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Cabecera El Jubilado Feliz

CAMBIAR DE PROGRAMA EMOCIONAL II

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Los ordenadores tienen una placa base y  un disco duro que les permiten actuar en base a los programas en discos o CD Rom que se les ha instalado y que los usuarios vamos cambiando y refinando de forma continua de acuerdo con los nuevos conocimientos y las nuevas  necesidades que tengamos en diferente momentos. En nosotros, el programa genético corresponde a la placa base, el carácter al disco duro y las actitudes representan los distintos programas específicos que hemos estado instalando, modificando y utilizando a lo largo de la vida. Estos programas nos permiten crear nuestras experiencias (archivos) personales y modificar lo que nos interesa cambiar. Un ordenador puede ser la maquina más perfecta y sofisticada que podamos imaginar, con una memoria de centenares de RAM y un disco duro de la mayor capacidad. Sin embargo, si los programas que utiliza no son los adecuados, los resultados estarán muy por debajo de sus posibilidades y potenciales. Esto no le permitirá resolver muchos de los problemas ni satisfacer las necesidades que se van presentando después de la instalación. A un cierto punto, se hace necesario cambiar de programa  y ponerle uno nuevo que cumpla con nuestras necesidades.
 
A las personas nos pasa lo mismo. Aunque tengamos unos potenciales sin límites en cuanto personas, si se nos han impuesto unos programas inadecuados -educación  familiar, escolar, entorno, etc., necesitamos cambiarlos o actualizarlos para poder utilizar el  potencial que tenemos como personas. La diferencia con los ordenadores, está que en cuanto seres humanos, cognitivos, emocionales y espirituales, tenemos la facultad de reflexionar sobre lo que nos pasa y sobre nuestros propios programas, evaluarlos y tomar la decisión de cambiarlos o ponerlos al día, cuando vemos que no cumplen con lo que queremos. Desde esta facultad humana de reflexión y decisión de cambio, tenemos la posibilidad de  darnos cuenta de cuáles son las partes que funcionan satisfactoriamente y cuáles son los factores obsoletos que necesitamos revisar o sustituir.
 
A nuestros padres, aunque sus programas fueran distintos de los nuestros y además se desarrollaron en contextos sociales diferentes, les pasó algo muy parecido. Aunque algunos decidieron cambiar algunos de sus programas internos, la mayoría no lo hicieron y, desde el trato, el ejemplo y la educación que nos dieron nos pasaron sus propios programas con grandes dotes humanas y, al mismo tiempo, con dificultades emocionales que muchos continuamos utilizando en gran parte de nuestra vida. A sus padres, les pasó lo mismo; aprendieron a actuar desde los programas, a menudo, no todo lo buenos que podían ser, que les transmitieron sus propios padres. Y a estos  los suyos durante generaciones.
 
De ahí la predisposición que muchos tenemos a no reconocer el sentirnos bien con nosotros mismos y con los demás como un derecho que tenemos si decidimos actuarlo. De ahí la tendencia a enfocar nuestra visión de la realidad humana en la insatisfacción y hasta el sufrimiento en lugar que en la felicidad. Actualmente tenemos la ventaja de que se está hablando mucho de la inteligencia emocional y nos estamos dando cuenta de que podemos ser felices si actuamos para hacerlo posible a nivel individual y social. Hay mucha literatura e interés en la posibilidad de hacer algo con respecto a mejorar lo que no funciona en nuestra percepción de la realidad y de nosotros mismos. Está cundiendo la consciencia de que la felicidad es también nuestra responsabilidad y no solo el efecto de las circunstancias y de los demás. Tomar la decisión de llevar a cabo una nueva programación personal con este fin, empieza a considerarse posible y en nuestras manos.
 
Como los ordenadores utilizan internet y programas antivirus, scanners, modems, impresoras, etc. existen para las personas una gran cantidad de programas, individuales y de grupo, que nos permiten aprender, discernir, evaluar y decidir lo que nos interesa revisar. Para muchos estos nuevos programas se denominan terapia individual o de grupo y se necesita un terapeuta que nos ayude a instalar el nuevo programa.
 
Para otros se trata más simplemente de decidir instalar programas de conocimiento y autoconocimiento. Podemos aprender a reconocer nuestras necesidades y posibilidades. Podemos aprender a utilizar valores humanos de relación como el respeto mutuo, la tolerancia, la aceptación, el amor incondicional hacia los demás y hacia nosotros mismos, una comunicación eficaz, la empatía, el perdón, la escucha, la alabanza, el refuerzo, habilidades sociales y muchas informaciones más que podemos aprender y utilizar para sentirnos bien con nosotros mismos y con los demás.
 
El aprendizaje y la aplicación de la eficacia de estos conocimientos buscado y adquirido junto con nuestra familia y más personas nos ayuda a compartir y ejemplificar unos  nuevos comportamientos y corresponde a una forma de programación voluntaria que podemos decidir si pensamos que nos interesa y es posible.

Muchos de estos conocimientos nos dan pautas para  descubrir los cambios que necesitamos para llegar a ser felices y para llevarlos a cabo. Se trata de programas de revisión emocional, de actitudes y de comportamiento que nos permiten conseguir resultados abiertos a revisión sucesiva cuando se necesite.
 
Para que nos motivemos a reconocer, instalar y utilizar estos programas, hace falta que los que escojamos:

-Sean de fácil instalación y utilización y no nos den grandes dificultades en su manejo. Algo que nos permita decidir de antemano que actuarlos es posible y no es demasiado difícil.

-nos lleven a las mejores soluciones en nuestra realidad diaria

-nos permitan  llevarlos a la práctica sin que nos sintamos agobiados ni acosados por nosotros mismos y por el entorno.

-nos permitan sentirnos a gusto con lo que hemos decidido hacer.

Percibirlos de esta forma, nos evita correr el riesgo de re-pensamientos antes de comprobar su eficacia. Una vez hayamos comprobado que nos ayudan en nuestras relaciones con nosotros mismos y con los demás, nos será mucho más fácil motivarnos a utilizarlos en nuestra realidad diaria.

A lo largo del proceso, si no hemos conseguido cambiar o eliminar todo lo que no nos sirve  del programa anterior, es posible que tengamos recaídas de comportamientos pre-cambio y esto nos puede causar frustraciones y puede activar razonamientos emocionales de duda de si merece  la pena llevar a cabo la tarea  que nos hemos propuesto.
 
Las distintas aplicaciones que aportemos al nuevo programa que hayamos decidido instalar, nos permitirá superar estas posibles dificultades iniciales y es importante que no nos dejemos desmotivar por posible fracasos parciales.
 
Recordemos que el nuevo programa nos va a simplificar la vida y, de paso, nos va a permitir  ayudar a las personas de nuestro entorno a revisar ellos mismos sus programas para mejorar su vida, sus relaciones, su forma de comunicarse y más actuaciones de su día a día.

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