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Cabecera Me Viene A La Memoria

La lenta agonía de la Zarzuela

Los que militamos en esta web todavía alcanzamos a conocer la zarzuela en su esplendor, aunque iniciada su decadencia. Hoy, salvo excepciones empresariales y algún título que sobrevive, la zarzuela es un género muy español, pero muy olvidado.

A pesar del tiempo transcurrido desde su alejamiento del mundo, tanto físico como artístico, el nombre de Edith Piaf no resulta indiferente a ningún francés sea cual sea su edad. Tampoco el de Marilyn Monroe o Elvis Presley para ningún norteamericano, el de Irene Papas para un griego, el de Sofía Loren para un italiano, el de Cantinflas para un mexicano, el de Gardel para un argentino o el de Laurence Olivier para un británico. Son países, la mayoría de los que conforman el globo terráqueo, que mantienen con su admiración el nombre de aquellos compatriotas que se han distinguido por una actividad artística a través de la que han transmitido al mundo el orgullo de una nacionalidad.

No se da este caso en España donde, incluso, se menosprecia a aquel que sube escalones en la carrera de obstáculos que es el arte. Apenas se valora su trabajo y mucho menos se le mantiene la admiración con el transcurrir del tiempo. Los más populares, como pudo haber sido Sara Montiel, por poner solamente un ejemplo, han tenido sus detractores que han ido aumentando en número según el tiempo ha ido avanzando. Público en general y prensa en particular, cuyos responsables se han considerado con capacidad crítica suficiente para juzgar el talento ajeno sin entrar en consideraciones sobre el propio. El éxito no está permitido en nuestro país y consciente o inconscientemente se trata de evitar. Y se impulsa hacia el olvido a quien lo ha conseguido.

Por eso me ha extrañado, aunque positivamente, comprobar que Radio Nacional, a través de su derivada Radio Clásica, haya dedicado un ciclo de programas al barítono Luis Sagi Vela con motivo de conmemorarse el primer aniversario de su fallecimiento. O quizá, ya que desconozco la razón exacta, por conmemorarse el centenario de su nacimiento. Me ha extrañado por ser, como relataba al principio, tan escasos los reconocimientos hacia el artista encuadrado en la lista de olvidados. Por ello mi aplauso a la emisora Nacional.

Luis Sagi Vela formaba parte de esa larga nómina de olvidados por la falta de memoria de un público que le siguió durante años en su carrera artística y porque el género en el que participó y le hizo famoso fue la zarzuela que, igualmente, cada vez más, se convierte en un género llamado al olvido y la desaparición. Es lenta su agonía, pero agonía al fin y al cabo. A pesar de los impulsos intermitentes que recibe por parte de quienes ejercen en la lírica. La mayoría de cantantes la defienden y en la medida de sus posibilidades tratan de mantenerla ya que impulsarla es más complicado. Por parte de la Administración alejamiento total como no podía ser menos si de sensibilidad y cultura se trata. Si la inversión está por medio, no cabe ni la esperanza ya que en este terreno no se producen las subvenciones que otras denominaciones artísticas sí reciben, se recogen, se reparten y se premian.

En Sagi Vela la fecha, con un día de separación, coincide para conmemorar su nacimiento y su fallecimiento que el 17 cumplió un año. Su llegada al mundo, el 16 de febrero, ocurrió hace 100 años por lo que apenas faltó un año para convertirse en centenario. Un centenario, o casi, en plenas facultades intelectuales, tan importante o más que las condiciones físicas. Mantenía a la perfección todo tipo de conversación acudiendo a la memoria cuando requería de algún ejemplo de los vividos en su larga trayectoria. El detalle de un estreno, una determinada crítica, sus actuaciones en España y fuera de ella, sus recorridos por América, los nombres de sus colegas internacionales… Sagi Vela era todo un prodigio de memoria, de ahí que no tuviera inconveniente alguno en aceptar cualquier entrevista sugerida por alguna publicación o emisora de radio. Escasas, es cierto, ya que no abundan las que manifiesten un mínimo interés por la zarzuela ni por sus representantes, lo que hacen que una y otros sean desconocidos para el gran público y en especial para las nuevas generaciones.

