No me refiero a la itinerante exposición cultural (por cierto, recomiendo vivamente visitar la actual, en la preciosa ciudad abulense de ARÉVALO). Recientemente he tenido ocasión de asistir a una mesa redonda sobre las “edades” por las que el ser humano pasa a lo largo de su vida. Grandes expertos han volcado sus autorizadas opiniones al respecto. He aquí algunas de sus conclusiones.
La edad “biológica” es la definida por la edad de las células. Existen unas nuevas pruebas sanguíneas que permiten conocerla y con ello asomarnos a nuestra esperanza de vida real.
Le edad biológica y la edad “cronológica” (la que muestra el DNI), no siempre coinciden. Sabemos que la longevidad depende en un 25% de factores heredados y que un 75% tiene que ver con el estilo de vida: buena nutrición, ejercicio físico y mental, buena actitud, en suma. Por lo general, la variación de la edad biológica respecto a la cronológica suele ser de +/- diez años.
A continuación puede hablarse de una “edad psicológica”. Es un concepto difuso que cada cual se autoestima personalmente. El culto actual a la “eterna juventud”, con técnicas incluso de intervenciones quirúrgicas juega un papel relevante en ella. Es lo que se denomina “inconsciencia antiaging”. Y aquí viene como anillo al dedo el popular refrán castellano de que “aunque la mona se vista de seda…”.
Otra edad es la “edad aparente”. Esa que calculamos al otro, resultado de la visible combinación de genética, ejercicio, dieta, cuidados cosméticos y estéticos. Y hay que volver a lo mismo. Nada más tétrico que ver a un hombre o una mujer en el sexenio vestidos como si de veinteañeros se tratase. Ridículo a más no poder…
El círculo de edades analizadas por los expertos se cierra con la “edad social”. La que marcan las circunstancias económicas, laborales o familiares. Se mide por la contribución al trabajo y al grupo social en que se desenvuelve el individuo. También se la denomina “edad funcional”.
La jubilación marca una edad social por pertenencia a un colectivo con importantes cambios en diferentes aspectos: laboral, económico y de recursos. Educación, renta, edad y sexo son variables que influyen en gran medida para envejecer bien. Factores de personalidad como la curiosidad o la extraversión pueden resultar altamente positivos.
Ya en casa, y con la tranquilidad de poder analizar todos los datos, llego a conclusiones positivas sobre “mis” edades. Coinciden bastante en el tiempo todas ellas.
¡Estoy contento!