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Cabecera Me Viene A La Memoria

ANALÍA GADÉ, VOCACIÓN DE COMEDIANTA

Escribir el post de hoy equivale, cuando menos, a reconocer una demostración de poca educación como es el revelar la edad de una mujer. Lo reconozco. Justifica el hacerlo público (si es que cabe justificación) la misma razón que el reconocimiento a que a los 80 años que cumplió hace pocos días no se pueda poner ningún “pero” si de juzgar su presencia, su elegancia o su belleza se trata. Porque Analía Gadé está tan espléndida como siempre, o sea que “por ella no pasan los años”. Su rostro denota, al conservarla, la belleza que trajo a España cuando llegó de su Argentina natal allá por la década de los 50. Del siglo pasado, claro, aunque referirse a siglos suene como a mucho. En ella se hace verdad el refrán de que “quien tuvo retuvo y guardó para la vejez”. Pues eso.


Llegó hasta nosotros acumulando un cierto prestigio como actriz, a la vez que todo un prototipo de belleza, ya que a través de ese don estético es como consiguió introducirse en el terreno de la cinematografía y la escena, tras alzarse vencedora en un concurso de atractivos físicos cuyo premio consistía en participar en una película. O un concurso de guapas, para entendernos más fácilmente.


Son muchas las guapas que cada día se incorporan al mundo de la farándula valiéndose únicamente de su presencia, pero en un elevado porcentaje, tras una primera impresión en la escena o en la pantalla (grande o pequeña) su falta de talento se ha impuesto a la belleza introductora y ha tenido que decir adiós. O se lo han dicho. (Se han dado casos de llegar a la segunda oportunidad para demostrar su incapacidad intelectual) No fue el caso de Analía Gadé, ni mucho menos. Llegó, vio y venció. Tenía presencia, sabía hablar, sin necesidad de ocultar su acento de por allá, ché, y se compenetraba a la perfección con los personajes que le encomendaban. Parece poco, pero son muy escasos los actores y actrices capaces de aglutinar las tres cualidades. Así pasa lo que pasa, por lo que muchos y muchas acaban refugiándose en la política a base de solicitar el voto para quien les subvenciona. La mayoría tienen la habilidad de levantar la ceja, pero es que ello apenas sirve más que para hacer algún papel de característico. Bueno, y como acabo de escribir, para conseguir subvenciones oficiales, que la mayor parte de los encuadrados en la plantilla de actores demuestra que son malos como tales, pero no tontos. Son, eso sí, parásitos de las subvenciones. Lo extraño es que en una profesión donde tanto se da la vanidad esa mayoría acepte el papel de comparsa en vez de aspirar al de protagonista. Jardiel Poncela comentaba que era la única profesión donde las pretensiones de cada uno es trabajar más que el resto de sus compañeros. Eran otros tiempos, cuando se pretendía el aplauso como reconocimiento a un trabajo y no al mimetismo con una idea que, oiga, la puede tener cada uno, pero sin utilizarla laboralmente solicitando a cambio (y logrando) la recompensa.


Pero Analía no pertenece a ese grupo. Ella se pone ante las cámaras, o se sube al escenario, se conciencia con el personaje asignado, convence al público, al director, a sus compañeros y a la crítica con su trabajo y… a otra cosa mariposa. A por otro personaje. Cumple así con su vocación de comedianta.


Y como esa vocación y esa responsabilidad se le suponían por la experiencia adquirida en el cine y el teatro argentinos, ocurrió que al poco de llegar a España se le encomendara protagonizar “Viaje de novios” que dirigió su compatriota León Klimovsky compartiendo cartel con Fernando Fernán Gómez. Fernán Gómez, el actor pelirrojo, que era tan entendido en señoras como en las artes escénicas y cinematográficas, no tardó en lanzar la caña ni la rubia argentina (de ascendencia española) en picar. Y los dos formaron pareja en la pantalla y en lo privado al estilo clásico, o sea mujer y hombre, algo que junto al porvenir laboral y artístico que estaba segura de alcanzar, fue determinante para afincarse en los límites de la piel de toro. Se nos quedó como vecina en la “querida España” a la que cantaba Cecilia.


Acertó, y las protagonistas se sucedieron haciendo posible que Analía exhibiera su aspecto sofisticado y demostrara su talento interpretativo en el difícil género de la comedia. Como era de suponer, muchas de esas protagonistas las vivió junto a Fernán Gómez. Pareja en casa y fuera de ella, donde, además de ser el que la conquistaba la dirigía. Títulos como “Las muchachas de azul”, “La vida por delante”, “La vida alrededor”, o “Mayores con reparos” que también se hizo en teatro, lo confirman.


http://www.youtube.com/watch?v=_wqJPb6-at0


Además de estos y algunos otros, un título imprescindible en su carrera, alternando con Alberto Closas como compitiendo en el “saber estar” de ambos: “Una muchachita de Valladolid”, que hace pocos días tuvimos ocasión de ver en la pequeña pantalla, entre bloque y bloque de anuncios, no sé en cuál de los numerosos canales tedetianos. Los directores tampoco desperdiciaron la ocasión de sacar partido a sus muchos atractivos físicos encomendándole papeles de cierta sensualidad que dieron a la actriz una oportunidad de demostrar nuevos registros interpretativos. “La mentira tiene cabellos rojos”, “Madame Sans-Gêne”, “Mayores con reparos”, “El monumento” o “Coqueluche” son un ejemplo. Más tarde aceptó papeles de enjundia dramática e igualmente salió airosa del compromiso. Entre ellos los que dejó plasmados en películas como “Tormento” o “Las largas vacaciones del 36” y por supuesto, sin abandonar en ningún momento la escena. Para los escenarios también fijó su mirada experta el comediógrafo Juan José Alonso Millán, entendido como el que más en señoras, en actrices y uno de los más prolíficos autores y conocedores del éxito. De él estrenó hasta diez comedias, nada extraño si consideramos el gran aprecio profesional y personal que por ella manifestó en todo momento. Nunca ocultó sus preferencias por ella entre un amplio plantel de actrices. De ella ha dicho y dejado escrito: “Analia Gadé es guapa por fuera y por dentro más y, además, es figurísima y estrellísima. Hacer la comedia es un arte tan difícil como la tragedia. Analia es una comedianta vocacional, con belleza y talento. A mí no me gustan las mujeres; me gustan las guapas y a ser posible altas. De las mujeres más bellas que han existido en lo alto de un escenario ha sido sin duda Analia Gadé”, y tiene razón el autor madrileño que no sé la razón por la que no estrena en los últimos tiempos. Quizá porque no abundan las actrices altas, guapas y grandes profesionales. Alonso Millán no pierde la esperanza: “seguiré babeando, para que vuelva a estrenarme otra obra”.


Me viene a la memoria el recuerdo de Analía Gadé en, yo creo que todas las obras que puso en escena y en la mayoría de sus películas, pero tal y como si hubiera sido ayer mismo “Las brujas de Salem” donde se sometió a la dirección de José Tamayo; en “La idiota” del académico francés Marcel Achard y en la que fue su última –creo- experiencia teatral: “Las mujeres sabias”, de Molière.


El reciente 80 cumpleaños de María Esther Gorostiza Rodríguez, más conocida como Analía Gadé, ha reactivado mi memoria con respecto a ella y me ha transmitido el principio –también descubierto por Alonso Millán– de que “no hace falta ser fea para ser buena actriz”. Analía Gadé lo ha demostrado. Y que cuuuuuumplas muchos más.

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