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Cabecera Me Viene A La Memoria

LOS HOMBRES Y LAS MUJERES DEL TIEMPO

Los fríos y en general las inclemencias meteorológicas aportadas por el invierno en forma de agua y nieve, provoca que estemos ansiosos de dejarnos acariciar por los rayos solares y sentir el calor que nos transmiten. La primera oportunidad que se presenta para ello es la de estas minivacaciones de Semana Santa que, además, son para todos: creyentes y no creyentes que ante la posibilidad de disfrutar unos días de ocio no dudan en sentirse iguales. Como tampoco hay discrepancias entre los políticos cuando se trata de autoelevarse los sueldos. Como todo el mundo he sido testigo de cómo la totalidad de ciudadanos (también conocidos como contribuyentes) han permanecido desde hace días atentos a la información meteorológica. Cambiando incluso de canal para contrastar las distintas informaciones y manifestando su enfado si el pronóstico era contrario a sus aspiraciones. O elevando el grado de esperanza ante el anuncio de algún rayo solar en la zona geográfica elegida para el desplazamiento de unos días. Grandes atascos en las carreteras originados por lluvias ya anunciadas cuyas consecuencias se negaron a aceptar muchos automovilistas. Ocupaciones hoteleras o de alojamientos propios en las que la permanencia en ellos se ha hecho obligatoria a causa de los aguaceros. Por el contrario, otros, más temerosos han decidido permanecer en sus domicilios habituales ante un previsto temporal, resultando que la zona prevista para viajar a ella ha disfrutado de un brillante sol y unas temperaturas más que agradables. Es la incertidumbre meteorológica que, a pesar de la mucha tecnología aplicada a su diagnóstico, siempre es capaz de sorprendernos y de obligar a la suspensión de procesiones.
 
Aunque son frecuentes los errores en la predicción, no es menos cierto que en la actualidad son más certeros de lo que lo fueron hace medio siglo. A ello han contribuido los avances tecnológicos y los conocimientos científicos de quienes valoran las incidencias de las isobaras, las borrascas y los anticiclones, palabras que hasta hace unos años desconocíamos y actualmente forman parte de nuestro vocabulario.


Tantos años como los que nos separan de los comienzos de Televisión Española, allá por 1956. Los directivos de entonces, que en sus principios estaba el de satisfacer al público espectador sin esclavizarse a ningún índice de audiencia, decidieron incluir una información meteorológica y ofrecieron la posibilidad de desarrollarla a un científico, un doctor en Física que, naturalmente, no tenía ni idea de lo que era un estudio ni una cámara de televisión.


Para las generaciones de hoy, acostumbradas ya a la presencia diaria de un meteorólogo en cualquiera de las emisoras de televisión, apenas dirá nada el nombre de Mariano Medina. Él fue el primer hombre del tiempo. En los tiempos de una televisión rudimentaria donde, artesanalmente, Mariano Medina dibujaba los mapas en un cartón sirviéndose de un puntero para señalar lo que quisiera destacar. De ahí a la señal por satélite con la que hoy se trabaja.


Cuando inició su trabajo como predictor ante las cámaras televisivas, ya contaba con un pequeño bagaje en los medios de comunicación. Su verdadero descubridor fue el inolvidable Bobby Deglané, que siempre supo adivinar las posibilidades comunicativas de quienes incorporaba a su equipo. Acertó con Mariano Medina a quien concedió un espacio dentro de su “Cabalgata fin de semana”. Eran los tiempos en que la radio gozaba de mucho, muchísimo, más predicamento que la televisión, pues eran numerosos los receptores de radio mientras que apenas sumaban unos pocos centenares los de televisión. Mariano Medina dio el salto del anonimato a la popularidad que no tardó en alcanzar. En los hogares podía haber cualquier tipo de desorden familiar, pero todo se convertía en silencio para escuchar a Mariano Medina.


Casi treinta años permaneció el meteorólogo toledano en la plantilla televisiva y a lo largo de ellos creo escuela e impuso la necesidad que todos adquirimos de interesarnos por la predicción del tiempo. Incluida la del mar, aunque vivamos en el centro de la península; o de la montaña, aunque no haya pasado por nuestra imaginación calzarnos unas tablas de esquí; incluso la que pueda ocurrir en otras latitudes aunque ni siquiera poseamos un pasaporte que nos permita viajar por el mundo.


El espacio informativo –porque informa y porque de hecho se incluye como una sección más en todos los servicios de información, llámense como se llamen en las distintas emisoras de radio o televisión- es una pieza imprescindible para que un telediario sea completo. Lo es en la televisión y lo es en la radio y prensa debido al impulso que, en su momento recibió de Mariano Medina.


Tal éxito hizo que proliferaran los hombres del tiempo y hasta las mujeres, que en la actualidad se igualan en número. Algunos alcanzaron, como quien inició la saga profesional, una popularidad semejante. Recuerdo al también Medina, Fernando; a Eugenio Martín Rubio que llegó a jugarse su bigote con objeto de una predicción y al equivocarse lo perdió; a Manuel Toharia, hoy director del Museo de la Ciencia Príncipe Felipe de Valencia; a Pilar Sanjurjo, perteneciente al cuerpo de meteorólogos del Estado y que fue la primera mujer del tiempo; a José Antonio Maldonado, hasta hace no mucho en activo; a mi vecino de urbanización el inquieto Roberto Brasero; a Mario Picazo que alterna su labor meteorológica con la de presentador… Son infinidad los que ejercen su trabajo informativo como consecuencia de la necesidad que Mariano Medina nos inculcó acerca de las previsiones climatológicas y la implantación del hombre del tiempo para transmitirlas.


Atrás quedaron aquellos pronósticos meteorológicos que antaño hacían, especialmente, las gentes del campo en base, sobre todo, a la intuición y la observación que dan origen, por ejemplo, al calendario zaragozano o las cabañuelas. Y sobre todo, en las derivadas del comportamiento de los animales y la cultura popular trasladada al refranero como son: “Aire solano, agua en la mano”, “Cielo aborregado, a los tres días suelo mojado”, “Si lleva cerco la luna y estrellas dentro, agua al momento”, “Lluvia en la Purísima Concepción, llueve en Carnaval, Semana Santa y Resurrección”, “En febrero busca la sombra el perro, a los últimos que no a los primeros”,  “Marzo ventoso y abril lluvioso, sacan a mayo florido y hermoso”, “En abril aguas mil”, “En agosto frío en rostro”, “El agua de octubre, siete lunas cubre” y como éstos infinidad de ejemplos que sirvieron de base a nuestros antepasados para predecir la climatología antes de que se inventaran los satélites; incluso antes de la televisión, la prensa, la radio y las mujeres y hombres del tiempo que, en su momento, hasta tuvieron canción propia a la que puso voz mi también vecina Elena Bianco, la voz cantante de Los Mismos.


http://www.youtube.com/watch?v=uzkZMM_5GBM  

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