Hace no demasiado tiempo, para documentarnos sobre un determinado tema o personaje no había más remedio que recurrir a esa Enciclopedia que, en tomos voluminosos adquiridos a plazos, ocupaba un lugar destacado en alguna estantería preferente de la mayoría de los hogares, junto a las obras completas de Alejandro Dumas y un ejemplar de El Quijote con el lomo intacto al no haber sido nunca abierto ni, por tanto, leído, además de algún que otro título de la literatura estándar. Aquellos libros daban empaque cultural a sus propietarios y estaban colocados bien a la vista para poder ser contemplados por las visitas. Hoy en día, ese tipo de decoración ha pasado a mejor vida y el lugar preferente del salón es ocupado por un ordenador que, entre otras de sus muchas cualidades, nos sirve para acceder a Internet, el gran descubrimiento de los últimos tiempos; el juguete ideal para niños y mayores, para el ama de casa y el empleado (aunque de éstos cada vez queden menos), para los militares sin graduación, para los mediopensionistas, para ellas y ellos, para iniciados y aprendices, para el nene y la nena.
El uso de Internet tiene muchas aplicaciones, aunque muy pocas se realicen correctamente y con sentido, y una de ellas es despertar nuestra memoria, aunque en muchas ocasiones sea de forma involuntaria; sin proponérnoslo. Entramos en Internet con idea de localizar algo concreto y en esa localización nos vamos encontrando, por derivaciones de las páginas a las que vamos accediendo, con aspectos inesperados: situaciones de las que en tiempos pretéritos fuimos testigos, al menos en contemporaneidad; de personajes cuyos hechos y rostros nos fueron familiares en algún momento pasado, o de artistas de cuya fama y popularidad dimos fe notarial. Podemos volver a vivir el triunfo de nuestro equipo de fútbol favorito hace 50 años, o el de determinado torero en la Feria de San Isidro de 1960, o el Tour de Francia y el helado de vainilla que se comió Bahamontes en la cima de la Romeyre, en 1954. Todo está en Internet y si no está es que no ha ocurrido. A mí, como en otras muchas ocasiones, me ha sucedido hoy. Estaba tratando de localizar algo y unas direcciones me han ido acercando a otras a la vez que me alejaban de mi propósito inicial de búsqueda, que es lo que siempre pasa. Llega un momento en que se olvida el motivo de la búsqueda inicial. Es así como me he dado de bruces con el nombre de Jorge Sepúlveda, del que las jóvenes generaciones seguro que no tienen la menor noticia. Ni siquiera por coincidencia de nombre y apellido como puede suceder en el caso de los José Guardiola, uno actual entrenador del Barça y el otro cantante de éxito en tiempos que pasaron. Sin embargo, aunque no excesivamente, sí que esa juventud ha escuchado las canciones de Sepúlveda que en otros tiempos sensibilizaron corazones o alegraron momentos cuando no se daban otras situaciones de alegría. Hay un programa de televisión donde una de las pruebas consiste en acertar la canción que se propone, muchas de ellas antiguas, con sólo unos compases. Tanto los concursantes como los populares que les acompañan, aunque desconozcan el título de la canción, son capaces de tararearla; les suena cuando menos. Es lo que ocurre con la mayoría de los títulos de Jorge Sepúlveda. Lo que ocurre hoy, porque hace 50 años eran del dominio común, como lo era la popularidad de su intérprete.
http://www.youtube.com/watch?v=lPgaTs4B7LU
De Jorge Sepúlveda (1917-1983) existe la creencia de que era santanderino, quizá por la admiración que constantemente manifestó con sus canciones a la capital cántabra. Otros hubieran apostado por considerarle mallorquín por tener su residencia en la capital balear donde falleció, pero era valenciano, y nada de Sepúlveda ni Jorge que vaya usted a saber por qué adoptó tanto el apellido como el nombre cuando el verdadero era Luis Sancho Monleón. Cosas de los artistas que encuentran en los seudónimos mayor atractivo para su presentación en público. Hay quien considera que lo hizo para camuflar su verdadero nombre muy identificado con el bando republicano durante la contienda civil. Lo cierto es que nadie le persiguió cuando ésta terminó, permitiéndosele trabajar y triunfar, cuando destapar una identidad es cosa de meritorios en los departamentos de Inteligencia. Esconderse en determinadas circunstancias no tiene sentido, menos cuando se goza de popularidad.
