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Cabecera Me Viene A La Memoria

LOS IDUS DE MARZO

En el antiguo calendario romano los días de buenos augurios, los idus, correspondían, en el caso del mes de marzo, al día 15, pero desde que Shakespeare introdujo la célebre frase “Beware of the ides of March” (“Cuídate de los idus de marzo”) en su obra “Julio César” ya consideramos todos los días del primer mes primaveral como peligrosos. En uno de ellos –el del año 44 a. C.– que, en principio, estaba considerado como día de buenas perspectivas, Julio César fue advertido por un vidente del peligro que en ese idus corría su vida; no prestó mayor atención al asunto y fue asesinado por un grupo de senadores que, quizá fue premonitorio, no tenían otra cosa mejor que hacer. Así que quedamos en que marzo encierra cierto peligro al igual que las fechas que le dan paso. Los acontecimientos ocurridos en los últimos días lo confirman viendo cómo de golpe nos han dejado cuatro populares figuras del panorama artístico español: María Asquerino, Tony Ronald, Luis Sagi Vela y Pepe Sancho.


En la última entrevista que hicieron a María Asquerino para una publicación, el periodista preguntó si era reconocida por la calle, a lo que la actriz recientemente fallecida contestó que “sólo por las personas mayores”. Ella había alcanzado los 87, lo que nos lleva a reflexionar sobre la poca importancia que España concede a “sus” artistas”. Independientemente de la fama que a cada uno acompañe, una vez apartados de las pantallas de cine, los escenarios o los platós de televisión, el artista pasa a formar parte del olvido colectivo y su recuerdo apenas es tema para nostálgicos. María Asquerino fue una verdadera primera figura de nuestras salas teatrales, pero al apartarse de ellas, hace no demasiado tiempo, obligada por la edad y las condiciones físicas, pasó a formar parte de una historia de la escena española por la que muy pocos se interesan más allá de los seguidores de la actividad escénica. Me atrevería a afirmar que ni siquiera gran parte de los implicados en ella. Es por ello que la Asquerino, por otra parte sin familia, se fue al otro mundo desde la más absoluta soledad. Atrás quedaba su merecido premio “Goya”; la película “Surcos” cuyo contenido social desde el tratamiento del éxodo rural marcó todo un momento en la historia del cine español; seis décadas de trabajo; sus compromisos políticos, sus tardes y noches en el café Gijón y en el café Oliver que en 1966 fundara Adolfo Marsillach donde la recuerdo, siempre rodeada por compañeros de profesión, cuando estaba prohibido jugar al bingo y allí se jugaba, aunque con el rabillo del ojo atento a la puerta en previsión de cualquier visita policial.


Más presente en el recuerdo estaba Tony Ronald, aunque no sé si lo suficiente para las nuevas generaciones que imaginan la música actual nacida por ciencia infusa, cuando resulta que precediéndola hay una serie de artistas que la han hecho posible incorporando sus estilos a las modas musicales. En el arte siempre se producen una sucesión de formas que van heredando de las anteriores. Tony Ronald (Siegfried Andre Den Boer Kramer), un holandés afincado en España desde los años 60, optó para actuar el idioma del país elegido para asentarse y en el que creó su familia y formado su popularidad. Fue uno de los impulsores de la música que triunfaba fuera de nuestras fronteras, en muchos casos versionando temas de Los Beatles, que junto a otros propios le llevaron a desarrollar una carrera paralela en el tiempo a la de Los Brincos, Micky y Los Tonys, Los Sirex, los Pop-Tops, Los Mustang y más tarde a Los Diablos, de cuya carrera se responsabilizó como productor… Precisamente Agustín, el solista de este grupo, tenía organizado para el pasado domingo una reunión de todos los posibles compañeros y amigos de aquella época para homenajear a Tony Ronald y a la que el homenajeado no pudo asistir ya que falleció unas horas antes. En los próximos días también había otro homenaje anunciado, no sé si se llevará a cabo.


El cantante estaba aquejado de una grave enfermedad que le imposibilitaba físicamente por lo que había decidido despedirse de los escenarios, cosa que manifestó hace pocos días desde un programa televisivo en el que lo hizo público y en el que llevó a cabo su última actuación. Con él se va, además del artista, el recuerdo de una época en la que éramos y nos manifestamos como jóvenes teniendo a Tony Ronald como uno de nuestros ídolos musicales.


http://www.youtube.com/watch?v=kkx76rDk980


Hablamos del conocimiento, o desconocimiento, de una actriz que hasta hace pocos años ha permanecido en activo en la escena española y cuyo nombre hasta es posible que suene en el oído de algún joven, y también de un cantante de éxito cuyos temas se continúan escuchando, incluso con él en directo en varias galas revival llevadas a cabo por lugares turísticos hasta hace poco junto a populares de tiempos atrás como Jeanette, Lorenzo Santamaría, Karina o Micky, pero si nos vamos más atrás el desconocimiento del público es total, así como el olvido por parte de muchos que conocieron su tiempo de fama y popularidad, que no es lo mismo, pero dos circunstancias que se daban en el barítono Luis Sagi Vela, uno de los más importantes en las fechas centrales del siglo XX, en los años 30, 40, 50 y hasta 60 en que, voluntariamente y sin ninguna razón de deficiencia artística, optó por abandonar la escena a la que únicamente retornó para protagonizar “El hombre de la Mancha” así como tres películas de ambiente zarzuelero: “Maruxa” (1968), “La Revoltosa” (1969) y “El Caserío” (1972). Se retiró de los escenarios aunque no de la música contemplada desde otra perspectiva, ya que dedicó a tareas didácticas de canto y a empeños fonográficos como intérprete así como ejecutivo en varios sellos discográficos de prestigio. Además de impartir sus conocimientos entre su amplia descendencia y otros familiares ya que a uno de ellos, su sobrino Emilio Sagi, le sirvió para ejercer como director del teatro de la Zarzuela y del Real, antes de la llegada a estos coliseos de “genios” inventores de la zarzuela y la ópera, y vinculado siempre a la lírica en otros cosos y varias compañías. Otros Sagi relacionados familiarmente con el barítono madrileño optaron por el deporte donde también han alcanzado la categoría de figuras.


