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CONCIERTO EN EL RETIRO

“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”, escribía Antonio Machado. Los míos, entre otros, y ninguno de ellos ligado a los cítricos, son los conciertos en el parque de El Retiro madrileño, ese parque refugio de Mingote y emblema de Madrid que el Conde Duque de Olivares regaló a Felipe IV, allá por la primera mitad del siglo XVII, y donde Calderón y Lope estrenaron varias de sus obras en el edificio construido como teatro. Desde muy pequeño, mis padres me enseñaron a escuchar música y por tanto a quererla. Música de todo tipo, pero recuerdo con especial agrado la que escuchaba a la Banda Municipal de Madrid que, en el templete de El Retiro, instalado en la plaza del Maestro Villa como no podía ser de otra manera por ser su fundador, actuaba los domingos por la mañana tanto en primavera como en verano. Del mismo modo que lo sigue haciendo hoy en día. En plenos calores de julio y agosto lo hacía los sábados por la noche, algo que hoy se ha suprimido siendo los conciertos siempre en la mañana dominical. Allí me llevaban mis padres, entre otras cosas porque era gratis (seguramente la principal de las razones) y se respiraba aire fresco; a “oír a la banda”, algo que yo hacía alcanzando, casi, el éxtasis. Permanecía inmóvil, escuchando y fijándome en los movimientos con los que el director daba carácter a la interpretación conjunta. Una simple mirada más o menos severa, una insinuación con la cabeza, un gesto con la mano o con la batuta y todos los músicos aumentaban o disminuían la velocidad, intensificaban o suavizaban el volumen según las indicaciones directoras y aceleraban o retardaban el ritmo. Me atraía aquella figura y me sigue atrayendo hoy en que sigo sin comprenden del todo cómo el oído de una persona es capaz de distinguir, uno por uno, el sonido producido por 80 músicos o más.


Los programas de la Banda se componían de música clásica, con alguna incursión en los temas populares que conforman los pasacalles, las jotas o los chotis, piezas casi siempre extraídas del repertorio de zarzuela. Ello suele ofrecerse en la primera parte, dejando la segunda para obras de mayor enjundia sinfónica. Porque la Banda, la popular y ya centenaria Banda Municipal, añade actualmente a su definición lo de Sinfónica, carácter que le imprime su sección de cuerda grave unida a los habituales instrumentos de viento. Allí está el amigo Mariano, con su violonchelo, retrasando cada vez más su jubilación teniendo en cuenta lo feliz que se encuentra interpretando a Beethoven, a Mozart, a Brahms, a Chueca, a Guerrero o a Alonso, al que el pasado domingo homenajeó la Banda con ocasión del 125 aniversario de su nacimiento. Y como volverá a hacerlo durante las madrileñas fiestas que Madrid dedica a San Isidro, su Patrón. Nosotros también podemos hacerlo desde aquí con una versión más cercana a la original, ya que no fue concebida para banda.


http://www.youtube.com/watch?v=cnLggHMlieY


Dirigía como titular, durante mi infancia, Jesús Arámbarri, un apellido que se me quedó grabado, por su rotundidad, quizá, con el que más adelante en el tiempo y más curtido en las experiencias musicales me lo encontraría nuevamente al frente de la Orquesta Nacional, con el mismo éxito que le acompañó durante su etapa como titular al frente de la formación que creara el Maestro Ricardo Villa en 1909.


De adolescente, y convertido definitivamente en un buen aficionado, asistí cuanto me fue posible ante cualquier oportunidad concertística, pero sobre todo a los conciertos de la Orquesta Nacional de España. Los viernes por la tarde en el Palacio de la Música y en la mañana de los domingos en el teatro Monumental. Al frente de ella, con Ataúlfo Argenta como titular, vi empuñar la batuta, como directores invitados, a los nombres más destacados de la dirección de orquesta y escuché las obras más importantes del repertorio clásico junto a otras más experimentales de Halffter, por ejemplo, a las que el ya fallecido Odón Alonso se enfrentaba sin ningún tipo de oposición a su vanguardismo, con el peligro que siempre conlleva un estreno ante un público exigente y demandante, en su mayoría, de las normas tradicionales. De contemplar y admirar el trabajo de estos directores surgió en mí la vocación de convertirme en director de orquesta sinfónica, pero todo quedó en la mente y el deseo, ya que apenas superé los primeros años de solfeo. Es mi gran frustración.


