En una encuesta que se llevara a cabo, muy pocas opiniones se mostrarían favorables a la continuidad del Festival de Eurovisión. De momento sigue y anuncia una nueva edición para el próximo día 10.
Apenas nos vemos saliendo de la decepción que nos ha causado el último representante español en el Festival de Eurovisión, cuando otro artista toma el relevo con las mismas aspiraciones al triunfo que aquél. Y teniendo en cuenta el sistema de votaciones junto a las escasas simpatías que nuestro país levanta en todo lo que no se refiera al sol y la paella, es muy posible que con el mismo resultado negativo; que se produzca un nuevo tropiezo. Considero que tampoco es que importe demasiado dado que el Festival, a estas alturas, ya es algo amortizado. Desde hace unos cuantos años apenas interesa, ha perdido interés ya que no ha sabido mantener el encanto con que nació en 1956 y mantenido durante un dilatado número de años.
Poco a poco fue perdiendo gas y, los países desentendiéndose del compromiso eurovisivo. Sus responsables en cada país desatendieron su calidad artística ocupándose, cuando más, de cubrir el expediente; salir del paso y haciendo preces para no ganar pensando en las complicaciones que ello conlleva tanto de trabajo como de gasto. Si acaso algún país apunta cierto interés, en las últimas ediciones, son aquellos recién incorporados a la nueva estructura europea, dependientes todavía de su promoción a escala general ante la mirada de los que podríamos llamar históricos.
El próximo día 10 el festival volverá a vestirse con sus mejores galas y los países volverán a competir bajo la suposición de que todos intentan el triunfo con la que el jurado considere la mejor canción. Porque ahora, esa es otra, no hay temas que alcancen la popularidad del ‘Waterloo’ del que este año se conmemora y celebra su 40 aniversario. En la actualidad, ni siquiera la canción ganadora pasa a formar parte de la aprobación general y es difícil encontrar a alguien que conozca el tema ganador una semana después de celebrado el Festival. Ni siquiera al día siguiente. El mundo se mueve pendiente de modas y tendencias y este Festival en el que Europa se reúne para cantar ya no está de moda.
Podemos, recordando tiempos mejores, repasar por encima el Festival de Eurovisión que, hace años, tantas veces nos mantuvo despiertos en espera de conocer el nombre de un nuevo triunfador surgido de unas votaciones en las que nunca se disimularon las preferencias de unos países hacia otros y no precisamente en lo musical: Portugal faif points, senq puants, cinco puntos; la France uan puant, un punto; Ingland tu points, de puants, dos puntos; Airelan zri points, tres puntos, la Belgiq de puant, tu points, dos puntos”… Un año, el 1968, nos llenó de alegría conocer el resultado final: “Primer premio para España” anunció Katie Boyle, la presentadora, desde el escenario del Royal Albert Hall del Londres. Un punto nada más de diferencia con la segunda clasificada, la popular, a partir de aquel momento, “Congratulations” que defendió el no menos popular Cliff Richard. El suspicaz Reino Unido pidió que se repitiera la votación y ni por esas. El premio se lo llevó una jovencísima Massiel con una canción compuesta por el Dúo Dinámico, “La, la, la”, pensada en un primer momento para ser defendida por Serrat que se echó atrás (una vez hecha la promoción) argumentando que la tenía que cantar en catalán. La, la, la, que es el estribillo y la gracia de la canción es lo mismo y significa lo mismo en catalán que en español y en arameo, pero no deja de ser una forma de hacerse notar y participar sin participar, o sea promocionarse sin exponer. Al año siguiente, Salomé también se alzó con el primer premio, aunque compartido.
Pero antes de Massiel y Salomé otros cantantes españoles lucharon por el, entonces, preciado galardón. Conchita Bautista fue la primera, a poco de nacer el Festival, lo que ocurrió en 1956 en un intentó de emular los éxitos de San Remo. Defendiendo canciones y con mayor o menor suerte en el resultado final, anduvieron, entre otros de por entonces, José Guardiola, Raphael, Julio Iglesias, Karina, Mocedades…, todos con suficiente renombre tanto antes del Festival como a partir de su participación en él. Más tarde fueron, con iguales méritos, Paloma San Basilio, Azúcar Moreno, Sergio Dalma, Nina… Todos entre una maremágnum de cantantes de otros tantos países cada vez más numerosos. Es por lo que cantantes de una nacionalidad han actuado muchas veces representando a otro país.
De Eurovisión proceden nombres hoy conocidos internacionalmente, como lo son sus repertorios, aunque de manera especial las canciones que, en su momento llevaron a Eurovisión. Entre ellos Gigliola Cinquetti, Cliff Richard, Nana Mouskouri, Olivia Newton-John (que alcanzaría el máximo de popularidad junto a John Travolta en la película “Grease”), France Gall, Sandie Shaw (que cantaba “Marionetas en la cuerda” descalza, como bailaba La Chunga), Julio Iglesias, Celine Dion y sobre todo Abba que, desde su aparición en Eurovisión hace 40 años, su carrera fue una sucesión de éxitos que perduran tras su desaparición como grupo musical.
La esperanza es lo último que se pierde, por lo que no es imposible que el nombre de Ruth Lorenzo se añada al de estos triunfadores en la que ya es historia del Festival eurovisivo. Aunque sea intercalando en su canción parte del texto en inglés no sé si para disimular el origen del país que la patrocina. El día 10, desde Copenhague, tendremos más noticias al respecto.