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SUBPERSONALIDADES

Cuando me di cuenta de esta situación, vi que se trataba de distintas partes de mi personalidad que actuaban de acuerdo a referentes distintos de mí mismo que se habían ido formando en momentos distintos y a partir de diferentes experiencias personales. Esto hacía que estas facetas o subpersonalidades, como las denominaba el psicólogo italiano Roberto Assaggioli, a veces llegaban a enfrentarse en la interpretación y en la toma de decisiones sobre mi actuación y mis necesidades.

Fui viendo que algunas eran claramente manifestaciones naturales de mi yo superior (la parte de mí que se consideraba persona con autoestima, confianza y conciencia de mis posibilidades). Otras eran aparentemente manifestaciones de mi ego (es decir, de los acondicionamientos a los que me había sometido durante los varios años de mi vida).

Me pasaba algo así como cuando, desde pequeño, había visualizado mis conflictos interiores dinamizándolos bien como consejos del ángel de la guardia o como tentaciones del demonio. Para sentirme bien había llegado a seguir los consejos del ángel.

Más tarde, de adulto, cuando empecé a buscar las varias fuentes de bienestar que podía crear en mi vida, fui reconociendo el continuo flujo de mensajes contradictorios en gran parte de las situaciones en que necesitaba tomar decisiones sobre mis propias actuaciones vitales.

Llegué a reconocer en mí mismo unas facetas comprensivas, amorosas y afectivas, y otras de inferioridad o despreciativas o resentidas. Pude conectar con varios miedos, frutos de experiencias pasadas, y al mismo tiempo escuchar unas voces interiores que me incitaban a ser valiente y a desechar estos miedos como irracionales. En alguna ocasión tuve que enfrentarme a mi auto-denigración, y al mismo tiempo a una tendencia opuesta de refuerzo de mis sentimientos de valía e importancia individual y social. Una y otra vez, fui recurriendo a mi decisión de sentirme bien para reaccionar a mensajes positivos a sentimientos de inferioridad y hasta de inutilidad que de vez en cuando me habían inmovilizado en el pasado.

Darme cuenta de lo que me pasaba me permitió llegar a solucionar muchas de mis dificultades de relación. Para buscar el acuerdo entre las varias partes de mi personalidad, aprendí a utilizar unas dinámicas de dialogo entre las varias partes de mi para llegar a un acuedo sobre lo que era mejor para mi mismo y los demás a mi alrededor. Estas dinámicas llegaron a reemplazar lo que había estado haciendo anteriormente, es decir, quejarme por lo que me pasaba en términos negativos o aceptar mi insuficiencia como algo que no tenía remedio.

El acercamiento a mis distintas formas de ser desde el diálogo interior, me funcionó muy bien y además me permitió enterarme de la existencia de muchas partes de mí que no conocía, e ir limando las diferencias entre sus punto de vista. Las imágenes que sacaba de estos diálogos se reflejaban, con efecto multiplicador, en mi forma de comunicarme y relacionarme y en mi actuación, tanto en el ámbito personal, como en el social o profesional.

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