Vivió para cantar y para amar. En ambos aspectos fue toda una experta en una vida relativamente corta que finalizó hace 50 años. Razón más que suficiente para que hoy acuda a nuestra memoria, que es la memoria de nuestra juventud, momento en que Édith Piaf se mostraba en su total plenitud artística y personal. La Piaf (Édith Giovanna Gassion) llegó al mundo en 11915 y lo abandonó en el paso existente entre el 10 y el 11 de octubre de 1963. Medio siglo ya. Dejar de oírla es como si nos hubiéramos quedado sordos porque su voz y sus melodías estaban incrustadas en nuestros oídos de escucharla a diario, pero sobre todo en los guateques de las tardes dominicales, sirviendo de inspiración para encontrar las palabras que deseábamos decir a la chica que nos atraía. Incluso, aun continuando sintiéndola gracias al genial invento del disco, éramos conscientes de que ya no estaba y no alcanzábamos a comprenderlo del todo; porque parecía imposible. Hay personas que se nos antojan inmortales y Édith Piaf era una de ellas. Nos equivocamos, claro está.
De su pasión por el amor, lo que tantas veces demostró sin ruborizarse ni arrepentirse, ya que era consecuencia de su instinto natural y su sentido de la pasión sentimental quedan un buen número de nombres que los biógrafos han ido mostrando a la hora de narrar la vida de la cantante parisina. Ella, artista al fin y al cabo, cantó al amor en el más grande de los estilos musicales a la hora de magnificar algo: un himno. El “Himno al amor”, posiblemente su canción más importante.
http://www.youtube.com/watch?v=Cpg4oWjGkaU
¡Cuántas veces habremos escuchado esta canción, no sólo en aquellos tiempos de face to face sino en los últimos 50 años! Aquella voz surgía de una garganta instalada en un cuerpo que apenas sobrepasaba el metro y medio. Su propietaria, desde aquel tocadiscos monoaural al que había que alimentar con nuevo material discográfico cada tres minutos, nos hacía ver todo de color de rosa mientras se hacía escuchar al iniciarse la media luz en la caída de la tarde dominical.
http://www.youtube.com/watch?v=kFzViYkZAz4
Édith Giovanna Gassion –Edith Piaf–, hija de un acróbata y una alcohólica y drogadicta cantante de cafés, cuya infancia transcurrió en negro al lado de su abuela que la crió más con vino que con leche y con total ausencia de cariño supo desquitarse en su mayoría de edad. No sin haber pasado por la dura prueba de tener que ganarse la vida a base de cantar por las calles, a la que hubo de añadir una maternidad, cuando sólo contaba 16 años, que apenas duró una par de años ya que su hija falleció. La música y el amor lo fueron todo para ella y a las dos cosas se entregó con pasión. Superando toda clase de inconvenientes de salud. Sin importarle nada ni arrepentirse de nada como manifestó musicalmente. “No me arrepiento de nada”
http://www.youtube.com/watch?v=Qmcf8W062-k
‘No, no me arrepiento de nada
Ni el bien que me han hecho, ni el mal
Todo eso me da lo mismo
No, nada de nada
No, no me arrepiento de nada
Está pagado, barrido, olvidado
Me da lo mismo el pasado…’
Quizá es algo que no todo el mundo pueda desear ni manifestar, el no arrepentirse de nada. Que es lo que sucede cuando se actúa con el impulso del corazón, como Edith actuó siempre y que no es lo mismo que hacerlo caprichosamente. En esos impulsos hay verdad y es lo que importa, porque el corazón nunca se equivoca, como le ocurre al cerebro. Con esa verdad de sus sentimiento es como la Piaf, el “pequeño gorrión” como la bautizó su descubridor, llegó a cautivar el corazón del cantante Jacques Pills (con el que contrajo matrimonio), al ciclista Louis Gérardin “Totó”, a Ives Montand, a Charles Aznavour, al boxeador Marcel Cerdan, su amor más apasionado, a Théo Sarapo, a Georges Moustaki… Como persiguiendo aquello de lo que en su infancia estuvo tan ausente: el cariño. Aunque en muchas ocasiones sólo sea algo pasajero, el tener un/a amante aunque sólo sea por un día si ese día es apasionado. “Los amantes de un día”
http://www.youtube.com/watch?v=EBTIuFuS0LE
O cuando esa pasión se convierte en obsesión, en persecución del espíritu, día y noche.
http://www.youtube.com/watch?v=LfmguyDRBwU
Claro que, para conseguirlo, contaba con el escenario más apropiado que uno pueda imaginarse. El amor en cualquier sitio puede darse, pero mucho más si es en París, en sus calles, a la orilla del Sena, mirando sus tejados o simplemente bajo su cielo. Bajo el cielo de París el amor nunca falla, lo hemos escuchado en infinidad de canciones. París fue la inspiración constante de Édith Piaf que en el otoño de hace 50 años nos dejó, cuando las hojas de los árboles también mueren.
http://www.youtube.com/watch?v=n2s2tPORlW4
Desde entonces, con un respeto reverencial la seguimos escuchando y desde entonces también, ella ya no tiene que recurrir al alcohol ni otras sustancias que le den fuerzas para seguir cantando y para recordarnos, con música y desde su voz desgarrada, que el amor existe.