Antes de fallecer, su esposa de 70 años, le había conseguido el ingreso en la residencia. Al llegar allí, después de esperar pacientemente varias horas en la sala de espera de la residencia, sonrió feliz cuando por fin le dijeron que su habitación estaba lista.
Mientras le ayudaba a dirigirse al ascensor, la enfermera le dio una descripción de lo que iba a ser su pequeña habitación
incluyendo las cortinas de colores colgadas en la ventana.
”Me encanta” dijo él con el entusiasmo de un niño de ocho años cuando le regalan un cachorrito. Pero, ”Sr. Perez si Ud. todavía no ha visto el cuarto; espere a verlo”.
Esto no tiene nada que ver con que lo haya visto, dijo él. La felicidad es algo que decides por adelantado. Que la habitación me guste o no, no depende de cómo son los muebles sino de cómo es mi mente.
Yo he decidido que me iba a encantar y esta es una decisión que he estado tomando cada mañana al despertarme. En efecto tengo dos opciones: puedo pasar el día en la cama quejándome por mis desgracias y dificultades y por lo que no funciona en mi cuerpo o puedo levantarme agradecido por las partes que todavía funcionan y pensar que cada día es un regalo. Mientras mis ojos se abran, me centraré en el nuevo día y en todos lo recuerdo felices que he guardado en mi memoria, justamente para disfrutarlos en este momento de mi vida.
La vejez es como una cuenta bancaria. Retiras de lo que has ingresado antes.
Así que, continuó el Sr. Perez, mi filosofía y mi consejo es depositar en el banco, en una cuenta de memorias, todas las horas felices que se van teniendo, las muchas o pocas que sean! Yo continúo ingresando algo cada día.
En lo que puedo, sigo cinco simples reglas de vida, que me enseñaron y que me ayudan pase lo que pase:
1. Liberar mi corazón de odio.
2. Liberar mi mente de preocupaciones.
3. Vivir de forma sencilla.
4. Dar más de lo que recibes.
5. Ser agradecido por cada día.
Gracias por acompañarme y ayudarme en rellenar mi cuenta de memorias.
