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Cabecera La Hora de la familia

Santo y Sir

El 6 de Julio es la onomástica de uno de los grandes hombres de la Historia: TOMÁS MORO, Santo para la Iglesia Católica, Sir para el Imperio Británico. Ahí es nada la contradicción…


Fue el paladín de la  libertad de conciencia (libertad de voto, se diría actualmente). Y aunque no sea al uso hoy en día tal libertad (disciplina de voto es lo que se estila), sin embargo, los Parlamentarios europeos le nombraron su Patrón. Paradigmas de lo políticamente correcto…


Tomás Moro fue ante todo marido y padre ejemplar. Los tristes avatares de su joven viudez no le hicieron perder el norte de su maravillosa paternidad. Tuvo gran recompensa en los tristes últimos días de su vida, cuando su ”predilecta” hija Margarita le consoló estrecha y amorosamente. Hasta el extremo heroico de pedir ser enterrada con la cabeza (cortada en el patíbulo) de su Padre sobre su pecho. (Cuantas veces he visitado la tumba de Moro en Canterbury no he podido dejar de rememorar el hecho…).


Su obra cumbre, UTOPÍA, fue premonitoria de sus sólidos principios que le costarían la muerte al no abdicar de ellos. ¿Cuántos políticos de hoy perderían su poltrona por llevar la contraria al ”Jefe”?… Parafraseando a Shaw, su UTOPÍA contenía el subliminal mensaje de que ”algunos hombres ven las cosas como son y se preguntan por qué. Yo sueño cosas que nunca han sido y me pregunto por qué no”…


De sus relaciones con Erasmo de Rótterdam y nuestro Luis Vives surgió la maravillosa Escuela del Humanismo Cristiano, que a pesar de que nuestros actuales próceres europeos no lo hayan querido reconocer en la non nata Constitución Europea es, sin duda alguna, el germen de nuestra civilización Continental.


He leído mucho sobre Tomás Moro. Siempre me he sentido atraído por su persona y personalidad y si me tuviera que quedar con alguna de sus magníficas sentencias, para la etapa vital en que nos encontramos como MAYORES, rescataría aquella de que ”cuando un enfermo se encuentra con un médico alicaído y triste, su enfermedad se agudiza; si por el contrario el médico se muestra alegre y confiado, la enfermedad tiende a sanar”…


Santo Sir Thomas Moro, ¡ruega por nosotros los utópicos!

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