Le pedí a una participante del grupo de Yoga de la risa, que me escribiera un testimonio y me entregó lo siguiente…
Empecé a asistir a las clases de riso-terapia en el año 2007 año en que falleció mi madre y yo me encontraba en un estado anímico muy malo.
Éstas clases me animaron mucho pues me encontré con unas compañeras fabulosas; cuando les veía en la calle, algo que era muy habitual, me alegraba mucho pues el reír hace que te sientas muy a gusto con la persona con la que te abres a carcajear.
Al cabo de estos cincos años transcurridos he notado que la autoestima que siento por mi misma ha aumentado mucho y me siento más libre, independiente y muy capaz de resolver los problemas que la vida me plantea.
En las clases, además de reírnos en grupo, hablamos de nosotros y de cómo sentirnos bien depende de nosotros en primer lugar, bailamos, leemos bonito papeles de motivación y también contamos chistes.
A mi bailar me encanta pero tenía un problema y es que, para hacerlo, necesitaba una pareja. Hablé con mi profesor Franco Voli y me recomendó que me acostumbrara a bailar sola sin pareja cuando tenía gana de hacerlo (yo tenía la idea de que bailando yo sola lo pasaba bien pero si bailaba con una pareja lo pasaría mejor).
Efectivamente así empecé a hacerlo y ahora, cuando voy de vacaciones con el Imserso, con el que suelo hacer dos o tres viajes al año, voy a bailar todas las noches. Bailo siempre sola y, aunque hacer esto ya es muy normal, no lo es tanto bailar sola un pasodoble o un tango. Pues bien yo lo hago y, si es necesario, y hace calor, me acompaño con mi abanico que me da un y airecito que da gusto. Si alguna persona , ya sea del sexo masculino o femenino, me invita a bailar, le digo que bailo sola pero que no tengo inconvenientes en que bailen, si quieren, a mi alrededor. Siento el placer de bailar y esto es magnífico.
Recuerdo que en un principio, y antes de empezar con la riso-terapia, iba por la calle seria con las mandíbulas apretadas. Ahora me doy cuenta que llevo siempre una media sonrisa y lo atribuyo a la satisfacción que siento pues la risa, los juegos, el compañerismo y la alegría de vivir me dan un expresión que se refleja en mi rostro. Ya no necesito bailar con pareja y disfruto mucho, pero que muy mucho, con el baile. Siento el placer de bailar y de reírme cuando quiero y lo necesito y esto es magnífico.
No le voy a añadir nada a este testimonio y le agradezco a Adela que lo haya escrito. Creo que puede animar a más gente a unirse a grupos para reírse más y bailar más desde la consciencia de que si queremos podemos hacerlo y nos acostumbramos a disfrutar más en nuestra vida. Es una forma excelente para mantenernos más jóvenes y activos. Decidimos sentirnos a gusto con nosotros mismos y con los demás y actuamos para conseguirlo.