Hace algunos años en San Francisco hubo una convención de miembros de la organización Mensa. Esta es una organización nacional de personas creativas con una media de 140 de nivel medio de inteligencia.
Algunos de los miembros fueron a un restaurante para almorzar. Cuando se sentaron a la mesa, uno de ellos descubrió que las botellitas de la sal y la pimienta estaban equivocadas. La que ponía pimienta tenía sal y la que ponía sal tenía pimienta. El grupo, siempre alerta para encontrar soluciones, discutieron lo que se podía hacer, en este caso, para cambiar el contenido de las botellas evitando la confusión.
Sus mentes capaces y brillantes salieron con una solución que necesitaba de unas servilletas, un vaso vacío y una cuerdecita. Llamaron a la camarera preparados para sorprenderla con su solución.
”Señora”, le dijeron, ”hemos notado que la botella que indica pimienta contiene sal y la que indica sal contiene pimienta”. La camarera les escuchó y antes de que terminaran les dijo que lo sentía mucho e inclinándose sobre la mesa abrió las botellitas e intercambió los tapones.
Entre los miembros del grupo hubo un silencio.
Luego le dieron las gracias a la camarera y la felicitaron por su rápida solución.
Esta historia me hizo pensar en cómo las personas y la sociedad incluyéndome a mí mismo, a menudo nos complicamos la vida creándonos dificultades por pequeños problemas e inventando soluciones complicadas cuando se requiere algo sencillo.
Creo que es una interesante reflexión de la cual todos podemos aprender en nuestro día a día. Empezamos con la idiotez del sector público: políticos, técnicos y administrativos. Esperamos que nos den soluciones y, a veces, nos sorprenden con propuestas y decisiones que no hacen nada más que complicarnos la vida.
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