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Carta abierta a mi hijo pequeño

Querido Luis:

Durante años y años has estado haciéndome la pregunta que miles y miles de hijos hacían a sus padres: “Papá, ¿por qué somos del Atleti?”. Y como única respuesta, a modo jocoso, te decía: “Porque tenemos el mismo número de glóbulos rojos que blancos”. Y no te convencía para nada…

Tenías sólo siete años cuando vistes por última vez ganar una Liga (y una Copa) al equipo de tus amores. Y, a pesar de que te decía que eso ocurría muy de vez en cuando, tu infinita inocencia infantil te llevaba a soñar, año tras año, que volvería a pasar…

Te llevé en esos terribles años a conocer el infierno, al estadio Vicente Calderon. Años de plomo en que teníamos que sufrir hasta lo indecible. “Bajando y subiendo de las nubes”, como dice nuestro glorioso himno del Centenario.

Y tú ahí, firme al desaliento, forjándote en valores de fortaleza, ánimo, esperanza, amor a unos colores por encima de todo y de todos.

De esos compañeros tuyos de Colegio que cada lunes negro se reían de tu dolor y sufrimiento y te restregaban sus triunfos y logros. Y tú, llorando a solas amargamente en tu habitación. En tu santuario lleno de banderas y fotos para el recuerdo. Con tu “niño” presidiéndolo todo. Apretando los dientes, tragando saliva, haciéndote un hombre. Fortaleciendote en las derrotas y adversidades y levantándote tras ellas. Más fuerte, más animoso, más hombre…

Hasta que un día…

Volvió un icono atlético de aquellos dorados años del doblete. Argentino. Con unos huevos de caballo y una sangre caliente, febril, atlética de pura raza. Se puso al mando de unos cuantos valientes. Inasequibles al desaliento. Con hambre de triunfos. Con sed de Copas, de victorias. HOMBRES, que no nombres, de raza, de una pieza.

Y…

Ahí comenzó un glorioso quinquenio de triunfos, de gloria atlética, de ganar a equipos que quintuplican el presupuesto del Atleti. Que en un solo fichaje se gastan el presupuesto del Atleti de todo un año…

En fin, hijo mío, por fin puedo contestarte a tu pregunta: que como estás curtido en la derrota, sabes llevar con elegancia, con hombría de bien estos tiempos de gloria y victorias.

Respetando al enemigo caído y derrotado. Pero con la mejor de tus sonrisas clamando fuerte al cielo:

“¡AÚPA ATLETI!”.

Tu Padre, que te quiere,

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