ni un bolígrafo.

Después de media hora, junto con otras 30 personas que estaban esperando, pasamos por un patio donde en ambos lados se alzaban dos altos cercados de alambre de espino separados entre sí por una especie de tierra de nadie. Imposible escapar de allí. Después del ambiente relajado entre los visitantes en la sala de espera, se fue cerniendo sobre nosotros la dura realidad de que esto era una cárcel con todo lo que esto significa.

La primera impresión al entrar en el salón de visitas era justo como se ve en las películas: una gran sala con pequeños cubículos con un cristal en medio separando reclusos de visitantes. Vimos cómo cada visitante fue buscando la persona que quería visitar.

Nosotros encontramos a nuestro amigo en un cubículo al final del salón, esperándonos de pie, sonriente, erguido y expectante, con un micrófono en la mano para poder hablarnos. Al verle, nos sobrecogió la emoción. Pusimos nuestras manos contra el cristal juntándolas con las suyas como si nos tocáramos.

Me encantó verle tan bien a pesar de estar en la cárcel y en espera de un juicio complicado y se lo dije. Me dio las gracias y nos comentó que mostrarse tenso y deprimido con los amigos que le visitaban no iba a servirle de nada. Lo que le pasaba era algo que había causado él mismo y ahora tenía que esperar que la justicia actuara.

Había sido arrestado por solicitud de la Interpol y estaba esperando que le devolvieran a su país para juzgarle. Todavía no sabía cuándo iban a hacerlo y la incertidumbre sobre su futuro era lo más duro para él. Mientras tanto, había decidido vivir su vida de recluso lo mejor que podía. Nos contó que se prestaba para ayudar a los presos que no sabían escribir, redactándoles cartas a sus familiares. Se ofrecía como intérprete para los presos que no hablaban español. Ayudaba en la biblioteca. Colaboraba con varias ONG en los grupos que organizaban. Siempre estaba disponible para ayudar en lo que fuera y esto le hacía sentirse mejor.

Nos impresionó este magnífico ejemplo de lo que puede hacer una actitud positiva en cualquier situación en que nos encontramos en la vida, incluso en la cárcel.

Al terminar los 40 minutos de visita nos avisaron (tres minutos antes) y, a la hora exacta, se pararon los micrófonos. Nos dimos un abrazo virtual y volvimos a juntar las manos en gesto de despedida a través del cristal. Mientras salíamos fuimos saludándole hasta que pudimos verle y él hizo lo mismo.

Nos marchamos con pesar pero reflexionando que, como en el caso de nuestro amigo, entre los presos tiene que haber un gran número de personas muy valiosas a las cuales es importante dar la posibilidad de volver a rehacer su vida y volver a empezar de forma muy distinta. Las mismas relaciones entre presos pueden ser una forma de hacerlo posible.

Castigar deja resentimiento y dificultades de reinserción pero aprender a vivir y crecer para hacerlo mejor es una posibilidad que los presos pueden escoger y poner en práctica al interior de las cárceles. En el caso de nuestro amigo, él había entrado en este largo de onda y estaba plenamente dispuesto a hacerlo de la mejor forma a la primera ocasión.

Foto: Google Imágenes

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>