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Cabecera Me Viene A La Memoria

MAÑANA SALE

“A quién le vendo la suerte, mañana sale y está premiao…” Lo cantaba Concha Piquer y era uno de los temas más escuchados en la radio de nuestra infancia.


http://www.youtube.com/watch?v=7iktjIDURUM 


Una infancia que en estos días previos a la Navidad andaba desasosegada porque a nuestro rededor se iba creando el ambiente de Pascuas que nos parecía el no va más de los momentos felices, aun siendo tantos los que se tienen de niño. Esos días de preliminares se dedicaban a instalar el belén o nacimiento, con todo lo que ello conlleva. Sacar del trastero las cajas donde están embaladas las figuras, liberarlas de su envoltorio en papel de periódico, colocar el corcho para lograr un paisaje montañoso y nevado inexistente en Belén, disimular la rotura de algunas piezas colocándolas de espaldas a las miradas; trazar el cauce de un río que no tenía principio ni fin y colocar las figuras tratando de evitar que el tamaño de cada una fuera superior al de la casa de la que se supone está saliendo, o el molino, o el horno, o el castillo de Herodes, o el mismo Portal, que en ningún caso armonizaban las proporciones.


Por otra parte, los ¿pastores? de pavos cuidaban de su ¿rebaño? en las plazoletas donde habitualmente se instalaban a ofrecer su mercancía. La de Puerta Cerrada estaba y está junto a mi casa de entonces, al igual que La Cebada o San Miguel donde también se escuchaba el guru guru de los pavos que pocos días antes sólo sabían de naturaleza y se encontraban rodeados de una incipiente circulación automovilística y muchas personas deambulando por las calles del centro madrileño en torno a ellos, con macabras ideas acudiendo a sus mentes y estómagos con los jugos gástricos revolucionados ante la perspectiva del banquete a costa del inocente animal.


En las tiendas, especialmente las de comestibles, todo era distinto al resto de los días en cuanto a las adquisiciones que habrían de terminar la noche del 24 en la mesa, con todos los miembros de la familia a la expectativa. Los dependientes estaban durante aquellos días previos a la Navidad más dicharacheros, más simpáticos, ante las perspectiva de una buena venta. Lo cierto es que el despilfarro apenas alcanzaba a una tableta de turrón duro, otra de blando, quizá alguna más, unas figuras de mazapán y unos pocos polvorones. El carnicero o el pescadero quizá vieran algo incrementada su caja si el ama de casa se inclinaba (era más cuestión de disponibilidad que de otra cosa) por el cordero o el besugo con que se apartaba de la línea habitual del morcillo para el cocido o los boquerones fritos, que, junto a una tortilla de patatas proporcionaba el olor que impregnaba muchos barrios de Madrid; sobre todo en verano. Para nosotros, los pequeños de la casa, también estaba el anuncio de que el día 24 vendrían a cenar los tíos y los primos, con lo que estábamos seguros de acostarnos tarde, como los mayores.


Había, junto a todo ese ambiente, algo que determinaba la aparición de la Navidad y que se producía casi en el momento de la celebración. Era el sorteo de la Lotería, cosa que ocurría el 22 de diciembre, el primer día de vacaciones en el colegio. Desde la cama, porque aquel día nos dejaban levantar más tarde, se escuchaba por doquier a los niños de San Ildefonso con su cantinela de números y premios. “Diez mil pesetas”. Aquel soniquete, a todo el volumen que permitía el receptor de radio, era el auténtico comienzo de la navidades, el disparo de salida. En aquellas voces infantiles, ayer como hoy, estaban cifradas muchas esperanzas. La boda, la carrera de los hijos, la entrada para un piso más amplio, el pequeño negocio que libraría del trabajo a sueldo en la fábrica, la modernización del taller; incluso algo más simple como el desempeño de las joyas de la abuela “depositadas” en el Monte de Piedad. (“Benditos mis bienes que remedian mis males”) En definitiva, evolucionar un poco a mejor. Pero muy poco, que la lotería es más de apariencia y las cantidades engañan; cuando las tienes resulta que apenas dan de sí y se evaporan rápidamente. Pero en aquellos décimos, participaciones incluso con ninguna perspectiva de convertirse en potentado, residía la esperanza y la ilusión de una vida mejor. Y quienes la tenían ya buena, pues mejorarla, que el ser humano es ambicioso por naturaleza.


En la actualidad apenas ha variado nada de aquellas situaciones y el mismo folklore popular se mantiene como se mantiene la liturgia del sorteo, aunque la cantidad ha variado y también la letra de la canción que ha cambiado el pesetas por euros. Se hace raro. Como de lo que se trata en él, en el sorteo, es de “cantar” tanto los números como los premios, los que mandan en lo de la lotería han llevado el sorteo de este año al escenario más apropiado para cantar, que es el del teatro Real, con lo que durante unas pocas horas los niños y niñas de San Ildefonso se convertirán en Plácido Domingo y Teresa Berganza. Será, posiblemente, el primer sorteo de una nueva etapa en la historia del sorteo de Navidad que tuvo su primer momento como tal hace 200 años, en plena guerra de la Independencia. La de la independencia de verdad, la de España con respecto a los franceses, no la oportunista. Se celebró el 18 de diciembre de 1812 en Cádiz, con un premio gordo de 8.000 reales que fueron a parar al número 3604. Dos mil pesetillas de las de entonces, todo un capital, que percibió el afortunado jugador que tan sólo invirtió 40 reales en adquirirlo. Desde entonces ha habido en España guerras dentro y fuera de su geografía, cambios de moneda, unas cuantas crisis económicas, república, monarquía, dictadura, democracia… y la lotería de Navidad se ha mantenido por encima de todo, con el espíritu implantado por su impulsor, el ministro del Consejo y Cámara de Indias Ciriaco González Carvajal, cuyo objetivo era “aumentar los ingresos del erario público sin quebranto de los contribuyentes”. Que tomen nota los políticos contemporáneos, “quebrantadores de los contribuyentes”.


La lotería de Navidad, que en el mes de julio ya se ofrece visiblemente en las localidades costeras (supongo que también en Madrid) es la más popular, pero son cantidad las modalidades de ella que existen, lo que viene a demostrar la escasez económica que nos caracteriza y que con la lotería aspiramos a superar. Su popularidad ha inspirado infinidad de artículos y de historias noveladas en unos casos y escenificadas en otros. También se ha puesto música a este sorteo, música alegre, desenfadada, la compuesta por el maestro Jacinto Guerrero en “El sobre verde” que estrenó en 1927. Toda ella se centra en el sorteo navideño que recae sobre un pobre hombre que, como casi siempre ocurre, acaba arruinándose, aunque en el final se incluye la moraleja del trabajo que acude en auxilio del que fue agraciado por la diosa Fortuna con el “gordo de Navidad”. Eran otros tiempos: cuando había trabajo.


http://www.youtube.com/watch?v=df0fp8WJzoA


Suerte, al menos para quien busque, porque en mi caso es imposible ya que no soy jugador con lo que, por lo menos el reintegro, ya me ha tocado.

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