;
Cabecera La Hora de la familia

Amada mía

Respondo a la carta de mi amada mujer con otra que lleva el mismo grado de pasión…

Recibo tu preciosa carta. Creo que no recibía una tuya desde que comenzamos nuestra vida en común, hace ya más de cuarenta años. Como alguien nos dijo entonces, vividos en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza…

Alegría de sentir día a día cómo nuestro amor se iba enriqueciendo, nunca estancando, siempre en aumento. Claro, limpio, fiel, desinteresado. Como eres tú, como es tu corazón, como es tu sentimiento.

Comencé amándote con los ojos, seguí amándote con el corazón y ahora, además, también te amo con la mente. Amor total, vida mía.

Durante cuarenta años no has dejado un solo momento de estar pendiente de mis deseos, de mis necesidades, de darme todo cuanto me podía hacer más feliz. Sabiendo anteponer ése grado de felicidad ajena, la mía, a la tuya propia. Si AMOR es desprendimiento y generosidad, el tuyo para conmigo ha sido totalmente desprendido y absolutamente generoso. Hasta el infinito.

Como desde aquél lejano primer año, te sigo viendo bella, excelsa, exquisita y única. Maravillosa. Manteniendo esa mirada que sigue siendo el centro de mi universo vital. La que sigo buscando con la misma ilusión para ver en ella reflejada la plenitud de la vida, la plenitud del AMOR.

Ahora que tenemos más tiempo para nosotros y menos para los demás, quiero decirte, mi amor, que así tengo más horas para disfrutar en tu cercanía, en tu maravillosa compañía. Vivir más cerca es amar más, querer más, desear con todas mis fuerzas que pase el minuto presente para disfrutar del siguiente…

Sigo sintiendo también, como desde el primer día, las miradas de muchos hombres dirigidas hacia mí al verme compartiendo la felicidad total a tu lado. Deseosos de poder ocupar, aunque sólo fuera por un instante, mi trono consorte. Junto a ti, junto a tu belleza, junto a tu hermosura, junto a tu frescura vital, junto a tu halo de paz y felicidad. Junto al sumun de todo ello que tu sola presencia significa.

Te diré algo, amada mía, que me runrunea últimamente noche y día. Ahora que voy sintiendo acercarse el tiempo del más allá, no siento ninguna pena por ello. Al contrario, pienso (y me llena de alegría) que allá arriba, donde no hay horas ni días ni noches que contar ni tiempos que descontar, podré así disfrutar de tu AMOR aún más intensamente, sin interrupciones ni descansos. Permanente vivir continuo, amor sin pausa. Felicidad eterna, en suma.

Hasta que llegue esa hora, querida mía, aquí seguiré disfrutando y viviendo de tu amor, de tu compañía, de todo tu ser y sentir. De todo lo que, en suma, ha sido la razón de mi propia vida y que tú has logrado que así haya sido.

Todo entero tuyo, que nació para quererte y vive para adorarte,

R.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>