Hace tan sólo dos días, iniciado ya febrero, un amigo me telefoneó para felicitarme el año. Si no lo hizo en sus comienzos tampoco está mal que lo haga ahora; “más vale tarde que nunca”, como reza el refrán. Además, se agradece el detalle y “nunca es tarde si la dicha es buena” ni “por mucho madrugar amanece más temprano”. Yo tampoco lo hice en el que, se supone era su momento, con todos vosotros, desviada la intención con algún acontecimiento puntual que me hizo desistir del propósito. Así que lo hago ahora.
Ha pasado otro año y de nuevo nos enfrentamos a lo que nos depare el siguiente, que es en el que ya estamos. Un año, el que ha finalizado, en que las cosas no han ido bien del todo para quienes contribuimos (de contribuyentes) con el deseo de que las cosas funcionen y que ha llegado a su fin sin que lleguen a funcionar ni medianamente. ¿El siguiente, o sea, éste? Pues me parece que más de lo mismo, pero seguiremos enfrentándonos a las adversidades que la situación nos impone y nadie es capaz de resolver. Lo que se veía venir, en definitiva. Así que seguiremos escribiendo ‘posts’ con la pretensión de recordar tiempos pretéritos vividos tanto en primera persona como, supuestamente, por quienes dediquen un rato a su contenido. No se trata de recurrir al pasado tratando de encontrar mejores momentos, tan sólo de recordar lo que tuvimos ocasión de vivir en nuestra infancia, en nuestra adolescencia o, incluso, en fechas más cercanas.
Rememorar la etapa escolar con ésta o aquella anécdota, la relación con la familia o los acontecimientos de un determinado momento pero sin ningún tipo de añoranza, porque no conduce a nada pretender retornar al pasado cuando, además, la vida nos ha consentido alcanzar el presente y mirar con ilusión el futuro. Porque nuestra edad no es lo más importante sino la manera de disfrutar de ella. No sólo desde la experiencia de los años y la sabiduría que esa experiencia nos ha proporcionado en tantos aspectos. Atreviéndonos, además, a descubrir nuevos universos, nuevas sensaciones, nuevos momentos que añadiremos a tantas situaciones vistas y oídas. Vividas, en definitiva.
Ellas conforman nuestra memoria y ejercitarla es tarea fundamental para nuestra salud mental. No dejarla nunca dormida, ni siquiera amodorrada. Hay que estrujarla para que nadie consiga, aunque lo intente, manipular nuestro pasado transformándolo en lo que nunca fue. Debemos plantearnos el “esto fue así porque lo digo yo que estaba allí. Lo he vivido y me acuerdo, así que no me vengan con historietas de cómo pasó. La memoria histórica es “mi memoria” no la que alguien me quiera imponer”. Que nos quede claro a todos porque muchas veces se nos intenta hacer “comulgar con piedras de molino”. Muchos, incluso se lo llegan a creer de lo bonito que nos lo presentan en su adulteración.
Muchos de los temas que aquí se han tratado en las últimas cincuenta y dos semanas, han sido aspectos intrascendentes: un bonito recuerdo de una vacaciones infantiles, la inesperada visita de una familiar al que se creía olvidado, una merienda, una excursión, el recuerdo de un artista famoso, cualquier cosa sin importancia aparente y de cualquier forma, únicamente considerada por quien escribe. Sin embargo, han surgido numerosos casos de similitud a juzgar por los comentarios recibidos. Provocar esos recuerdos y traerlos al presente es nuestro propósito.
Estos comentarios, sin duda, han dado vida a este blog y quiero agradecer a quienes se han molestado en hacerlos, el considerar un texto y aportar a él su particular opinión. De igual modo a quienes se han limitado a su lectura. A unos les habrá agradado mientras que otros no habrán sacado ninguna conclusión, pero es lo lógico. Otros lectores, incluso, han aportado argumentos para ser recordados.
Ahora, transcurrido un nuevo año, lo que sí se puede afirmar es que disponemos de todo lo ocurrido en los últimos trescientos sesenta y cinco días, tanto a nivel personal como social, para incorporarlo a nuestra memoria y utilizarlo. Así que ésta es ahora mayor que doce meses atrás. Ánimo, y a seguir ejercitándola, sin ira ni nostalgia.
Recordemos los viejos propósitos de otros años por estos comienzos: “de este año no pasa, tengo que estudiar inglés, tengo que dejar de fumar, tengo que hacer ejercicio, tengo que ordenar todos los papeles…” Y, como todos los años, lo dejaremos todo para el siguiente y así tendremos ocasión de volver a recordar lo que tenemos que hacer.
Aunque con un mes de retraso, feliz año a todos los lectores y muy especialmente a los comentaristas del blog que, en muchos casos, son seguidores habituales a juzgar por sus firmas reiterativas. Repito, mucha prosperidad y salud para este 2011 que todavía anda a gatas. Aunque parezca imposible todo es susceptible de empeorar, pero mejorar la situación dejada por el anterior tampoco parece tarea muy difícil; basta con que los que mandan hagan lo contrario de lo que han venido haciendo. Claro que, demostrada su incapacidad, también es posible que ni rectificando acierten.
Como la película de Garci y el célebre tema musical de Cole Porter, comenzar un nuevo año es como volver a empezar, una frase que musicalmente nos lleva a nuestra infancia y a recordarnos la obligación diaria.
