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Cabecera Me Viene A La Memoria

UN INVENTO DE TBO

Tengo un familiar que, entre otros entretenimientos que supongo tendrá, está el de contemplar el funcionamiento monótono de la lavadora. Cuando me enteré lo consideré una extravagancia, pero con el tiempo he ido descubriendo que no es el único al que le embelesa ver un bombo que gira unas cuantas vueltas a la derecha, otras a la izquierda, se detiene, vuelve a repetir el movimiento, cambia la velocidad y llega a adquirir una rotación intensa de la que se deshace pausadamente hasta detenerse. La cosa se prolonga no menos de una hora, que hay que tener paciencia para contemplar todo el proceso sin acabar mareado. Resulta, ya digo, porque he podido comprobarlo tras hacer el comentario, que otras personas que conozco tienen similares aficiones o manías, o como se le quiera llamar a estos entretenimientos gratuitos que a nada conducen ni a nadie molestan. “Hay gente para todo”, que dijo el torero cuando le presentaron a un político, o aquello de ”para gustos se han hecho los colores”. 


Bueno, pues yo también tengo mi pequeña admiración por las cosas en que la mayoría de personas no se fija aunque sepan de su existencia. Vaya, ante todo, el manifestar que mis bebidas se reducen a café y agua. Nada de refrescos ni licores. Pero así y todo, de vez en cuando tomo un zumo de naranja natural y os comentó el motivo. 


Entro en una cafetería con intención de  tomar un café solo. Quiero decir solamente ya que acompañarlo de un cigarro, como hasta hace poco tiempo, no está permitido. Frente a mí, en el fondo de la barra, veo una un extraño artilugio que resulta ser una máquina exprimidora de naranjas. No lo puedo remediar, corrijo mi primera intención acerca de pedir un café y me inclino por el zumo que, además de estar muy bueno, me invita a contemplar el funcionamiento de la máquina que, para mí, al menos, y presumo que también para mi familiar, supone todo un espectáculo. Además, el zumo produce menos ganas de fumar que el café.


Las naranjas descienden por una tolva, una veces sencilla y otras doble, para enfrentarse a una cuchilla que las secciona justo por la mitad y las traslada contra un receptáculo donde son exprimidas hasta la última gota. La cáscara sobrante es desplazada para su recepción en un contenedor dispuesto a tal efecto. Todo llevado a cabo con precisión milimétrica. El zumo se consume recién hecho y conserva, como dicen los que entienden de esto, todos sus principios vitamínicos. Sin molestarnos lo más mínimo ni mancharnos las manos con un resultado de olor a naranja que requiere de mucho jabón y mucho frotar para hacerlo desaparecer. 


¿Por qué esa admiración por el aparato en cuestión? Pues muy sencillo: sus creadores estarán, con razón, muy orgullosos del invento, pero personalmente me recuerda, o me trae a la memoria para ser fiel al título de este blog, uno de los grandes inventos de TBO. ¿Os acordáis de ellos? Los firmaba un tal Profesor Franz de Copenhague y no tenían nada que envidiar al actualmente industrializado exprimidor de las cafeterías. 


Los grandes inventos del TBO no siempre fueron imaginados ni dibujados por la misma persona ya que el TBO como tal, porque a todas las publicaciones de dibujos, como el Pulgarcito o el Tío Vivo, las llamábamos tebeos, nació en 1917 y fue en 1943 cuando se publicó el primer “invento”. Sus realizadores fueron Nit en los años 40, Tínez en los 50 y Benejam, Tur y Sabatés en los 60. Entre todos lograron la popularidad de esta sección que llegó a implantarse en el lenguaje popular como “un invento de TBO” cuando se trata de calificar a una idea como estrafalaria y enrevesada. Los “inventos” de los políticos ni siquiera alcanzan esta categoría, de pura simpleza, absurdo e inutilidad. Todos sus creadores describieron inventos llenos de complejidad mecánica sin ninguna finalidad razonable. La pauta del éxito residía en el humor. Por ejemplo, el aparato para destilar vino con zapatos viejos, el aparato limpia-narices, el coche salta-vallas, las monedas cuadradas para evitar que rodaran al caerse, los huevos con cáscara de cristal para poder ver su interior, la plataforma para elevar los coches a las farolas y evitar los problemas de aparcamiento, el paraguas con supletorio para ser simultaneado por un alto y un bajo, y un largo etcétera que ronda los mil quinientos inventos del mismo calado, que se prolongó durante años a base de imaginación e, incluso con caracteres de verosimilitud en el caso de Sabatés, dada su condición de perito mecánico, lo que le llevó a hacer realidad alguno de sus inventos.


http://www.youtube.com/watch?v=7HHa_sHgO_w 


En la actualidad, en los comercios se venden extraños artilugios que tienen una supuesta aplicación y que el público adquiere entusiasmado por la que consideran utilidad, pero que, en definitiva, son inventos de TBO con la ventaja de que sus creadores suelen obtener mayores beneficios que los que lograron los verdaderos creadores de este tipo de inventos: los que se publicaban en el TBO.


A su vez, se convocan con frecuencia y en todas las Comunidades infinidad de concursos para premiar inventos. En ocasiones se pide algo concreto, en otras se deja en total libertad a la imaginación de los aspirantes. Muchos de los inventos que se presentan encuentran su motivo de lanzamiento al mercado, pero en otros casos, por su nula aplicación utilitaria, no dejan de ser inventos de TBO.


http://www.youtube.com/watch?v=DZ01pRyRM20


El chupa-chps y la mopa son inventos españoles que, a priori, no debieron aportar demasiado interés dada su simpleza y que, sin embargo, han hecho millonarios a sus inventores. Los del TBO fueron inventos desde la perspectiva humorística, pero los españoles son pródigos en inventos de mayor o menor utilidad, como lo demuestra la gran cantidad de concursos que existen para dar a conocerlos, tanto de organismos públicos como privados. Hasta el cine se fijo en uno de ellos para crear la película “El turismo es un gran invento”. Pero a pesar de ese gran ingenio para inventar, uno de nuestros más destacados intelectuales, como fue Miguel de Unamuno, parece ser que en algún momento pronunció una frase que ha quedado en los anales de la expresión personal, que ahora se diría libertad de expresión: “¡Que inventen ellos!”.


 

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