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Mes de Primeras Comuniones

Aunque con excepciones que, incluso, llevan hasta noviembre, el mes de mayo, tradicionalmente, es el de las Primeras Comuniones. aunque las maneras con que hoy se celebran distan mucho de las de hace medio siglo.

“Era un día de sol; era muy bella la iglesia y la música; eran muchas las cosas hermosas y aún las recuerdo. Éramos unos treinta niños y niñas de nuestra pequeña localidad, que apenas tenía 500 habitantes. Pero en el centro de mis recuerdos alegres y hermosos, está este pensamiento: comprendí que Jesús entraba en mi corazón, que me visitaba precisamente a mí. Y comprendí que entonces comenzaba una nueva etapa de mi vida —tenía 9 años— y que era importante permanecer fiel a ese encuentro, a esa Comunión. Así, esa alegría de la primera Comunión fue el inicio de un camino recorrido juntos”. Son palabras escritas por el Papa Benedicto XVI recordando el día de su primera Comunión, en marzo de 1936.

Los habituales de”‘Mayormente” que, salvo excepciones, nos movemos en un terreno de quintas aproximadas, es así como, más o menos, recordamos el día en que hicimos la primera Comunión. Una iglesia o si había capilla en el colegio en ella, especialmente decorada para la ocasión con arreglos florales; la música arrancada al desvencijado armonio por la madre de algún alumno más voluntariosa que virtuosa del teclado y los compañeros de clase que, naturalmente, eran todos de una edad similar. Si el colegio no disponía de capilla pues en la parroquia, pero bajo el padrinazgo del centro escolar que es quien se responsabilizaba de la catequesis preparatoria. Las primeras comuniones se celebraban preferentemente, como ahora, en el mes de mayo; pero aparte de éste, cualquier otro parecido con las de antaño es pura coincidencia.

Me imagino que no habrá cambiado el sentido religioso del acto y los/las catequistas continuarán enseñando el mismo significado y transmitiendo el mismo mensaje que hace cincuenta años. Es un tema que, supongo, las autoridades eclesiásticas tendrán controlado. Las autoridades paternas, ya es otra cosa y me temo que no tanto ya que, siguiendo las normas de modernidad, a muchos les apetecerían celebrar las Primeras Comuniones pero por lo civil. En fin, es un asunto largo y complicado de tratar en un espacio tan limitado.

Pero del día de la Primera Comunión tiene otros aspectos que, comparándolos con los de hace cincuenta años, no tienen parecido. Sin ir más lejos, los disfraces de almirantes y novias principescas de ahora frente al pantalón (todavía corto), camisa (con corbata, eso sí), y jersey de pico de aquellos tiempos (aunque también había alguno que otro disfrazado) Sobre todo entre ellos, porque las chicas siempre intuyeron el vestuario como un ensayo con todo para etapas posteriores en la edad.

La lamentablemente desaparecida Cecilia supo poner letra y música al desarrollo de una Primera Comunión.

Por otro lado hay que hablar de la celebración, porque es un día para celebrarlo. Nosotros tuvimos un chocolate con churros, en el mismo colegio, bajo la mirada, sonriente por un día, del director y comprensiva del jefe de estudios que, por un día también, dejaba de fruncir el ceño y hasta demostraba que era capaz de dialogar. Un día es un día. El mismo menú en un bar, si la ceremonia era en la parroquia, y si la casa era grande, en la casa organizado por la madre del comulgante con ayuda de alguna que otra hermana o cuñada. Hoy se organiza un banquete, en un restaurante, por todo lo alto, con brindis de cava y sin reparar en gastos que para eso se han inventado los créditos. Además, siempre se recupera parte del gasto por los regalos en metálico que recibe el comulgante, porque los otros son en especie: la tablet, la play, el móvil de última generación, el ordenador, la cadena de sonido, la pantalla de plasma para su cuarto, el home cinema, la cámara fotográfica digitaletc. Si nos fijamos en la publicidad observamos la cantidad de propuestas comerciales que hay enfocadas para ser consumidas en este día.

Esto nos lleva a la comparación con los presentes que nosotros tuvimos y es que no se parecen en nada: el primer reloj de pulsera y la primera pluma estilográfica, que no servían para nada porque no nos lo dejaban usar para que no se rompieran o se perdieran. Cuando se nos autorizaba su uso lo rechazábamos porque el diseño nos resultaba infantil. Eran el regalo de nuestra madrina y nuestro padrino de bautizo y algún abuelo rumboso, a la vez que con posibles, se arrancaba con mil pesetas. Y muy poco más. Por lo tanto nos quedaba más fijado en el recuerdo por el significado del suceso que por los regalos.

Así lo mantenemos en nuestra memoria con el añadido imborrable de que aquél día veíamos a toda la familia reunida: padres, abuelos, tíos, primos y hasta vecinos. Todos sonrientes y uno/a en medio, orgulloso/a, sintiéndose lo que realmente era: el/la protagonista.

Mientras tanto y a lo largo de todo el mes de mayo, en el receptor de radio sonando un disco dedicado. Para Fulanito, Menganito, Zutanito (una lista interminable) que hoy celebra su primera Comunión, de parte de su tía ……., que tanto le quiere. Entonces, Juanito Valderrama entonaba lo de “para un padre y una madre no hay alegría mayor que ver hacer a sus hijos la Primera Comunión”.

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