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Cabecera Me Viene A La Memoria

EL SILENCIO DE UN PIANO

No resulta de mi agrado, como es lógico, pero referirse a lo retrospectivo supone encontrarse en mucha ocasiones, demasiadas, con nombres de personajes que ocuparon, con su actividad profesional y su popularidad, una buena parte de nuestra existencia por razones, casi siempre, de contemporaneidad. Nombres que a día de hoy y por razones de vida, comprobamos cómo van desapareciendo. Como diría el filósofo, no sé cuál, pero estas cosas siempre las dice un filósofo: “se está muriendo gente que no se había muerto nunca”. En la mayoría de los casos dejando en nuestro recuerdo la voz de las canciones que interpretaron, el gesto del trabajo dramático que realizaron, el esfuerzo de la hazaña deportiva que llevaron a cabo, la impronta de su labor científica o creativa, etc.

En estos últimos días nos dio su definitivo adiós Alfonso Santisteban, un personaje del que supimos igualmente de su quehacer musical como de su vida privada. Ésta última, en principio, porque hay gustos para todos los colores, es algo que nos debería traer sin cuidado, pero a fuer de aparecer en el aquí y allá mediáticos su relación matrimonial y su posterior desenlace de una de las más atractivas y populares locutoras televisivas, como era el caso de Marisa Medina, nos acercó más a conocer al personaje y por su referencia al músico. No es que carecieran de mérito sus obras musicales, tanto desde el terreno de la composición como el de la interpretación, pero es lo malo del creador de música popular: su nombre aparece en los rótulos de crédito de las películas, sí, pero ahí queda todo reconocimiento, al margen de serle abonado el estipendio acordado, que tampoco ocurre en todos los casos. Es por tanto que el público aprecia una determinada banda sonora, pero desconoce quién es su autor. Tampoco se interesa en demasía por averiguarlo. Ni a los responsables de la cinta por promocionarle no se vaya a crecer y en la siguiente película eleve su caché.

La banda sonora de buena parte del cine español de los 60, 70 y parte de los 80, fueron obra del madrileño Alfonso Santisteban quien se repartió la casi totalidad de la producción cinematográfica española, en lo que a bandas sonoras se refiere, con Augusto Algueró quien por sus características musicales logró una mayor difusión de su obra, a través de quienes le pusieron voz.

Santisteban, que dentro de unos días habría alcanzado la setentena, no le fue a la zaga en cuanto a encargos, aunque la diferencia es que sus obras fueron casi siempre de carácter instrumental, sin el apoyo de la voz ni la popularidad, de ningún intérprete. Únicamente desde el sonido orquestal es como llegaron a nuestros oídos ilustrando la acción en un centenar de títulos cinematográficos y un buen número de series televisivas entre las que podemos recordar “Cañas y barro”, “La barraca” o “Sonatas” y varios programas de corte popular como fueron “Aplauso” o ”Bla, bla, bla” donde el cotilleo a los famosos se ejercía con un mínimo de elegancia del que tan escasos andan quienes hoy ejercen la intromisión en vidas ajenas y el rechazo a que se haga, aunque sea mínimamente, en las propias.

http://www.youtube.com/watch?v=RCJ5QeyQlj8

La predilección de Santisteban por lo orquestal lo fue principalmente desde los ritmos brasileños, realizando infinidad de grabaciones con este estilo, sobre todo la bossa nova, bien desde la creación o la versión y siempre imponiendo su propia personalidad. Así y todo, la bossa nova no fue exclusiva de sus composiciones ya que alcanzó al resto de estilos sin que supusiera ningún esfuerzo más allá de apartar momentáneamente las preferencias. Ello y su propia libertad como creador ya que trabajó tanto para la televisión como para el cine, la publicidad, la canción, la discografía, su propio repertorio para actuaciones, el pop, el soul, la psicodelia, el la la la, el tutua tutua, hasta la copla y el jazz, del que fue un gran enamorado y ejecutor con su propia banda u otras formaciones a las que fue invitado con su piano. Algún comentarista ha visto en el músico madrileño un talento y unas cualidades semejantes a las Enio Morricone, Henry Mancini o Joao Gilberto y culpa a la escasa cultura musical de España el no haberle valorado suficientemente. Incluso el no tenerle reconocido en su versatilidad y calidad musical, consecuencia entre otras cosas de la escasa calidad de las producciones cinematográficas en las que participó, casi todas manifiestamente mejorables. Con ello, la costumbre, la fea costumbre, de no leer los rótulos de crédito que en las emisiones televisivas de cine son suprimidos sin ninguna contemplación para incluir más publicidad. Ansiosos, que son unos ansiosos. Quizá ante tanto desagravio es por lo que Alfonso Santisteban publicara aquel libro que tituló “El mundo del espectáculo y la madre que lo parió”, con relatos y sucesos que a muchos no les hizo demasiada gracia.

http://www.youtube.com/watch?v=2et7DRqDh6Q    

Los últimos tiempos no han resultado dignos de recuerdo para el compositor ya que hace un año falleció quien formó con él pareja y estuvo a su lado durante más de 20 años, la locutora/presentadora de televisión Marisa Medina, con quien tuvo tres hijas. Estuve con ella en muchos amaneceres y me explico. Cuando llegó a Televisión el primer equipo socialista, se quitó de en medio a todos cuantos habían trabajado con el equipo anterior, pues les supusieron de ideología contraria a la de los recién llegados. En nombre de la libertad que proclamaban y siguen proclamando, utilizando la misma terminología, tan rentable. Sin ningún otro tipo de información sobre esas personas, al margen de que no debería caber ningún tipo de ideología para llevar a cabo un trabajo con profesionalidad. Los ladrones es lo que creen: que todos son de su condición. Y a Marisa Medina, tras proporcionar días de esplendor a Televisión Española, fue apartada de todo cometido donde su rostro fuera identificado, y puesta como locutora de continuidad por las noches. Esa voz que cuando se produce alguna avería, pide perdón a la audiencia indicando que “la emisión se reanudará en breves minutos”. La habitación de los locutores, eso sí, era muy cómoda de mobiliario. Y allí nos reuníamos a tomar el primer café de la mañana, precisamente por su comodidad, un grupo de compañeros/amigos desde la entrada, a las 8 de la mañana, hasta que el trabajo llamaba, una hora más o menos. Marisa se desperezaba cuando llegábamos después de una noche medio durmiendo en un sillón. Su caso no fue el único que padeció el apartamiento. Marisa, tras una agitada y complicada vida falleció a punto de entrar en los 70, como ahora le ha ocurrido al que fue su marido. El cáncer ha podido con los dos.

Los más veteranos tendremos en nuestro recuerdo durante mucho tiempo la belleza de Marisa Medina; las nuevas generaciones la ignoran y las siguientes la ignorarán al desconocer quien fue. Fue mucho más popular que Alfonso Santisteban, su marido, pero con el paso del tiempo la tarea del músico permanecerá porque permanecen los discos y las partituras. Aso sí: hoy por hoy, su piano ha quedado silenciado.

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