http://www.youtube.com/watch?v=VgOohwrgqIU
Jorge Sepúlveda se inició profesionalmente en el mundo de la canción, ahora hace 70 años, de ahí que la mayoría de nosotros, habitantes de Mayormente, hayamos sido arrullados con sus melodías, bien fueran entonadas por él a través de la radio, bien por nuestras cantarinas madres. Según nos íbamos incorporando a este mundo él iba acrecentando su éxito. Hasta ese 1942 en que se decidió por la música, Sepúlveda se ganó la vida como contable, algo que en aquellos tiempos marcaba mucho tanto en el carácter como en la sobriedad del aspecto. Jorge Sepúlveda también se imprimió de ello y de ahí, digo yo, su seriedad en escena así como su pulcritud. No llevaba manguitos, como en las comedias de costumbres se nos muestra a los contables, pero sí lucía frac o esmoquin en sus actuaciones que, tras un breve intento en la capital maña, se iniciaron en la sala de fiestas Casablanca de Madrid, situada en la plaza del Rey, frente al circo Price. Allí comenzó su carrera de éxitos que alternó con los de Antonio Machín y Bonet de San Pedro, también especializados en el género del bolero. El bolero supuso toda una forma de vida musical durante un tiempo, sustituido hoy por la llamada balada. Jorge Sepúlveda lo cantaba, con una suave entonación y delicada armonía, con voz grave y sobriedad de gestos que conformaron en más de una ocasión, la fusión de parejas y el definitivo “sí quiero” de las que dejaban llevar sus impulsos por su romántica melodía.
http://www.youtube.com/watch?v=S5-b20pC9x4&feature=related
Aunque en el bolero encontró su mejor forma de expresión musical, Sepúlveda abordó otros ritmos entre los que no podía faltar el pasodoble. Para ello, escogió uno compuesto por el actor –este año nonagenario– Tony Leblanc
http://www.youtube.com/watch?v=_G2aN00ZDn0&feature=related
Español, porque el pasodoble no puede tener otra nacionalidad. Tampoco el chotis, aunque su origen esté en Centroeuropa y la voz alemana “schottisch” se traduzca como “escocés”. Y a ritmo de chotis también se manifestó Jorge Sepúlveda, con un tema al que se dedicaron infinidad de versiones como fue “Monísima”, compuesta por Agustín Lara.
http://www.youtube.com/watch?v=4x52rRLkQWQ&feature=fvwrel
Lo de monísima es como más coloquial, pero ¡guapa! es más rotundo, lo que dicho como piropo es tan apreciado ahora como lo era entonces, aunque en los tiempos de Jorge Sepúlveda para hacerlo más definitivo lo repetía tres veces: por si con una no era bastante.
http://www.youtube.com/watch?v=j8BvJEwZ17g&feature=related
Por si se presenta la duda ante terceras personas, conviene dejar aclaradas algunas cosas. Por ejemplo en el caso de la pareja elegida. Además con argumentos de las muchas características que la envuelven.
http://www.youtube.com/watch?v=z41_CWrd_rQ&feature=related
Claro que no siempre se encuentran esos atractivos y es cuando el amor se hace imposible, aunque dicho cantando la cosa se hace más llevadera por parte de la persona rechazada. “No te puedo querer”, compuesta por Carmelo Larrea al que se deben numerosos títulos populares entre los que destacan “Camino verde” y “Dos cruces”.
http://www.youtube.com/watch?v=kvvFCZcuynQ&feature=related
El maestro Francisco García Morcillo compuso infinidad de canciones, incorporadas al mundo de la copla casi todas, que fueron interpretadas por todos y todas las grandes figuras del momento. Entre esas canciones hay una que ha conocido infinidad de versiones tanto de artistas españoles como extranjeros. Es el caso, por poner sólo dos ejemplos en este sentido, de Nana Mouskouri y María Dolores Pradera que tienen incorporada a su repertorio la célebre “María Dolores”, a cuyo nombre el autor y todos sus intérpretes, entre ellos Jorge Sepúlveda, decidieron cantar un bolero.