La costumbre o tradición de las bandas de música es aplicable a casi todos los pueblos, más aún a las capitales, que en número mayor o menor de componentes y con mayor o menor fortuna artística ofrecen su música a los vecinos de la localidad. Desde ellas se crea afición y en algunos casos hasta vocación. De su popularidad no hay más que fijarse en la zarzuela “La alegría de la huerta” donde el maestro Chueca, con toques de humor, introdujo una banda en el desarrollo argumental de la obra. Una banda de aficionados donde el que toca la caja confiesa hacerlo “de oído”, teniendo en cuenta que es sordo. A la hora de llevarlo a una sala de conciertos la situación se corrige, naturalmente, y todos los músicos se dejan guiar por la partitura.


http://www.youtube.com/watch?v=3qNf9PGHrnM


Esa afición que hace años se despertó para muchos, en la actualidad se ha extendido entre personas de cualquier edad que ven atendido su interés en la multitud de escuelas municipales de música creadas en casi todos los municipios. Escuelas de iniciación musical complementadas por otras de carácter superior. Ello ha dado pábulo a la creación de numerosas orquestas que, además de proporcionar cultura, conforman un determinado número de puestos de trabajo. La situación nos llevaría a recordar la frase que Cervantes cita en El Quijote: “Donde hay música no puede haber nada malo”. Pocas frases tienen un sentido más auténtico, ya que gracias a la música lloramos, sonreímos, recordamos… es algo inherente a nuestras vidas. Pero en peligro hoy en día para nuestro bienestar social y cultural. Muchas de las orquestas creadas recientemente como consecuencia del interés colectivo que la música ha despertado, se ven amenazadas de desaparición a causa de la crisis que nos azota de norte a sur y de este a oeste. Otro tanto puede decirse de esas escuelas municipales para las que se piensa en privatizaciones. La eminente musicóloga Paloma O’Shea, que además de estar casada con el más importante de nuestros banqueros –Emilio Botín– es Directora de la Escuela Superior de Música Reina Sofía que alberga a alumnos de reconocido talento musical procedentes de todo el mundo, ha denunciado públicamente la situación de peligro para la música y los músicos. Refiriéndose a la crisis económica que España padece ha sido rotunda: “Es inevitable decidir qué gastos son imprescindibles y cuáles no. Es momento de afinar bien los golpes, porque cortar por donde no se debe puede tener consecuencias graves. Lo importante, en cualquier caso, es preservar a toda costa las constantes vitales del país, aquellas funciones que lo mantienen vivo y lo harán llegar en buenas condiciones a una época más positiva que, antes o después, tendrá que acabar viniendo. En mi opinión, una de esas funciones clave es la cultura y, más concretamente, la música. Sin ellas, la sociedad diluirá su conciencia colectiva y relajará los lazos que la mantienen estructurada. A fin de cuentas, es en la música y en las demás facetas de la cultura donde se concentra el espíritu de la nación y donde se representa con más claridad nuestra voluntad de convivir, de compartir derechos y deberes y de existir como sociedad organizada. Creo que no debemos tocar la cultura más que como ultimísimo recurso. Sería un grave error desmantelar activos culturales como orquestas, teatros o festivales, porque el tiempo y el dinero que requeriría su reconstrucción posterior es inmenso en comparación con el ahorro que pueda producir hoy su cierre.”


Paloma O’Shea está cargada de razones que para nada tienen que ver con el sentido corporativista que cabría pensar, sino con el simple raciocinio ya que, como manifiesta, “A fin de cuentas, es en la música y en las demás facetas de la cultura donde se concentra el espíritu de la nación y donde se representa con más claridad nuestra voluntad de convivir, de compartir derechos y deberes y de existir como sociedad organizada.” La música ya no representa un refugio al que pertenece un club selecto de privilegiados ni tampoco es la solución social para la “niña de casa bien” a cuyos padres se les cae la baba cuando “ejecuta” –porque casi siempre se trata de una “ejecución”– el “Para Elisa” de Beethoven o la “Marcha turca de Mozart. La música se ha convertido en un acto de cultura y de ocio popular y constituye una de las claves de la España moderna y europea. Ellos nos ha llevado a conformar una amplia estructura orquestal muy lejos de aquellas tres o cuatro orquestas sinfónica que hace poco más de 30 años podían alcanzar esa categoría. Y con ellas, la proliferación de conservatorios y auditorios de titularidad pública o privada que hoy constituyen una extensa red en el seno de nuestra geografía. Suprimir alguno de ellos o hacerlo con alguna orquesta equivale, más que despedir a un centenar de músicos enviándolos a incrementar las listas del paro, a impedir, además, el camino profesional de muchas vocaciones procedentes de todas las clases sociales. De darse esa actitud no haremos más que retroceder a tiempos muy criticados pero a los que nos llevará la involución causada por quienes ignoran los beneficios de futuro que la cultura proporciona. ¿Tendrán nuestros políticos sensibilidad suficiente para darse cuenta del atropello social y artístico que pueden cometer si en su obsesión reductora de gastos no son capaces de apreciar las consecuencias si la aplicación no es la correcta? De momento, aunque no estoy instruido en el futuro de lo que pueda suceder a la Banda Sinfónica Municipal de Madrid, la seguiremos escuchando en las mañanas dominicales igual que cuando éramos niños. Ahora, llevando a nuestros nietos para que sus mentes comiencen a asimilar la música. Y al terminar el concierto, como entonces, les podemos comprar barquillos para que los coman mientras contemplan el espíritu marinero con que las parejas surcan las aguas del estanque próximo al templete de El Retiro, en Madrid.


http://www.youtube.com/watch?v=qMT0E07UVRw&feature=related

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