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¿QUÉ ES LO MEJOR PARA MÍ?

Desde varias perspectivas, empezando desde Abraham Maslow, se ha venido hablando de unas escalas de valores dentro de las necesidades de las personas. Por ejemplo, se han venido indicando los siguientes valores por orden de prioridad:

• valores materiales básicos que necesitamos para sobrevivir
• la seguridad
• valores afectivos
• valores intelectuales
• valores morales
• autorrealización

En nuestra sociedad occidental, aun cuando lo básico esté cubierto, las prioridades de muchos continúan situándose en lo material: si tengo una casa en la ciudad, necesito un chalet o un apartamento en el campo o en la playa; si tengo coche para la familia, necesito uno para cada uno, o una televisión cada uno, o muchas otras cosas.
Los valores humanos y sociales como la convivencia, la autoestima, el amor incondicional, la generosidad, el respeto y más características a la base de unas relaciones eficaces, no se tocan a fondo, ya que no hemos aprendido a considerarlos como prioritarios para conseguir un bienestar sostenible y compartido.

Para decidir que era lo mejor para mí, yo recurrí a una reflexión tanto en el aspecto individual como grupal (familia, amigos, compañeros, etc.).
Empecé proponiéndome si lo mejor para mí:

• era algo que me permitía sentirme cómodo y satisfecho conmigo mismo y con los demás

• suponía tener bastantes bienes materiales, aunque para conseguirlos tuviera que pasar por momentos difíciles de preocupación, culpabilidad, frustración y otras situaciones emocionales y sociales desagradables

• era disfrutar de una vida  espiritual

• era simplemente mi capacidad de relacionarme y comunicarme de forma eficaz conmigo mismo y con los demás.

Decidí que este último punto era el que más necesitaba mejorar. Me di cuenta que las relaciones conmigo mismo y con los demás eran el elemento más importante que necesitaba. Los bienes materiales ya no representaban la llave para ser aceptado por los demás. Había mejorado mucho mi vida espiritual. Lo que necesitaba era acompañar lo que tenía con un comportamiento y unas vibraciones personales de aprecio, interés, afectividad y sentido de pertenencia. Veía a mi alrededor personas que eran capaces de crear simpatía y bienestar mutuo dondequiera que se encontraran. Esto pensé que era lo mejor para mi ya que no lo tenía.

Empecé a buscar alternativas para la superación de los problemas y conflictos personales y sociales que dificultaban mi integración social. Pregunté a mi familia, amistades y compañeros de trabajo sobre lo que pensaban de mi comportamiento y lenguaje verbal y no verbal que les podía hacerse sentir más cómodos conmigo.

Hacerlo me costó lo suyo pero me dio motivó para darme cuenta que me interesaba mejorar mi afectividad, la tolerancia a las diferencias, el respeto compartido, la empatía, y más valores humanos y sociales que, según me dijeron influyan en mi forma de relacionarme.

Busqué alternativas a mi forma de verme a mí mismo como ser social y de ver a las demás personas en sus relaciones conmigo. Me fui percatando de cómo podía reducir mis pre-conceptos. Comencé a modificar desde mí mismo las reservas o recelos que creía que ellos tenían hacia mí. Intenté conseguir una mayor comprensión y una aceptación mutua en nuestras relaciones. Me fui enterando de conceptos como la empatía, la colaboración o la sinergia como medios para mejorar resultados y logros comunes. Poco a poco me fui sintiendo más cómodo y esto me ayudaba. Posiblemente me falte todavía mucho para sentirme cómodo de verdad en mis relaciones pero he aprendido que trabajar el tema funciona y estaba y estoy muy satisfecho de mis progresos.

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