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Cabecera La Hora de la familia

The Way We Were

Este año, a la abuela y a mí nos ha traído un extraordinario regalo extra: ni más ni menos que un concierto en directo del número uno, aquella quebrada e inigualable voz de ADAMO, con la que tantas y tantas parejas nos enamoramos…


En la noche madrileña, con romántica luna  incluida, aquéllas preciosas chicas nuestras lucían sus mejores galas y hermosura (que nunca pasa, a pesar de los años…): con legítimo orgullo de madres (y muchas abuelas), del ”deber cumplido” derivado de aquellos amores tempranos que les hacían soñar y cuyos sueños se hicieron realidad; y ”nosotros”, con nuestras canas y vida recorrida, ajustados a nuestros logros ya lejos de aquellos sueños de ser los números uno, los mejores, los ”únicos”: cada uno en su sitio y con sus logros (que no han sido pocos…).


En tan extraordinario ambiente, el cantante italo-belga desgrana una tras otra sus inmortales canciones que nos hacen de nuevo vibrar y volver a sentir ese escorcillo del corazón que compaginaba con alguna que otra lagrimilla romántica : Ella, La noche, Tu nombre, En bandolera, Mi gran noche, Era una linda flor, Une meche de cheveux, Cae la nieve y … Mis manos en tu cintura. La locura, el éxtasis, todos cantando, enloquecidos. Sesenta años por fuera, veinte por dentro… ¡¡EXPLOSIVO!!


La velada, como entonces, no se termina…pero, ¡ay, amigo qué grandes éramos! (y somos…). No hay prisa por volver a casa. La noche es nuestra y nuestro Amor también…Ya no queremos que vuelva a ocurrir aquello de que ”tu amor de noche me llegó y un claro día se me fue”…


A la mañana siguiente en casa, nos dicen que qué nos pasa: que tenemos un ‘algo’ especial los yayos en nuestros semblantes. Mejor que dar explicaciones, cogemos nuestro viejo LP (de vinilo, naturalmente) y lo hacemos sonar en ”nuestro” Telefunken. Hijos, nueras, cuñados, nietos, vecinos y demás familia se suman a la fiesta. Quedan absortos al escuchar tanta belleza, nunca lo habían oído antes. Yo corro a la cocina, preparo un barreño de ”cap” bien cargadito de azúcar y al cabo de unos minutos ya está montado el guateque: quien más quien menos con las manos en ‘su’ cintura: todos  bailando, todos bien agarrados, todos bien felices. Aquéllo huele a flor, aquello huele a Amor…


Tal como éramos…

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