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Cabecera Me Viene A La Memoria

EL VAQUERO SEDUCTOR

La infancia y adolescencia entre la mayoría de quienes militamos en Mayormente, se redujo básicamente a tardes y tardes transcurridas en la oscuridad de un cine de barrio asistiendo a programaciones dobles en las que predominaban películas del oeste. Eran el gran atractivo. En aquellas tardes de cine, con películas en las que con frecuencia se producía un corte de la cinta como consecuencia de un uso excesivo y por la mala calidad de las máquinas de proyección, llegamos a familiarizarnos con el revólver y el rifle de tanto como vimos utilizar estas armas en “Río Bravo”, “El hombre que mató a Liberty Valance” “El tren de las 3.10”, “La diligencia”, “Johnny Guitar”, “Centauros del desierto”, “El último tren a Gun Hill”, “Duelo de titanes”, “Dos hombres y un destino”, “Río Grande”, “Río Rojo”, “La leyenda de la ciudad sin nombre”, “Los que no perdonan”, “Duelo al sol”, “Veracruz”, “Raíces profundas”, “Horizontes lejanos”, “El rostro impenetrable”, “Lanza rota”, “La conquista del Oeste”, “Los siete magníficos”, “El árbol del ahorcado”, “Duelo de titanes”, “La muerte tenía un precio”, “El bueno, el feo y el malo”… y “Solo ante el peligro” que es, probablemente, el gran símbolo de los títulos donde se muestra el estilo de vida en que se desarrolló gran parte de la historia de Norteamérica llevada con tanta profusión a la pantalla grande. Han sido muchos los actores que han empuñado los revólveres y los rifles ante las cámaras, pero uno de ellos requiere una mayor atención por la calidad de la gran cantidad de papeles interpretados, aunque en muchos de ellos no lució sombrero de ala ancha ni tuvo que enfrentarse a tiros con ningún enemigo. La respuesta creo que es bien fácil. Se trata de Gary Cooper de quien, este año, se cumplen cincuenta de su muerte, víctima de un cáncer, cuando solo contaba 60 años de edad. Destacó en todos los personajes que interpretó, pero uno marcó toda su carrera: el de vaquero. Un vaquero, como el de aquella canción que muchos recordarán, pero que no he encontrado (tampoco pasa nada dada su ramplonería) en el cine y un seductor en la calle. El vaquero seductor.


Aunque bajo criterios diferentes, Gary Cooper fue admirado tanto por ellas como por nosotros. Ellas apreciaban su aspecto de hombre íntegro y caballeroso, considerando su altura y su porte desgarbado, mientras que nosotros nos fijábamos en el hombre “duro” y valiente, triunfador en todos sus enfrentamientos con el mal convertido en su enemigo constante. Además, como es lógico, enamoraba a las protagonistas de sus películas que fueron todas las grandes de la época. A algunas llegó a enamorarlas sin el testigo de las cámaras, como ocurrió con Clara Bow que pasó de ejercer como seductora a seducida, lo que se repitió con la atractiva Lupe Vélez que además de a él, volvió loco a Charles Chaplin y a Johnny Weismuller “Tarzán”, con el que llegó a contraer matrimonio, aunque con un final como el rosario de la aurora, y lo mismo ocurrió con Patricia Neal con la que inició un romance tras coincidir en el reparto de “El manantial” (1949) que se prolongó hasta volver a coincidir en “El rey del tabaco” (1950). Con él también probaron suerte, entre otras, Carole Lombard, Merle Oberon, Marlene Dietrich, Ingrid Bergman, Helen Hayes o Grace Kelly, pero la única que consiguió llevarle al altar fue la actriz Verónica Balfe que, en las tres películas en que intervino se anunció como Sandra Shaw. Otras parejas de Coop -como le llamaban sus amigos, especialmente James Stewart el más de todos- en el cine, porque en su vida privada fueron bastantes, incluidas secretarias, dependientas, maquilladoras, modistas, etc., cualquiera que llevara faldas, como fue el caso de Gloria Swanson, Joan Crawford, Jean Harlow, Ida Lupino, Barbara Stanwyck, Susan Hayward, Lilli Palmer, Paulette Goddard, Sara Montiel, Dorothy McGuire, María Schell, Rita Hayworth o  Audrey Hepburn con la que rodó en París a las órdenes de Billy Wilder “Ariane” (Love in the afternoon) y en la que se incluye el célebre tema musical “Fascinación”, entre un amplio elenco de primeras figuras ya que el actor intervino en más de cien películas.


