Mi mujer es una ”rastrillera consumada”. No sólo no se pierde un rastrillo, sino que organiza por estas fechas uno en nuestra Parroquia y, claro, me arrastra la corriente y ahí me tenéis de feria en feria. Realmente son bonitos, divertidos y sobre todo con un fin benéfico, que es lo importante.
Hay cosas realmente interesantes de adquirir, baratas y muchas de ellas prácticamente nuevas. Las más solicitadas son los juguetes, hacen las delicias de los peques, como no podía ser de otra forma. Pero hay de todo: ropa, regalos para la casa, de uso personal, cuadros, bisutería…en fin, un auténtico mercado persa.
Y leyendo estos días datos de lo que los españoles nos vamos a gastar por persona en Navidad (¡más de 600 euros!), se me ha ocurrido organizar uno en casa para toda la familia. Creo que vamos a matar varios pájaros de un tiro.
Primero, enseñaremos a los peques a compartir; valor que sin duda cada vez escasea más, por desgracia; y que si no se adquiere en la infancia difícilmente se podrá vivir después. Y además, les hará ilusión poder jugar con aquélla muñeca ó coche de la prima o hermano que siempre quisieron tener…
Las cuñadas intercambiarán sus bisuterías y demás cosillas que les hermosean y siempre pensaron que ”a mí me sentaría mejor”… Los cuñados y hermanos, pues ya se sabe, las corbatas que ellas nunca acertaron a regalarles a su gusto (cada uno piensa lo mismo:”mi cuñada sí que tiene gusto”….).
Y por último, también nosotros, los yayos, podremos intercambiar libros leídos, fotos de recuerdos, décimos de lotería, viejos trastos, qué se yo; de todo, en suma. Y todos contentos. Gratis total. Seguro que con ello rebajaremos esa impresionante cantidad de euros per cápita, que también es importante.
Esos lazos de amor y familiaridad que tal vez a lo largo del año han quedado un tanto enfriados (¡Ah, las distancias en la grandes ciudades causan estragos!). Pero la Navidad acerca y calienta, y el rastrillo también…