Hace unos días llegó a Madrid un espectáculo que, por su condición, hizo que viniera a mi memoria una etapa de juventud que muchos de vosotros, sobre todo los del género masculino, habrá experimentado. Eran los tiempos en que cualquier oportunidad era buena para asistir a un espectáculo de revista, un género teatral musical que durante varias décadas fue el favorito del público en general, aunque especialmente el juvenil y el de la tercera edad, asiduos a él dadas sus características y por los mismos motivos para unos y otros. La revista, como tal espectáculo, ha desaparecido, pero para los que hemos cumplido una cierta edad, queda el recuerdo de lo que fue. Desenfado, alegría, música, entretenimiento, humor y piernas femeninas. Algo que teníamos vedado fuera de los escenarios donde estos espectáculos se representaban. Como mucho, alguna leve insinuación corporal en las piscinas aunque siempre dentro del recato impuesto por las condiciones que la época establecía. En el teatro no era mucho más, pero entre el colorido, las lentejuelas, las luces, la fantasía y la música, todos imaginábamos más de lo que realmente se mostraba que, visto desde la óptica actual, no era demasiado. Una compañía extremeña ha querido recuperar aquel ambiente, recreando de nuevo las canciones que varias vedettes popularizaron a través del “boca/oído, ya que apenas existían tocadiscos donde reproducir los escasos discos de aquellos números musicales, en los que pusieron su inspiración músicos tan afamados como los maestros Guerrero o Alonso, sobradamente conocidos por el público por su autoría en el género de zarzuela. Incluso Sorozábal y Moreno Torroba buscaron hueco en la frivolidad musical de la revista. Con ellos, otros nombres totalmente especializados en este género como Rosillo, Francis López, Quintero, Moraleda o Padilla encabezando una larga lista de compositores que dejaron para la historia melodías que todavía hoy se cantan. Si hubiera que elegir una que representara el estilo de la revista, sería trabajo imposible ya que son infinidad, pero el “Pichi” de “Las Leandras”, que Celia Gámez estrenó en 1931, puede ser un ejemplo.
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Rara es la vedette que no tiene (o tenía) incorporado a su repertorio este chotis. Celia Gámez fue la reina indiscutible de la revista durante muchos años y maestra para una legión de vedettes que la siguieron en el éxito recreando temas popularizados o estrenando otros que el público no tardó en aprender. ¿Hay alguien que, por ejemplo, no conozca lo del soldadito español?. También es de una revista, concretamente de “Las corsarias”. La verdad es que no estoy muy seguro si es de esta revista o de “La orgía dorada”, escrita por Pedro Muñoz Seca. Como confundo, por lo del sentido patriótico que tienen las dos, el “soldadito” con la “banderita”, pues lo mejor es que escuchemos las dos y así no caben equivocaciones que alguien reprocharía y con razón.
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En la revista no todo eran pasodobles y chotis. Sonaron en los escenarios temas regionales, valses, baladas, tangos y ritmos tropicales, muy apropiados para el lucimiento de las vedettes. Una de las mejores fue, antes de abandonar la revista por el teatro dramático y el cine donde demostró sus condiciones de excelente actriz tanto cómica como dramática, Esperanza Roy.
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José Padilla, el maestro Padilla, que tantos títulos popularizó tanto en España como fuera de ella logrando que su música fuera declarada de Interés Universal por la UNESCO, cuenta entre ellos “Valencia”, “La violetera”, “El relicario”… y un largo etcétera que pasaron por las voces de Tito Schipa, Luis Mariano, Maurice Chevalier, Joséphine Baker, Raquel Méller, Mario Lanza, Alfredo Kraus… compuso la música de “La hechicera en palacio” que Celia Gámez estrenó en 1950 en el madrileño teatro Alcázar donde permaneció dos años consecutivos. A ella pertenecen dos números que han superado el paso del tiempo y que gozan en la actualidad, por su recuerdo, de la misma popularidad que en el momento de ser presentados: “La novia de España” y “La estudiantina portuguesa”, que más tarde recreó Concha Velasco a la que, hace pocos días escuché decir, en un programa de televisión, que las circunstancias de su profesión y de la vida la llevaron a desarrollar la carrera que la conocemos, pero su vocación inicial estuvo en la revista. Yo recuerdo uno de sus primeros trabajos como vedette (vicetiple se decía a las que no eran protagonistas) en “Te espero en Eslava”
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La revista, si venía al caso, y si no el autor hacía todo lo posible por conseguirlo, había veces que hasta se atrevía con asuntos de historia y Eugenia de Montijo, la granadina que llegó a ser emperatriz de Francia, era un personaje al que muy bien se le podía dedicar una canción.
