Ser mayores es un hecho. Es cuestión de aceptar que tenemos unos cuantos años vividos y experienciados y unos cuantos más por vivir y disfrutar si entramos en este largo de onda…
A este punto, cuando ya nos hemos jubilado o estamos proximos a hacerlo, ya no nos interesa aguantar habitos, situaciones o comportamientos que no nos hacen sentir cómodos.
Necesitamos revisarlos y hacer borrón y cuenta nueva. Nuestra vida ha cambiado o va a cambiar de forma relevante. Por lo tanto, ya que hay cambios, ¿por qué no dirigirlos hacia un nuevo bienestar emocional, mental y espiritual? Si pensamos que podemos, ahora ya podemos modificar lo que no nos gusta de lo que pensamos que somos, escogiendo nuevas formas de relacionarnos y comunicarnos en primer lugar con nosotros mismos.
Podemos buscar para nosotros un envejecimiento más pausado, armónico y equilibrado y, sobre todo, más placentero y que nos haga sentir más a gusto en nuestro día a día. Necesitamos aceptar que podemos ir construyendo este día a día de los años venideros de la forma que más nos satisfaga.
Estos años son un regalo que se nos ha hecho y que no tenían las anteriores generaciones; podemos utilizarlos para hacer cosas que siempre hemos querido hacer, incluido, por ejemplo, apoyar o ayudar a nuestros familiares y amigos para que ellos también puedan sentirse más felices conviviendo con nosotros.
Personalmente me encanta verlos de esta forma y me he propuesto hacer todo lo que puedo para hacerlo posible.