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Cabecera Me Viene A La Memoria

El Cordobés otra vez en el ruedo

A El Cordobés nadie, ni los toros, le apartaron de los ruedos ni le arrebató su categoría de ídolo. Se fue de ellos cuando lo creyó oportuno y ahora, al borde los 80, se enfrenta al peligro de unos cuernos por una causa benéfica.

Podría aplicarse a todas las profesiones, pero la referencia se hace particularmente a los toreros: “se es torero toda la vida”. Efectivamente, los toreros se sienten siempre como tales, aunque años atrás hayan decidido no pisar un ruedo vestido de luces, o aunque los años se hayan agarrado a sus vidas como un pesado lastre.

Una vez tomada la alternativa, se es torero hasta que el artista taurómaco es llamado desde otras latitudes donde el valor no es necesario ni el enfrentamiento al peligro. Ni los conceptos de “parar”, “mandar” y “templar”, ni componer con el cuerpo la plasticidad requerida para la obtención del aplauso o el quiebro del astado. El que es torero, lo es para siempre. Su vida, superada la etapa de obtención de contratos, se centra en el mismo ambiente taurino que lleva a quienes se dedican a este noble arte al mundo de la ganadería, del campo, de las tertulias taurinas, de asistir a los espectáculos que mantienen los que continúan en la brecha junto a las nuevas incorporaciones… todo como antes, pero sin el compromiso de vestirse de luces ni tener que corresponder a las exigencias de un público que ha pagado una entrada para ver a ese torero.

El torero, sin esa responsabilidad, sigue soñando con la gran faena de su vida, aunque nunca llegará. En sueños sigue sintiendo el miedo que se padece al hacer un paseíllo, la concentración previa al primer enfrentamiento con el toro, la concepción de la faena según se presenten las características del animal, la estocada que hace levantar al público de sus asientos, las ovaciones paseando por el anillo los trofeos obtenidos, el retorno al hogar sano y salvo para preparar la siguiente tarde de toros… La realidad quedó atrás, cuando ese torero vivió sus días de éxito, sus condiciones físicas alcanzaban la excelencia y la fecha de su nacimiento no estaba tan alejada del presente.

En esas condiciones, alcanzar la longevidad no difiere de las características que son imputables al resto de los mortales. En unos y otros irán apareciendo los achaques, el cuerpo se irá negando a responder en fuerza y flexibilidad, amén de otros problemas de salud que puedan ir apareciendo tanto en los toreros como en los que no lo somos. Con las lógicas excepciones del afortunado que va superando la escalera de los años sin presentar síntomas de debilitamiento, que son los menos.

De ahí que nos asombre cuando un septuagenario alcanza una cumbre al lado de montañeros a los que dobla la edad, o desarrolla un largo recorrido en bicicleta o en marcha, en cualquier otra actividad donde sea imprescindible la preparación. El hecho, incluso, suele ser recogido por los medios de información como algo poco habitual. Los toreros, aún siendo artistas, requieren de las mismas condiciones que los deportistas y como tales llevan a cabo su preparación; por lo menos durante su periodo de actividad.

Por esa razón, es por lo que a principios de esta semana, los medios de comunicación se han hecho eco de una “reaparición” llevada a cabo en la plaza de toros de Córdoba, por quien en los años 60 fue el máximo ídolo en España, por encima de cualquier otro tipo de artistas o personajes populares en general; Manuel Benítez “El Cordobés”. Con el pelo totalmente encanecido, algún que otro kilo adosado a su abdomen y asomándose a los 80, pero con el mismo carisma de hace medio siglo.

No fue con traje de luces, pero el traje corto es igual de taurino. No fue con toros de 5 años, pero los novillos también tienen su peligro. Con traje corto y ante una becerra que le arrolló, perdió su vida Antonio Bienvenida. Algo que no lograron los animales de más de 500 kilos en su etapa de luces. El peligro nunca está ausente en el planeta donde se desenvuelven los toros y el más mínimo descuido puede ser mortal. Por eso y por tantas otras cosas, como por ejemplo la finalidad benéfica de la recaudación obtenida, es el mérito de El Cordobés, cuando no necesita de ningún estímulo para realizarse como matador de toros ni a nadie tiene que convencer. Cuando ya ha superado con creces el momento de fama, cuando ha obtenido unos considerables ingresos, cuando ha superado el reconocimiento de la profesión, de las empresas y del público. Ahora no es momento de juzgar su estilo que atrás quedan quienes le ovacionaron y quienes le censuraron en su forma de entender la tauromaquia.

El nombre de Manuel Benítez es disculpa suficiente para dar rienda suelta a la memoria que justifica este blog, pero hoy nos lleva a fijarnos en el gesto del torero (muy habitual, por otra parte, en el mundo taurino) el hecho de haberse puesto ante unos cuernos con sus 77 años y por una causa noble. El Cordobés salió del coso con dos orejas de sus enemigos, seguramente bien conseguidas, pero salió con el premio de la satisfacción de quien colabora que no requiere más pago que el reconocimiento.

http://www.youtube.com/watch?v=3TL2_Bku7PE

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