Inicialmente pienso que es igual. Lo importante es la criatura en sí, con la carga de amor y alegría que siempre comportan. Pero si recapacitas un poco, tal vez no sea tan igual…Veamos.
Desde luego, de pequeñines sí que no hay diferencias. Lactancia, primeros pasos, primeras palabras, primeras emociones, en suma, sí que no marcan distancias. Empiezan con los primeros actos del uso de razón.
Los juegos siguen marcando diferencias: ellos continúan priorizando el balón y ellas tienden, eso sí, cada vez más a irse igualando; la práctica deportiva está desarrollándose casi a la par. En todo caso, la limpieza, el aseo y las roturas de calzado y demás complementos siguen puntuando a favor de las féminas, no cabe duda.
En la vida estudiantil, parece que la brecha se abre cada vez más a favor de ellas. Los resultados así lo avalan. Y también en la consecución de puestos de trabajo y fidelización en los mismos (y encima piden más igualdad; ¡si lo tienen todo copa-
do!…).
Sobre los primeros escarceos fuera de casa, la cosa también se va igualando a marchas forzadas. Tabaco, primeros tragos y primeras tardanzas en volver no van siendo ya exclusivas de ellos, ni mucho menos…Aunque qué duda cabe que los padres se siguen preocupando más si son ellas las que se retrasan…
Cuando llegan las bodas (si llegan…), pues ya se sabe: ganas un hijo (el yerno)/ pierdes un hijo (cuando es él el nuestro). En esto no parece que haya habido cambios. La vida sigue igual…
¿Y respecto a nosotros, los de la tercera edad?. Creo francamente que aquí vuelve de nuevo la igualdad. Ellas tiran hacia los yayos, ellos para con las yayas…
En fin, amigos, repasando lo señalado, me quedo con “niña”, egoístamente visto. Por eso, esperando como estoy mi primera nietecilla, pues me encuentro doblemente contento…
¿Qué opináis al respecto, niño o niña?