http://www.youtube.com/watch?v=ydqGVgna6p4&feature=fvwrel
Existen iglesias y monasterios dedicados a Santa Clara tanto en España como en Colombia, en Portugal o en Italia y es a éste, el de Nápoles, al que Jorge Sepúlveda cantó en uno de sus temas más populares.
http://www.youtube.com/watch?v=BBwXM6f_63w&feature=fvwrel
Puestos a cantar a la monumentalidad, Jorge Sepúlveda también cantó a toda una ciudad como la mediterránea Barcelona a la que calificó de bonita. ¡Qué menos!
http://www.youtube.com/watch?v=EfW_CPsNoys
En plan totalmente edulcorado, tan frecuente en los tiempos que le tocaron vivir al artista valenciano, pero cargado de melodía con el añadido del tañer de campanas, “Campanitas de la aldea” supuso una imagen bucólica entre todos los temas románticos que destacaron en su repertorio.
http://www.youtube.com/watch?v=mnN108nRXCQ&feature=related
Estas canciones y otras muchas (“Malvarrosa”, “Mi casita de papel”, “Limosna de amor”, “El mar y tú” y un largo etcétera) se dieron a conocer a través de los programas de radio donde actuaba en directo, así como desde su extensa discografía a la que aportó más de 150 títulos, y por supuesto en sus actuaciones en las salas que entonces existían (yo creo que ya no queda ninguna de aquellas características), y en las que en una de ellas conoció a la vedette Angelines Labra, con la que compartió escenario y con la que posteriormente contrajo matrimonio.
La aparición de conjuntos musicales y un nuevo estilo que se alejaba de lo español para acercarse a lo anglosajón, unidos a una afección bronquial que Jorge Sepúlveda arrastraba desde los 18 años, llevó al artista a pensar en su retiro, cosa que llevó a cabo a mitad de los 60. El destino, no obstante, desbarata nuestros deseos y así ocurrió que el realizador de televisión Romano Villalba (el responsable de “La casa de los Martínez”) puso en antena el programa “Mundo camp” donde, lógicamente, se contempló la figura de Jorge Sepúlveda originando que las empresas volvieran a pensar en él ofreciéndole contratos. El artista es artista siempre y Sepúlveda no supo oponerse a la tentación de acercarse de nuevo al público. Personalmente y con tal motivo, tuve ocasión de entrevistarle tras ser contratado por una sala eminentemente juvenil de Madrid como era J&J, en la plaza del Callao. El cantante se manifestado preocupado al no saber cómo sería la reacción de un público tan joven ante unas canciones trasnochadas por el tiempo transcurrido desde su estreno. El público le acogió, a él y a sus canciones, de modo totalmente favorable. Comprobé, tal y como en la actualidad escriben sus biógrafos, la condición de persona educada, amable en el trato, romántico en sus expresiones y pensamientos, elegante, respetuoso con sus compañeros de profesión, defensor de la música española y sobre todo, muy profesional. Cuidaba de su garganta, por su afección bronquítica, al objeto de conservar la voz en plenitud de facultades para satisfacer al público. Aunque sin dejar de actuar, ya que los contratos no faltaban, decidió instalarse en Palma de Mallorca, quizá con las mismas intenciones curativas con que le precedió Chopín, y allí vivió hasta el último momento con la compañía, además de Angelines, su mujer, de un naranjo y un limonero que le hacían recordar su tierra valenciana. Tenía anunciada una actuación en Zaragoza en junio de 1983, que tuvo que ser anulada debido a una crisis de sus bronquios que supuso su internamiento en una clínica y el fallecimiento pocos días después. Nos queda, para quienes le llegamos a ver en directo o en algún programa televisivo, su imagen, pero nos queda, sobre todo, el recuerdo de sus canciones y de entre todas, la que dedicó a la “novia del mar”, como bautizó a Santander, como referente de toda una carrera musical romántica y emotiva. En su bahía, mirando al mar, el recuerdo y homenaje es de bronce con la efigie del cantante.