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Cabecera La Hora de la familia

“¿Dónde estabas, Dios?”


La joven madre, presa de un intenso dolor pidió a los médicos si podían dejarle unos minutos a su pequeño antes de llevarle al Instituto Anatómico para efectuarle las oportunas pruebas de contraste que ayudasen a la Medicina a avanzar en casos parecidos al sufrido por su hijo y que habían acabado con su corta vida.

Mientras acariciaba sus ondulados cabellos, desesperadamente se decía: “¿Por qué, Dios mío?, ¿Por qué me ha sucedido a mí?. ¿Dónde estabas cuanto todo esto ocurría?. Su dolor y desesperación iban  en aumento. Decidió cortar unos rublos para guardarlos de recuerdo.

Al llegar a casa, entró en la habitación de su niño y al ir a dejar el frasquito en el que había metido los cabellos sobre la repisa de su cama, encontró un sobre a su nombre con una carta que decía:

“ Mamá, ya estoy en el cielo. Seguramente pensarás adoptar a otro niño para que pueda jugar con mis juguetes. Pero mira bien que no sea una niña,  pues le costaría muchísimo adaptarse a los míos.

Nada más llegar, enseguida me han visto los abuelos. Me han enseñado todo esto. Es muy bonito. Y también nada más llegar he visto a un hombre joven que venía a mi encuentro. Lo he reconocido enseguida, era Jesús.

Me ha llevado a presentarme a su Padre, quien me ha tenido un rato largo sentado encima de sus piernas. ¡Qué bien me sentía, mamá!. Me transmitía un estupendo calorcito mientras me acariciaba las manos que me recordaba el que sentía cuando tú me cogías en brazos.

Me ha dicho que te escriba para decirte que cuando me intervinieron en el quirófano el otro día, él estaba allí. Como vio que la cosa se complicaba y no iba a acabar bien, pensó que lo mejor para mí era que me viniera ya por aquí. Y que pudiera pasear, correr y jugar tranquilamente, sin nunca más sentir dolor, prolongando innecesariamente mis sufrimientos y también los que te producían a ti mi enfermedad. Esto ya lo estoy viviendo mami y es maravilloso, no tener ningún dolor. Acertó totalmente.

He hecho ya algunos amigos y veo que hay muchos otros chicos por aquí, que seguro los iré tratando y nos haremos amigos. Todos son muy amables y simpáticos.

He oído también que se come “divinamente”. Estoy deseando que llegue la cena para experimentarlo. ¡Ah!, y también que se duerme estupendamente, sin ningún ruido en toda la noche y que, además, el aire por aquí no está contaminado y se respira muy bien.

Nada más mami. Me ha dicho el Padre de Jesús que te diga que en cuanto acabes de leer esta carta, se borrará y así sólo tú la habrás leído. Me dejó una pluma que me dijo era especial para escribirla.

No te olvides de que sea niño el adoptado. Y no te preocupes por mí. Estoy en buenas manos. Tengo a los abuelos, a Jesús, a su Padre y a todos  mis nuevos amigos.

¡Esto es guay!. Te quiero mucho más alto que nunca”.

Manolito

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