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Cabecera Me Viene A La Memoria

BAILANDO EN EL AGUA

España, y concretamente en Barcelona, que por el momento continúa formando parte del territorio nacional, albergará el próximo mes de julio el Campeonato Mundial de Natación. A él concurrirán, lógicamente, todas las disciplinas de este deporte entre las que se encuentra la natación sincronizada, cuya representación nacional tantas jornadas de gloria ha proporcionado a la natación española. Anna Tarrés fue la responsable de preparar a la selección hasta el pasado año en que, después de finalizar los Juegos Olímpicos celebrados en Londres y conseguir en ellos un merecido bronce, fue destituida del cargo con no pocas opiniones tanto a favor como en contra acerca de su trabajo y su personalidad. Como quiera que sea, gracias a ella y a las chicas que entrenaba, la natación sincronizada ha pasado a convertirse en uno de los mayores espectáculos deportivos dentro y fuera de una olimpiada a cuyo formato participativo se incorporó en 1984. Danza, gimnasia y natación, como el desincrustante: tres en uno. Cuando se retransmite alguna de estas exhibiciones por televisión, las pantallas encuentran ante ellas gran cantidad de espectadores que contemplan extasiados y boquiabiertos los ejercicios y acrobacias que el equipo nacional de natación sincronizada es capaz de realizar. O el equipo de Japón o de China o cualquier otro. Con la cabeza fuera del agua y dentro, en un tiempo en el que se nos antoja imposible no respirar. Estas nadadoras son capaces de ello.

Hasta allá por los 90 del siglo pasado, veinte años atrás más o menos, esta disciplina era prácticamente desconocida, o por lo menos no era popular, ya que todo se limitaba a la natación, con sus diferentes pruebas de velocidad, resistencia, trampolín…

La natación sincronizada adquirió esta denominación en 1933 debido a la expresión del locutor que presentaba un espectáculo de natación rítmica que es como hasta entonces era conocida desde su nacimiento en una competición celebrada en 1891 en Berlín, desde donde se desplazaría al resto del mundo. La denominación arraigó y así es conocida actualmente esta modalidad deportiva/musical/artística realizada en una piscina.

No adquirió carácter olímpico hasta los Juegos de Loa Ángeles en 1984, aunque en las categorías individual y de dúo. En el caso de equipos, el reconocimiento olímpico no llegó hasta el 1996 en Atlanta. Por lo tanto, no se trata de algo inventado recientemente aunque sea ahora cuando goza de prestigio y reconocimiento a nivel deportivo y popular.

Puestos a matizar, aunque apartándonos de lo puramente deportivo y competitivo, la natación sincronizada la llevamos viendo desde hace muchos años en el cine aunque no la denomináramos de ninguna manera. Por lo menos los más adultos, ya que para las nuevas generaciones no es recomendable según el juicio de los programadores que apenas incluyen esas películas en la programación. Un tipo de cine, puramente de entretenimiento, con películas para pasar dos horas de entretenimiento y no de sufrimiento. Porque para entretenimiento y no para otra cosa (aparte de hacer manitas con la novia) eran las películas de Esther Williams que, por sí sola, es como si hubiera inventado la natación sincronizada. Su fama no sé si lo fue como actriz, como cantante (¿cantaba ella?) o como nadadora, pero famosa sí que lo fue. Y mucho. Y lo será siempre para los amantes del cine de evasión debiendo referirnos a ella ya en pretérito puesto que falleció la semana pasada, a los 91 años de edad. Una de las últimas supervivientes de la época dorada de Hollywood. Siempre sonriendo, que se me antoja dificilísimo con el agua al cuello. Más todavía si el agua llega más arriba y va apareciendo la asfixia como la que sentimos los pensionistas cuando se aproxima el fin de mes. (Además con malas perspectivas, pero ése es otro tema)