Sagi Vela se nos ha marchado el mismo día que cumplía 99 años; a las puertas ha quedado de ser centenario. Una edad prolongada que a muchos ha hecho suponer que nos había dejado tiempo atrás. Pero Luis Sagi Vela estaba ahí, disfrutando de la naturaleza que le brindaba su casa de Torrelodones, hablando de música, contestando en las entrevistas realizadas desde las pocas emisoras de radio que se preocupan de la zarzuela, con la cabeza totalmente centrada, rememorando fechas, trayendo al presente recuerdos de otros tiempos en que el público le aclamaba, muy especialmente el sexo femenino que además de apreciar los valores de su voz admiraba su aspecto de galán. Los aplausos tantas veces escuchados, los estrenos que llevó a cabo o las puestas en escena de tantos y tantos títulos, no sólo de zarzuela ya que también se aventuró en el género de la ópera (“La Traviata” y “Lucia de Lammermoor” son una prueba) y la opereta, como en el caso de “La viuda alegre”, uno de los títulos más representativos de este género.


http://www.youtube.com/watch?v=9JfVl497kpo


Es algo que no puedo asegurar, pero creo que siempre trabajó con compañía propia. Por lo menos, las muchas veces en que presencié alguno de sus espectáculos líricos, y fueron muchos, sobre todo en el teatro Alcázar, siempre constaba como responsable empresarial y director de la compañía. Debutó a los 18 años, tras abandonar los estudios de ingeniería, a las órdenes de su padre, el también barítono y también reconocido como de los más importantes de su momento, Emilio Sagi Barba, en la zarzuela “La rosa del azafrán”. La compañía fue, precisamente, el legado de su padre y su madre, la soprano Luisa Vela, con lo que Luis se convirtió en el empresario teatral más joven de aquel momento. Interpretó con su compañía obras de repertorio que aumentó con estrenos que los compositores le entregaron. Es el caso de “El ama”, de Jacinto Guerrero”, “Me llaman la presumida”, de Francisco Alonso y sobre todo, antes de producirse otros estrenos, “La del manojo de rosas, de Pablo Sorozábal que dio a conocer al público en noviembre de 1934 en el ya desaparecido teatro Fuencarral.


Se trasladó a Argentina durante la Guerra Civil Española, realizando giras y actuaciones en radio y televisión por la América latina y Estados Unidos, hasta que regresó a España al finalizar la contienda recuperando su actividad escénica y estrenando nuevas obras como “Montecarmelo”, “La Caramba” y “Maravilla”, todas ellas puestas en papel pautado por Federico Moreno Torroba


http://www.youtube.com/watch?v=H8QUt7FQNRY


Sus aires de galán y la calidad indiscutible de su voz fueron reclamados por el cine donde protagonizó, en un primer momento ya que retornó al séptimo arte tras su alejamiento de la escena, “El último húsar”, “El huésped del sevillano” y “Música de ayer”, convertidas hoy en reliquias. En plenitud de facultades tanto vocales como físicas decidió retirarse al cumplir 46 años. Retirarse de los escenarios ya que continuó ligado a la música desde la industria discográfica. Pero las tablas volvieron a seducirle y en el 66 volvió a ellas para hacer de Don Quijote en “El hombre de la Mancha” junto a Nati Mistral. La obra ha triunfado por todo el mundo, tanto en teatro como en cine, a cargo de nombres tan prestigiosos como el de Richard Kiley, José Ferrer, Peter O’Toole, Jacques Brel o José Sacristán que han sido Don Quijote, y Dulcineas que han sido interpretadas por Sofía Loren o Paloma San Basilio, entre otras donde se encuentra la citada Nati Mistral. Éxito en todos los casos menos en aquella versión de la Mistral y Sagi Vela, con mejores facultades canoras que el resto. Cosas que pasan. También es verdad que en aquella época el teatro musical no era lo más demandado en España, al revés de lo que ahora ocurre.


El arte fue generoso en los tres nombres que hemos citado, como lo fue la naturaleza concediéndoles una voz prodigiosa que formó gran parte de ese arte y de su propia personalidad. La de María Asquerino era grave, de carácter, contundente y perfectamente modulada lo que hacía que ningún rincón de la sala teatral careciera de su sonoridad. Poco hay que decir de las de Tony Ronald o Luis Sagi Vela, ya que de ellas hicieron su forma de vivir. Pero todavía hay otra voz prodigiosa que durante 50 años se ha dejado escuchar por los teatros españoles, en las bandas sonoras de numerosas películas y en cantidad igualmente relevante de programas televisivos: la voz áspera, enérgica, autoritaria, definitiva de Pepe Sancho, el inolvidable “Estudiante” de “Curro Jiménez”. Él también ha visto afectada su salud hasta el extremo de abandonarle totalmente. El arte escénico, especialmente el teatro clásico, ha perdido a uno de sus más importantes y escasos valedores, aunque, igual que en los casos anteriores, quedan, gracias a la tecnología, las grabaciones con buena parte de sus trabajos.

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