Sus canciones fueron origen en la formación de millones de parejas en todo el mundo desde la década de los 50. Hoy, a los 90 años de edad, Charles Aznavour continúa en el ejercicio de su profesión como demostrará el día 26 en el Liceu barcelonés.
Hace algunos días me encontré anunciado un recital de Charles Aznavour en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona para el próximo día 26. Como uno de sus hijos lleva el nombre de Charles, supuse que su descendiente había seguido los pasos paternos del intérprete de aquellas canciones que llenaron momentos íntimos en nuestros guateques: “La bohème”, “La Mamma”, “Que c’est triste Venice”, “Isabel”, “Morir de amor”… Por aquél entonces de nuestra juventud nuestro romanticismo se manifestaba más en francés que en otros idiomas. Aznavour aportaba todos los elementos imprescindibles para favorecer los primeros enamoramientos: intimidad en el ambiente, dulzura en las palabras, suavidad lumínica, melodías envolventes… Como sus compañeros de profesión y compatriotas Charles Trenet, Gilbert Becaud, Juliette Greco, Édith Piaf, François Hardy…
A lo que íbamos: el nombre de Charles Aznavour anunciado en la cartelera de espectáculos de la Ciudad Condal y que supuse se trataría de su hijo del mismo nombre. Pues no. El anunciado para actuar dentro de pocos días en el Liceu es el original, el genuino; ese cantante de pequeña estatura y de rostro poco agraciado que, sin embargo, arrasó entre el mundo femenino de hace algunas décadas. Digamos que cinco, por lo menos, que han dado apoyo a los 90 años que acaba de cumplir el cantante francés. Posiblemente no sea un caso único, pero digamos a su vez que no es nada frecuente. No es fácil llegar a nonagenario, menos hacerlo en plenitud de facultades y menos con la energía suficiente para enfrentarse a las exigencias de un escenario. Según parece, Aznavour va sobrado de todos esos imperativos.
El artista, de origen armenio, nacido en 1924 como Shahnourh Varinag Aznavourian, contaba solamente 11 años cuando se inició en el mundo de la canción alternando ésta con el teatro donde se le encomendaban pequeños papeles. Su máximo logro por aquel entonces fue ser telonero de Édith Piaf. Trabajó duro sin que el éxito, el gran éxito, apareciera como premio a su arte. No obstante acabó por presentarse cuando ya rondaba la treintena, coincidiendo con su presentación en el Olympia y sobre todo, para su canción “Sur ma vie”.
Desde aquel primer éxito hasta la fecha, más 100 millones de discos vendidos acreditan el triunfo y la aceptación del público de los cinco continentes. Especialmente los Estados Unidos donde su nombre adquirió popularidad con mucha más celeridad de lo que los hizo en Francia. A partir de ese reconocimiento norteamericano la aceptación fue universal y sus canciones, normalmente compuestas por él, ocuparon con frecuencia los primeros puestos en las listas de ventas. Los contratos en radio y en televisión se multiplicaron obligando, como agradecimiento, a interpretar muchos de sus títulos en diferentes idiomas e incluso formando dúo con distintos artistas.
Es difícil concentrar los éxitos de Aznavour en un título porque ello obligaría a prescindir de “Venecia sin ti”, “Morir de amor” o “La boheme”, por sólo citar algunos de ellos, pero, a costa de no coincidir en preferencias con un considerable número de lectores, quedémonos con “La mamma”.
Por otra parte y al margen de la música, Charles Aznavour ha desarrollado una pequeña pero intensa carrera como intérprete cinematográfico, participando en títulos de notable aceptación taquillera. Entre ellos “Un taxi para Tobrouk”, “Disparen sobre el pianista”, “Diez negritos” o “El tambor de hojalata”.
Y sin descanso, aunque lógicamente no con la intensidad de hace medio siglo, la continuidad ininterrumpida de sus actuaciones en directo y las grabaciones discográficas en las que se mantiene, como demuestra el anuncio de su próxima actuación en nuestro país.
Creí que ya había fallecido el señor Aznavour cuando leí que aún estaba vivo y coleando así que hasta me alegré porque fue uno de mis preferidos hace años, cuando yo era jovenzuela, uffff. Me alegro por él , no hay mejor cosa que ser como un roble y aguantar hasta que no se puede más. Enhorabuena, señor Aznavour. Minervina.