Los aplausos le fueron tributados en infinidad de ocasiones en los estrenos que llevó a cabo o las puestas en escena de tantos y tantos títulos, no sólo de zarzuela ya que también se aventuró en el género de la ópera (“La Traviata” y “Lucia de Lammermoor” son una prueba) y también la opereta, como en el caso de “La viuda alegre”, uno de los títulos más representativos de este género.

Se retiró de los escenarios pero no de la música a la que contempló desde otra perspectiva, ya que se dedicó a tareas didácticas de canto y a empeños fonográficos como intérprete así como ejecutivo en varios sellos discográficos de prestigio. Además de impartir sus conocimientos entre su amplia descendencia directa e indirecta como es el caso de su sobrino Emilio Sagi, director habitual en diversos montajes del teatro de la Zarzuela, el Real y otros escenarios internacionales. Otros Sagi relacionados familiarmente con el barítono madrileño optaron por el deporte donde también han alcanzado la categoría de figuras, especialmente en el baloncesto.

Es algo que no puedo asegurar, pero creo que siempre trabajó con compañía propia. Por lo menos, las muchas veces en que presencié alguno de sus espectáculos líricos, y fueron muchos, sobre todo en el teatro Alcázar, siempre constaba como responsable empresarial y director de la compañía.

Debutó a los 18 años, tras abandonar los estudios de ingeniería, a las órdenes de su padre, el también barítono y también reconocido como de los más importantes de su momento, Emilio Sagi Barba, en la zarzuela “La rosa del azafrán”. La compañía fue, precisamente, el legado de su padre y su madre, la soprano Luisa Vela, con lo que Luis se convirtió en el empresario teatral más joven de aquel momento. Interpretó con su compañía obras de repertorio que aumentó con estrenos que los compositores le entregaron. Es el caso de “El ama”, de Jacinto Guerrero”, “Me llaman la presumida”, de Francisco Alonso y sobre todo, “La del manojo de rosas”, de Pablo Sorozábal que dio a conocer al público en noviembre de 1934 en el ya desaparecido teatro Fuencarral ante cuyo edificio, hoy totalmente restaurado, siempre me vienea la memoria las muchas zarzuelas que en él he presenciado con FranciscoKraus en el repasrto, con Esteban Astarloa, con María Francisca Caballé…

Se trasladó a Argentina durante la Guerra Civil Española, realizando giras y actuaciones en teatro, radio y televisión por la América latina y Estados Unidos, hasta que regresó a España al finalizar la contienda recuperando su actividad escénica y estrenando nuevas obras como “Montecarmelo”, “La Caramba” y “Maravilla”, todas ellas puestas en papel pautado por Federico Moreno Torroba.

Sagi Vela fue uno de los máximos exponentes de la zarzuela, el género musical netamente español. América Latina asumió la tradición española llegando a tener zarzuela propia que hoy en día se sigue representando junto a los títulos más representativos de nuestro repertorio. Los años 40 y 50 fueron testigos de los sucesivos éxitos alcanzados por el barítono madrileño. En los 60, sin ninguna razón que anunciara una deficiencia artística, se alejó voluntariamente de los escenarios, aunque regresó a ellos para lucir adarga antigua convertido en el hidalgo manchego Don Quijote en la obra musical “El hombre de la Mancha” junto a Nati Mistral. La obra ha triunfado por todo el mundo, tanto en teatro como en cine, a cargo de nombres tan prestigiosos como el de Richard Kiley, José Ferrer, Peter O’Toole, Jacques Brel o José Sacristán que han sido Don Quijote, y Dulcineas que han sido interpretadas por Sofía Loren o Paloma San Basilio, entre otras donde se encuentra la citada Nati Mistral. Éxito en todos los casos menos en aquella versión de la Mistral y Sagi Vela, con mejores facultades canoras que el resto. Cosas que pasan. También es verdad que en aquella época el teatro musical no era lo más demandado en España, al revés de lo que ahora ocurre. El teatro musical está de moda en nuestro país; teatro con firmas autoras casi siempre foráneas mientras que las propias y con un género tan nuestro como es la zarzuela, apenas goza de reconocimiento más allá de la oficialidad que la sustenta en el teatro dedicado a ella, el de la Zarzuela, y un pequeño grupo de empresarios románticos que todavía confían en su salvación y que con cierta frecuencia llevan a cabo montajes más o menos dignos.

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