Hace unos días se ha repuesto, felizmente, en un teatro madrileño ‘Un marido de ida y vuelta’ uno de los títulos más populares de Enrique Jardiel Poncela. Casualmente, coincide en esta semana con la fecha aniversario de su muerte: el 18 de febrero de 1952. En esta ocasión no me viene a la memoria nada referente al comediógrafo, por la sencilla razón de que, como aficionado al teatro, su nombre lo tengo siempre presente.
Sí recuerdo, como lo recordarán muchos de quienes leen estas líneas, muchos de sus títulos en las carteleras teatrales de Madrid y de toda España ya que Jardiel Poncela, desde su primer estreno -‘Una noche de primavera sin sueño’- y aunque con altibajos de crítica, fue un autor de éxito. Del mismo modo lo fue en el terreno de la novela desde que, en 1927 publicara su primer título: ‘Amor se escribe sin hache’. Sin embargo pronto abandonó la narrativa, como anteriormente lo había hecho con la literatura ‘seria’ en la que se inició con una novela breve que apenas ha trascendido al gran público: ‘El plano astral’.
Jardiel Poncela acudió a la llamada del teatro alcanzando éxitos como los que le proporcionaron ‘Eloísa está debajo de un almendro’, ‘Angelina o el honor de un brigadier’, ‘Los ladrones somos gente honrada’, ‘Usted tiene ojos de mujer fatal’, ‘Un adulterio decente’ o la actualmente representada ‘Un marido de ida y vuelta’, que le han supuesto ser reconocido como el humorista más grande de habla hispana en el siglo XX.
Iniciado ya el siglo XXI el teatro de Jardiel Poncela se mantiene fresco, como cuando fue concebido porque se trata de un humor de calidad. Humor inteligente como él definió a su público cuando fue criticado por escribir para grandes masas. ‘Sí -respondió- para grandes masas encefálicas’. Algo muy diferente al teatro humorístico de la época, de poca calidad artística y cargado de costumbrismo chabacano y astracanadas, aunque con excepciones como Muñoz Seca de quien se manifestaba admirador al igual que de Charles Chaplin. Consciente de la renovación que el teatro exigía, Jardiel se propuso su evolución para dignificarlo, lo que no siempre fue bien recibido por parte de la crítica. Sus argumentos surrealistas, sus frases de doble sentido, las situaciones inverosímiles y sus estrambóticos personajes los situó en nuevas presentaciones escénicas cargadas de movilidad, con prólogos y acotaciones concretas en los libretos para facilitar el montaje, que constituyen una obra dentro de otra obra y que consigue, a su vez, que su teatro sea también para leer.. Por todo ello está considerado como inventor del teatro del absurdo, adelantándose a Ionesco y a Beckett, que como él, hacen de un texto burlesco un juego dramático y de un texto dramático un juego burlesco.
Jardiel es en su teatro, como de alguna manera lo fue en su propia vida,optimista, cínico, escéptico y original, dispuesto a salirse en todo momento de lo convencionalmente estipulado, pero sin recurrir en ningún momento a la carcajada burda sino tomando una posición de risa frente a la verdad. De ahí sus múltiples frases, objeto de catalogación en su obra ‘Máximas mínimas’ según se refirieran a la mujer (‘La mujer y el libro que han de influir en una vida, llegan a las manos sin buscarlos’), al matrimonio (‘Patrimonio es un conjunto de bienes; matrimonio es un conjunto de males’), a la seducción (‘A las mujeres les seduce que se las seduzca’), o al amor (‘El amor, a semejanza de los catarros, empieza poniéndonos febriles, sigue impidiéndonos salir de casa por las noches y acaba obligándonos a secar los ojos con un pañuelo’).
Su reaparición en los escenarios, de los que nunca ha desaparecido totalmente gracias principalmente a la labor encomiable de Gustavo Pérez Puig, y la favorable acogida por parte del público, demuestran que Jardiel Poncela permanece vivo porque lo está el teatro creado por él.