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La demostración del interés despertado por el personaje es que en años anteriores Concha Piquer, a través de la letra de Rafael de León, también se fijo en él para conseguir uno de sus mayores éxitos.
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En otras ocasiones, llevados por el guión, se prescindía de todo romanticismo para introducirse en el ritmo voluptuoso de la samba.
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O la samba más cadenciosa que la Roy bordaba en “La estrella de Egipto”.
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El público jaleaba estos números de manera enardecida, obligando a repetirlos en muchos casos, antes de continuar con un argumento casi siempre disparatado donde lo único que se pretendía era provocar la risa, muchas veces superando los límites de la elegancia pero risa al fin y al cabo, con el fin de alegrar la vida del espectador, incluso recomendándole que no se la tomara demasiado en serio por ser una tontería, como aconsejaba Celia Gámez a Rocío Durcal.
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Un cuerpo escultural y el dominio del escenario era, normalmente, razón más que suficiente para intervenir en la revista. Lo de cantar o actuar bien, no era tan importante, aunque varias vedettes demostraron su talento al abandonar (o alternar) el género revisteril con otras responsabilidades interpretativas en el cine, el teatro o la televisión. Tampoco el género exigía mucho más que estar digno sobre las tablas, aunque justo es reconocer la profesionalidad de las y los artistas de revista que habían de someterse a ensayos exhaustivos para coordinar todos los movimientos de tantos participantes en la escena.
Una disciplina a la que estuvieron sometidas Addy Ventura, Virginia de Matos, Mari Luz Real, Carmen de Lirio, Esperanza Roy, Licia Calderón, Virginia de Matos, Queta Claver… y la mismísima Lina Morgan, antes y después de convertirse en la empresaria de sus espectáculos. Precisamente esa disciplina, esa entrega al espectáculo es lo que logró que unas revistas triunfaran y otras apenas pasaran unos pocos días de representación desde su estreno, al ser rechazadas por el público. Porque el que paga al adquirir una entrada, exige calidad, dentro de la que cabe demandar a cada espectáculo. Y hace bien.
Entre los años 30 y 70 del siglo pasado, la revista fue el espectáculo que contó con un mayor número de espectadores. Años difíciles, años de necesidades no sólo materiales sino de espíritu que reclamaba alegría y la revista se la proporcionaba. A jóvenes, a mayores, a matrimonios. Lina Morgan explica lo que la revista es capaz de ofrecer y lo hace con música.
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“Así es la revista”. En la letra de este número se recogen sus propósitos: “sin problemas, sin preocupaciones… para que olvides la letra de cambio… para que alejes de ti la tensión… somos alegres…” Una alegría, a través de situaciones equívocas o gags, que acertó a superar las dificultades puestas por la censura gracias a la habilidad de los libretistas y la vis cómica de los actores. Entre ellos Juanito Navarro, Antonio Garisa, Alfonso del Real, Quique Camorras, Luis Cuenca, Tony Leblanc, Zori, Santos y Codeso, Antonio Casal, Ángel de Andrés… Tanto actores como vedettes ya que el espectáculo descansaba sobre el trabajo de ambos, bien individualmente o en conjunto. Ellos atendían más al libro exprimiendo todo lo posible las situaciones jocosas, mientras que de ellas dependía casi en su totalidad la parte musical.
Al final, bajando las escaleras instaladas en el escenario sobre unos altísimos tacones que hacían difícil el equilibrio y sujetando un abultado tocado de plumas sobre la cabeza, las vedettes, desde la primera a la última, eran acogidas en el escenario por los boys y actores para manifestar al público, en la apoteosis colectiva, el agradecimiento por haber presenciado el espectáculo.
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Tras el descenso del telón el público retornaba a sus casas con el espíritu algo más alegre, como era su propósito al elegir la revista como forma de entretenimiento. Las vedettes principales, sin plumas ni lentejuelas, atendiendo algún compromiso surgido de su condición artística, los actores a sus casas al encuentro con la familia y las chicas de conjunto, las alegres chicas de revista que eran la vida del espectáculo teatral, a sus frías pensiones desde donde continuar con la esperanza del eterno sueño con el que un día sorprendieron a sus madres: “mamá quiero ser artista”. Alguna lo consiguió.