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Cabecera La Hora de la familia

Memoria histórica

El otro día he tenido ocasión de asistir a una amenísima conferencia-tertulia con el jugador más grande que ha habido en la historia del fútbol mundial: Alfredo Di Stefano (no me duelen prendas, a pesar de mi sentimiento atlético; las cosas como son…).


Comentó (ahora ya se puede decir) que, efectivamente había llegado a fichar por el Barça y Kubala (el número dos mundial) por el Madrid. Pero intervino ”El Pardo” y se trucaron los fichajes. Así, tal cual, a partir de ahí, cinco Copas de Europa seguidas…


Dice la ”saeta rubia” que la cabeza no está para darle al balón, sino para pensar – ¡y eso lo dice quien era un magnífico cabeceador!- pero, claro, se refiere a que para jugar bien al fútbol (como para todo en la vida) hay que pensar con la cabeza, antes de actuar.

También plantea la siguiente derivada: el balón está hecho con cuero, que sale de la piel de las vacas; y estas comen hierba, por lo tanto, el sitio natural del balón es ir a ras de suelo; jugar raseando, al pie, nunca al pelotazo, como dicen los que entienden. Gran filosofía futbolística, que se aplicaba el maestro a sí mismo.


Una anécdota muy graciosa en relación con aquél histórico gol de tacón en maravillosa pirueta que le marcó al Valladolid (y que sirvió durante muchos años como icono publicitario en los carteles anunciadores de los partidos del Madrid); dice Di Stefano que según le venía volando el balón, le gritó a su amigo Coque (defensa de los de Pucela): “Lola” y el bueno de Coque se giró a la grada pensando que allí estaba la Lola (Flores) de sus amoríos; dejó, pues, libre de marca al delantero y así fue cómo Di Stefano inmortalizó el golazo…


Criticaba el Maestro la aparición de las tarjetas porque cambian la dinámica del juego en sí. Es tal la manía que le ha entrado a la gente que a veces se celebra tanto o más que un gol el que se muestre una tarjeta (y si es roja, el éxtasis…).


Mi única intervención en el coloquio fue para preguntarle a qué achacaba la actual sequía goleadora del fútbol. Sencillo y genial, contestó: “ya sabéis vos: la mejor defensa, un buen ataque… pero claro lo moderno es no hacer nada de lo que dijeron los antiguos”.

En el vino servido a continuación tuvimos ocasión de rememorar viejas tardes de hipódromo pues Alfredo era también gran aficionado a las carreras de caballos. Aquellas inolvidables rectas finales cabeza a cabeza de los Carudel y Román Martín a punta de látigo (¡qué maravillosas  tardes en los felices 60!).


Le puse al día de mi querido proyecto político para los MAYORES (PDMA) y con su cariñoso deje porteño se despidió diciéndome: ”¡contad conmigo, viejo!”…

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