http://www.youtube.com/watch?v=akQiZTlXn0M

Hay personas que nacen predeterminadas para algo concreto relacionado con el éxito, y ese algo antes o después consiguen hacerlo llegar a la sociedad, además de satisfacer sus aspiraciones. Sin duda, Esther Williams nació para la natación. Con apenas 16 años ya se manifestaba como campeona en este deporte y fue seleccionada para participar en Los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1940. Lo que pasa es las cosas no siempre salen como a uno le apetecen y la II Guerra Mundial hizo que estos Juegos se suspendieran con lo que se quedó sin tomar parte de ellos y por consiguiente (como diría Felipe González) truncadas sus aspiraciones a medalla. Ello no le supuso ningún revés en su proyección y se introdujo en el mundo del espectáculo desde su especialidad, que era la natación. La misma que la de Johnny Wissmüller tan famoso por su personaje Tarzán como por nadador, con quien participó en algunas actuaciones.

Esther Williams, que lucía palmito, se empleó como modelo y fue en esa actividad como fue descubierta por un productor de la Metro-Goldwyn-Mayer. Participó en alguna película, en papeles menores, hasta que en 1944 surgió su gran oportunidad. Ella, que estaba allí en el momento oportuno, fue contratada para protagonizar la película “Escuela de Sirenas”, un título que todavía hoy forma parte del repertorio que siempre apetece ver. Al frente de ella George Sidney, tan vinculado posteriormente a los musicales de Gene Kelly, y contando con la participación del popular cantante Carlos Ramírez dueño de una timbrada y poderosa voz, así como con la orquesta de Xavier Cugat y el primer actor y humorista Red Skelton. Todos los ingredientes para alcanzar el éxito, como así ocurrió.

http://www.youtube.com/watch?v=MLtbbMdICwU

http://www.youtube.com/watch?v=WbUONufQq28

Nació con esa película una nueva estrella en el panorama cinematográfico de Hollywood y con ella un nuevo género, o subgénero si se prefiere, del cine musical. Después se sucederían los títulos en los que Esther Williams se pasaba gran parte de la duración del film en remojo mientras sonaban bellas, lindas y edulcoradas melodías que invitaban al enamoramiento y el desenlace feliz. Una cursilada no recomendada a diabéticos, pero lo pasábamos bien. En una época, además, en que lo de los bañadores femeninos (del bikini ni hablar) y las piscinas eran palabras mayores ya que apenas existían para el público en general y únicamente disfrutaba de su instalación algún que otro poderoso en lo económico. Ahora están diseminadas en abundancia por todo el territorio nacional y ninguna urbanización que se precie prescinde de ella, que si la comunidad de vecinos tiene que pedir un crédito para instalarla, se pide. Faltaría más. Así ocurre que quien más y quien menos hace sus exhibiciones natatorias, establece marcas con sus amistades y se atreve con un trampolín de 10 metros de altura desde el que darse un buen “tripazo”. 

En su afán por desarrollar nuevos proyectos para atraer a la audiencia se vienen realizando en los últimos años programas para descubrir nuevos valores: para localizar carnaza de plató a bajo precio, encontrar cantantes, bailarines o cocineros y recientemente los prebostes televisivos se han fijado en la natación. Al final, todos estos programas son iguales: unos participantes compitiendo contra otros y venciendo el que queda finalista tras unas votaciones sin ningún tipo de rigor ni garantías. En las recientes  pruebas natatorias televisivas convertidas en programa, todo consistía en lanzarse desde un trampolín sin necesidad de aportar absolutamente nada a esta especialidad natatoria. El proyecto debió parecer tan lleno de atractivos que dos canales televisivos compitieron entre sí y al mismo tiempo con dos programas similares. Justo ahora que es tiempo de piscina, ninguno de los dos programas permanece. Sus participantes, algún que otro famosillo de poca monta, al que le viene muy bien ganarse unos euros lanzándose desde un trampolín o metiendo las manos en un cepo si llega el caso, que todo vale para captar audiencias, y estos espacios televisivos aportan lo suficiente para comer caliente alguna temporada cobrando de ellos sin trabajar. Aunque el público se ría.

Esther Williams se lo trabajaba como quedó  demostrado en el considerable repertorio de películas en que participó. Películas alegres, coloristas, cargadas de música y entretenidas que ya no se hacen. Pero siempre nos quedarán las filmotecas.

 

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