http://www.youtube.com/watch?v=rSeGFCl5fWY


Con este título y otros muchos, a las órdenes siempre de los grandes directores, Gary Cooper demostró que podía enfundarse en más personajes que el de vaquero. Sólo con repasar su filmografía nos encontramos con títulos donde manifestó sus grandes posibilidades en diferentes matices interpretativos de todos los géneros como “Policía montada del Canadá”, “Beau Geste”, “Las aventuras de Marco Polo”, “Hollywood Boulevard”, “Deseo”, “Tres lanceros bengalíes”, “Adiós a las armas”, “El secreto de vivir” o “¿Por quién doblas las campanas?” según la obra literaria de su gran amigo Ernest Hemingway con el que compartía su afición por las armas y los automóviles. En el caso de Cooper ocupaban, al margen de las mujeres, su gran dedicación ya que en nada apreciaba la vida social, ni la conversación, ni leer, ni escribir, ni bailar. Su diversión se centraba en la pesca y la caza a la que dedicó una gran entrega realizando diversos safaris por África. Todo cuanto le relacionara con la naturaleza en la que se crió allá por praderas situadas al pie de las Montañas Rocosas -Little Big Horn- donde los indios acabaron con el Séptimo de Caballería y con el general Custer. Por ellas transcurrió la infancia y adolescencia de Coop cabalgando desde el amanecer hasta la caída del sol en el rancho de su familia donde ejercía como vaquero a consecuencia de la escasez de mano de obra ocasionada por la guerra. Su destreza con los caballos la adquirió –no hay mal que por bien no venga– tras sufrir un accidente de coche en el que se lesionó una cadera y que, por cierto, le proporcionó para toda la vida su peculiar y desgarbada manera de andar. Como solución terapéutica los médicos le recomendaron que montara a caballo, algo que fue definitivo en su carrera como actor.


Esta carrera, además del premio diario que supone que el público pase por taquilla y salga satisfecho del cine, le proporcionó el máximo reconocimiento en forma de “Óscar” que le fue concedido en tres ocasiones: En 1941 por “Sargento York”, en 1952 por “Solo ante el peligro” y en 1960, con carácter honorífico, por “sus memorables interpretaciones y por su aportación a la industria del cine”, que fue mucha.


http://www.youtube.com/watch?v=nkm7UpD1ftU


Incluso pudo verse aumentado el número de “Óscar” ya que en otras tres ocasiones estuvo nominado a ellos como mejor actor protagonista: En 1936 por “El secreto de vivir”, en 1942 por “El orgullo de los yankis” y una año después, 1943, por su trabajo en “¿Por quién doblan las campanas?”, ambientada en la Guerra Civil Española.


Sus padres, en espacial su madre, no podía adivinar el futuro de su hijo tras su llegada al mundo. Mucho menos las razones del mismo, admirado por las mujeres y envidiado por los hombres, ya que el deseo materno era tener una hija y toda la ropa que tenía preparada antes del nacimiento era de niña. Esa costumbre de vestir a los niños de azul y a las niñas de rosa. La madre se desilusionó mucho tras el parto, al comprobar el género del recién nacido, pero tampoco era cosa de tirar lo adquirido a la basura y ni corta ni perezosa se la enfundó al que, con el tiempo, habría de convertirse en el prototipo de la masculinidad. Así que Gary Cooper pasó un buen tiempo de su infancia vestido con ropaje de niña y hasta evitando que se relacionara con otros chicos, jugando sólo con las niñas y con muñecas –con el tiempo el actor reconoció esta faceta aunque puntualizó que nunca tuvo una muñeca propia– para que no se manchara, según las recomendaciones maternas. Lo que sí es cierto es que las relaciones femeninas le marcaron y nunca, a lo largo de sus 60 años, prescindió de ellas. Sus biógrafos aseguran que sus amantes, de mayor o menor duración –en muchas ocasiones de una sola noche– superaron con creces el millar, por lo que no es de extrañar las envidias que ocasionó entre el género masculino.


Pero como todo van a ser buenos momentos, ocurrió que en 1961, en la cumbre de su popularidad (acababa de terminar “Sombras de sospecha” y apenas dos años antes protagonizó “El árbol del ahorcado”) le sobrevino un cáncer que, en tiempo muy breve, le arrancó de este mundo. Durante el periodo de su enfermedad se interesaron por ella, no sólo el público que admiraba sus proezas y heroicidades en la pantalla, sino la reina Isabel II, en persona, a través de un telegrama enviado desde el Palacio de Buckingham que, posiblemente, rompía el protocolo real considerando, incluso, los orígenes ingleses del actor, así como el presidente Kennedy que personalmente se puso en contacto con el “vaquero” a través del teléfono cuando su vida estaba a punto de extinguirse. Se fue como aparentó ser en sus películas, con naturalidad y sobriedad. El 17 de abril de hace 50 años.

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