Cuando una madre se va, hay que tener muy bien asentados los valores para afrontar la vida… el reciente fallecimiento de JUNIOR , acaecido ocho años después del de su mujer, la inolvidable ROCÍO DURCAL, y al parecer sin que nunca llegase a superar el trauma que para él supuso aquél suceso, me ha hecho pensar acerca de situaciones que, como a él le sucedió, se adelanta la esposa en marcharse de este mundo.
En la prolongada depresión vital en que JUNIOR estaba sumido hacía años, también tuvo su importancia el lamentable modo de reclamarle sus hijos la parte correspondiente de la legítima de la madre.
Aquellos hijos a los que, aún siendo niños, su padre les hizo ganar mucho dinero con exitosas canciones. Pero está visto que el egoísmo humano no tiene límites…
Este estado de cosas tras el fallecimiento de ROCÍO DURCAL, que han desembocado en la muerte de JUNIOR, me sirve de parangón con otras dos muertes acaecidas no hace muchos años, también de dos de nuestras más famosas cantantes. Me refiero a LOLA FLORES y ROCÍO JURADO. Las similitudes de los tres casos son evidentes.
En el caso de LOLA, la crisis familiar abierta tras su muerte, llevó al prematuro fallecimiento de su hijo ANTONIO, presa de un profundísimo hundimiento en la droga. En cuanto a ROCÍO JURADO, con su marido a punto de entrar en la cárcel, preso también de una entrega desenfrenada a la bebida.
En los tres casos, la desaparición de “la madre” lleva a finales terribles. Si generalmente la madre de familia es la pieza clave de ella, su eje fundamental, si, encima, es ella la que aporta los mayores ingresos, el “daño” es aún mayor. Casi infinito…
Claro que si se reflexiona a fondo, uno se pregunta por qué los consortes e hijos que sobreviven no son capaces de afrontar la nueva situación, por dura que parezca. Y ahí es donde se muestra con toda crudeza la realidad del problema: por falta de VALORES bien asentados que les ayuden a afrontar la vida con entereza, valor y determinación.
A saber cabalgar sólo, en suma.
