He leído en varios medios impresos que la película “El mago de Oz” es una película de culto. No que sea para cultos, sino de culto. Vivimos una época en que a todo se le añade una coletilla tanto si es para destacarlo como para menospreciarlo.
Estas coletillas casi nunca transmiten el verdadero sentido de su propósito y tan sólo alcanzan al entendimiento de quienes están versados en las definiciones absurdas tantas veces y cuando menos estrambóticas; por lo menos, limitadas a la comprensión de quienes únicamente alcanzan al entendimiento de lo abstracto prescindiendo de lo real.
Son muchos los que enfocan su comportamiento social y cultural por esos derroteros y que incluso rechazan el realismo. Ocurre en la pintura, en la música, en la literatura, en todas las artes, pero sobre todo en lo cinematográfico. Cuanto más enrevesada y de difícil comprensión es la película mayor es el número de defensores. Por lo menos en la pública manifestación, que en lo íntimo suele ser otra cosa.
“El mago de Oz” ha sido, de siempre, una película agradable de ver dadas sus características que se nos antojaban infantiles aunque, quizá, no lo fueran tanto. Es todo un clásico de la historia del cine.
Se cumplen ahora 75 años de su estreno y la película, al margen de aspectos técnicos, conserva todos sus valores estéticos y satisface en todo lo que el espectador demanda de ella que en nada difiere de los propósitos con que fue adornada cuando se concibió en 1939.
Mientras no se demuestre lo contrario, el propósito de quienes llevaron adelante el proyecto era entretener a la mayor parte del público, encuadrando tanto al mundo infantil como al adulto. De ahí que se echara mano de la fantasía, del terror, del exotismo, de la música, de los símbolos, del bien, del mal, de la familia, la amistad, el valor, el conocimiento…
De algunos de los valores que adornan al ser humano, pero en ningún caso hay mensajes ocultos como muchas opiniones declaran haber detectado. Estas afirmaciones de quienes se presentan como expertos, normalmente son producto de la impostura y el engaño a una sociedad que prefiere que todo se lo den hecho para poder aparentar que opina.
El caso más reciente que hemos visto por estas latitudes es el de los verificadores del desarme de ETA. Para empezar, ¿dónde se aprende a ser verificador; qué Escuela imparte ese título tan cercano al de mal actor según se ha visto en las imágenes televisivas? En el cine, y en el arte en general, ocurre lo mismo. De ahí que, ante tanta opinión, con visos de erudición, “El mago de Oz” se defina hoy en día como película de culto, que, en realidad, no sé lo que quiere decir y mucho me temo que tampoco lo sepan los que así la denominan.
Por otra parte, expertos en historia, en economía o en literatura, han examinado y analizado el film llegando a la conclusión de que no encuentran ningún significado político en la obra.
Que Oz es el nombre que el autor del libro original ideó para la localidad donde reside la inocente Dorothy, que se encuentra en los Estados Unidos no en ningún país lejano que otros cuentos utilizan, y que no hay que ver en estas dos letras el símbolo de onza como medida de peso del oro; que el hombre de hojalata, el león cobarde y el espantapájaros que la acompañan en su búsqueda de una vida mejor “en algún lugar sobre el arco iris”, donde ellos ven la posibilidad de encontrar el corazón, el valor y el cerebro de que carecen, como tantos y tantos seres que pueblan el mundo.
Por el camino amarillo piensan que será posible llegar hasta el mago que les implante las eficiencias de que adolecen, pero los caminos no son fáciles hasta lograr nuestras aspiraciones. Están llenos de peligros, de brujas y cuesta llegar hasta el fin.
La película está plagada de ejemplos,eso sí, a modo de moralejas, que los más pequeños asumen sin dificultad por la fantasía que los personajes derrochan, la simplicidad de los diálogos y la ayuda de unas canciones fáciles de asimilar y que, en su momento, posibilitaron a la película obtener el Óscar a la mejor música.
http://www.youtube.com/watch?v=PSZxmZmBfnU
“El mago de Oz” fue negro sobre blanco antes de convertirse en imágenes. Es un cuento, uno de los muchos escritos por Lyman Frank Baum, localizados en Oz.
La narrativa infantil y juvenil fue la especialidad de este escritor neoyorquino al que tantas veces se ha recurrido para llevar a cabo películas, series de televisión o versiones cinematográficas de su obra más famosa a partir de 1939 en que se convirtió en película.
Él había fallecido 20 años antes pero dejó un amplio legado que fue generosamente utilizado por quienes tuvieron acceso a lo conservado así como a realizar nuevas creaciones utilizando la base de Oz como tema argumental.