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San Isidro taurino

Un profesional de la tauromaquia ve cumplidas todas sus aspiraciones si su nombre se ve incluido en los carteles de la Feria de San Isidro.

No sé si este blog tendrá lectores en Australia, o en Suecia, o en Sudáfrica, o en… pero los tiene en España y en Hispanoamérica, dos puntos de la tierra donde se dan costumbres y aficiones muy similares. Una de ellas son los toros; el espectáculo de las corridas de toros. Los profesionales del ruedo, cuando termina la temporada española, allá por el mes de octubre, se trasladan a expresar su arte en Méjico, Colombia, Venezuela, Perú… donde, a su vez, surgen otros profesionales que alternan el toreo en su país y en el nuestro. Naturalmente, no todos los del otro lado del “charco” como los de esta orilla son aficionados al arte de Cúchares, pero no desconocen el tema como podría ocurrir, por ejemplo, con el folklore de Indonesia.

De toda esa afición es conocida la Feria de San Isidro que se celebra en Madrid en este mes de mayo, como el más importante de los festejos que se organizan con motivo de la festividad de su santo patrón. No sé que pudiera tener de taurino el santo patrón, pero lo cierto es que normalmente se le representa junto a unos bueyes de los que se servía para llevar a cabo sus tareas como labrador. La imagen no es muy taurina, pero al menos se muestra en ella al hombre y a los astados, aunque ya digo que no creo que sea esa relación tan puramente laboral, la que haya inspirado la creación de la Feria taurina más importante del mundo. Digo que la más importante de todas, porque es la que más público y seguramente mayor cantidad de dinero mueve y la que mayor atractivo supone para los toreros que ven cumplidas todas sus aspiraciones si consiguen verse incluidos en sus carteles. No obstante, a quienes no gusten de la tauromaquia, tienen una amplia oferta de ocio para disfrutar de estos días festivos en Madrid. Días que cubren todo el mes de mayo. Conciertos de toda clase de música, bailes, actuaciones de todo tipo y un largo etcétera, porque Madrid sabe divertirse y disfruta viendo divertirse a los que llegan. Porque son muchos los que se trasladan desde sus respectivas localidades españolas, e incluso de Hispanoamérica, para presenciar alguno de los festejos taurinos que componen la Feria. Antiguamente, a los que se acercaban a Madrid durante estas fechas, con deseos de participar en sus festejos se les conocía como “Isidros”. Hoy en día, los desplazamientos son constantes, el aparecer por la capital ya no supone nada extraordinario y es de suponer que el calificativo haya desaparecido.

En el post de hoy nos vamos ¡a los toros! Una expresión que se manifiesta alegre cuando se dirige uno a la plaza y que suele tornarse en lamento cuando se regresa. La euforia es a la ida: ¿A dónde vas? – A los toros” y el desengaño al regresar: ¿De dónde vienes? – De los toros”. Pero la afición insiste, porque nunca se sabe cuando puede surgir la gran faena y con esa ilusión de ser testigos de la gran faena es como la tauromaquia se mantiene desde su aparición.

La edición de este año va transcurriendo con los mismos altibajos de siempre, con los mismos defectos y con las mismas virtudes. Con la presentación de nuevos valores y la repetición de la mayoría de los ya consagrados. Con homenajes como el tributado a “El Cordobés” con motivo del cincuentenario de su alternativa, con algún susto más de los acostumbrados como el ocurrido hace cuatro días al tenerse que suspender el festejo tras pasar los tres matadores a la enfermería con lesiones de diversa consideración, aunque en ninguno de los tres casos teniendo que lamentar una tragedia irreparable. En unos días, por aquello de la extraña materia de que están formados los toreros a quienes la vocación hace que sus heridas cicatricen más rápido que al resto de los humanos, los tres volverán a vestirse de luces y volverán a enfrentarse al peligro que representan 500 kg avanzando a toda velocidad y abriéndose paso con dos afilados puñales.

Una Feria que ha ido evolucionando con el paso del tiempo desde su creación en 1947 gracias a la intuición taurino/comercial de Livinio Stuyck que, empresario de la plaza por entonces, agrupó las corridas que se organizaban mediante abono alterno para convertirlas en la Feria de Madrid que es como en principio se denominó. Eran sólo cinco corridas, hoy andan por la treintena. Y si fueran más, más tardes se llenaría la plaza. Más toreros soñarían con pisar el ruedo de Las Ventas por estas fechas, llevando el sueño hasta imaginarse saliendo a hombros por la puerta grande. En aquella primera tarde de Feria -15 de mayo de 1947- alternaron Rafael Ortega “Gallito” que vio devuelto uno de sus toros al corral tras sonar los tres avisos preceptivos, Manuel Álvarez “Andaluz” y Antonio Bienvenida que resultaría cogido de gravedad. No hubo trofeos, pero uno de los tres, “Andaluz”, cortaría la primera oreja de la Feria una temporada después. Ahora hace cincuenta años.

Aunque en el mundo son muchas las Ferias taurinas, la de San Isidro y la de Abril, en Sevilla, son las más importantes, aunque la primera supera en número de festejos. Por otra parte, el coso que la alberga, la Monumental de Las Ventas, es la que proporciona el doctorado a los matadores que, independientemente de donde hayan tomado la alternativa, el doctorado lo adquieren es en Madrid.

Quienes tienen la suerte de ser contratados para esta Feria, en Las Ventas es donde manifiestan al máximo todo su saber, donde hacen gala de todo su valor, donde exponen su arte con mayor entrega, donde muchos, por exponer en demasía para mantener su prestigio o superarlo, son víctimas de la cornada. Los profesionales siempre están expuesto a lo peor y a ello se exponen en cualquier ruedo, pero es aquí donde la responsabilidad y la “vergüenza torera” ante la afición se manifiesta en un grado mayor. Lo dicho: los de fuera de Madrid y los de dentro, en esta Feria de San Isidro a la que todavía le restan unas cuantas fechas hasta su culminación, tenemos una cita en La Monumental. Allí nos vemos que es un buen sitio de encuentro y motivo para una nueva cita esperando que en “la próxima haya más suerte”.

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