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Cabecera La Hora de la familia

Pulcritud

La pulcritud es una de esas excelentes costumbres que, por desgracia, va cayendo en desuso. En las familias tenemos que poner todo de nuestra parte para que la convivencia sea posible y evitar el caos que su ausencia puede producir. Educación, cultura y buenos modales deben ser  parte consustancial de la personalidad.


En la mesa seguramente se mostrará el nivel de cada cual. La fruta y el pescado no es que no gusten muchas veces; es que se rehuye el uso del cuchillo adecuado y el pelar la pieza. Uvas, plátanos y aquellas frutas que no requieren ”esfuerzo” son menos rechazadas. Un inolvidable maestro de mi infancia recuerdo que nos decía que la limpieza de una casa se plasmaba en cómo quedaba la mesa después de comer en ella.


El automóvil es como una prolongación de nuestra persona. Y hay algunos que mejor no entrar en ellos. Seguramente los ceniceros se llevan la palma. Aunque soy un fumador empedernido, he de confesar que nunca  fumo en ellos; y en casa (hasta ”el Tripartito”) sólo se usaban los de agua. Tengo auténtico odio a los convencionales: el olor de las colillas me causa náuseas…


El ”buen vestir” no hay que confundir con clasicismo ni antigüedades; se puede ser muy clásico o muy moderno, pero siempre pulcro. Y tampoco hay por qué tener un ropero de cien trajes y doscientos zapatos. Uno de los personajes que año tras año era elegido como el hombre más elegante de España era el presidente del Banco Popular, Luis Valls, ya fallecido. Era un hombre de una recta y loable modestia y sólo tenía ¡dos trajes!. Su pulcritud le hacía merecedor del galardón, en competencia con otros candidatos de los de a traje por día y ocasión…


España es el país de la UE de mayor consumo en colonias y perfumes; no es que lo critique, pero mi pregunta es, ¿estaremos también a la cabeza en aseo e higiene personal? No se si habrá datos fiables al respecto, pero personalmente siento ”vergüenza hispana” al comparar los W.C. públicos con los de nuestros vecinos del norte, cuando me doy alguna vuelta por ahí. Parafraseando a mi mencionado maestro, podríamos decir que la limpieza de un país se muestra  en el estado de sus ”servicios”…


Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa. Los cajones pueden ser un buen elemento de contraste para medir nuestro grado de orden y pulcritud. ¿Lo llevamos a cabo realmente tanto en nuestros enseres personales como en los de casa?. En la mía tengo que confesar que, entre otros defectos, cada vez que se busca el teléfono para llamar, nunca está en su sitio. Cosas de la modernidad, dice la abuela. Y jurando en arameo, acabas usando el móvil como único medio de poder llamar.


¡Vivan los fijos, muerte al inalámbrico!…

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