;
Cabecera Me Viene A La Memoria

VESTIGIOS DEL CUPLÉ

En lo que se refiere a artistas, ya sean actores, cantantes,  pintores, músicos, escritores o cualquiera que sea el género artístico, la diferencia existente entre España y otros países es que aquí nos olvidamos de ellos con extraordinaria rapidez. Si se mantienen mucho tiempo en la cúspide de la popularidad lo criticamos: “¡anda, que no lleva tiempo, ya se podría retirar!”. Sin más argumento que el de su permanencia en el tiempo.  Por alguna razón que desconozco, nos cansamos. Incluso antes de que las facultades del artista entren en declive. Sin ir a distancias más lejanas, nuestros vecinos franceses miman a sus ídolos a los que convierten en mitos y mantienen el recuerdo para todos ellos incluso después de su desaparición de este mundo. Cualquier francés es consciente de la repercusión que han tenido para su país la Mistinguet, Maurice Chevalier, Gilbert Becaud, por supuesto Edith Piaf, y otros mitos, todavía vivos, como pueden ser Charles Aznavour, Francoise Hardy o Dalida. A todo aquel que ha logrado un reconocimiento público se le venera permanentemente; no cae en el olvido. Quienes les conocieron mantienen su recuerdo y lo propagan entre las nuevas generaciones. Es más, han tratado de ejercer la paternidad sobre nombres como el de Picasso o Luis Mariano que escogieron Francia como lugar de residencia. No hay un solo  comentario negativo para ninguno de ellos por considerarlos, de alguna manera, franceses. Entre nosotros, los españoles, no es éste el caso. 


Me ha sugerido esta reflexión memorística el haber tenido ocasión de escuchar hace unos días a Olga María Ramos. Una ocasión al alcance de cualquiera ya que fue en una emisora de radio (ventajas de recorrer el dial constantemente) a la que todo el mundo tiene la posibilidad de acceder. Por lo que deduje es una invitada permanente al programa en cuestión, aunque no sé cuál es el programa ni la emisora donde lo escuché. En este caso desventajas de oír la radio de noche, a oscuras, entre sueño y sueño o como fondo del mismo. Escucharla fue traerme el recuerdo de otros tiempos, los tiempos del cuplé, nunca mejor dicho. No los originales del primer cuarto del siglo XX, claro, por razones obvias. Pero sí aquellos tiempos que años después trajeron hasta nuestros oídos los cuplés, las canciones de otra época alegre y desenfadada al decir de los estudiosos del tiempo. Tiempos de La Goya, La Bella Chelito, La Bella Dorita (centenaria en el momento de su fallecimiento, hace 10 años) Pastora Imperio o La Fornarina, de las que todos hemos oído hablar pero a las que nadie hemos visto actuar. Era la España, y sobre todo el Madrid, de las tertulias en los cafés, de las verbenas, de la zarzuela, de los tranvías, de la pugna entre Belmonte y Joselito, y por supuesto, del cuplé.


http://www.youtube.com/watch?v=QjzSbnkZEC4&feature=related


No incluyo el nombre de la más popular de todas las cupletistas, Raquel Meller, porque a ella sí la vi actuar. Asistí al último espectáculo en el que participó después de permanecer un tiempo alejada de los escenarios a causa del declive de su popularidad. Fue a finales de los 50 en un espectáculo de variedades en el teatro Madrid –hoy convertido en multicines– con la compañía de Los Vieneses: Arthur Kaps y Franz Johan, además de la ventrílocua Herta Frankel y su perrita Marilyn a las que tantas veces vimos en la incipiente Televisión Española. Raquel Meller intentó revivir su pasada gloria sin conseguirlo. El público abandonaba la sala mientras ella se esforzaba, con el hilo de una voz que nunca fue poderosa, en hacer surgir de ella “El relicario” o “La Violetera”.


http://www.youtube.com/watch?v=q71Q5EMyQzk


Raquel Meller, con su forma de interpretar basada en la elegancia y el buen gusto, elevó la categoría  social de este género, cosa que reconocieron los empresarios del momento a la hora de evaluar los que se convirtieron en elevados emolumentos de la artista, por encima de sus contemporáneos Carlos Gardel o Maurice Chevalier. Ella adoptó un estilo melodramático donde no cabía lo sicalíptico, el doble sentido ni la insinuación en las letras, por ejemplo, en “Las camareras” con lo de “echa té, echa té, a la camarera le dice echa té” y las de otros muchos cuplés.


http://www.youtube.com/watch?v=GpKNbhZHQtw


El nombre de Raquel Meller, cuando se presentó en Madrid con Los Vieneses, ya había desaparecido de la consideración del público, aunque no sus canciones que todavía hoy perviven. En su totalidad fueron recuperadas por un programa de radio y por quien ponía en él la voz. El programa en cuestión era “Aquellos tiempos del cuplé”, que comenzó su andadura en 1952, teniendo como protagonista a la cantante asturiana Lilián de Celis.


http://www.youtube.com/watch?v=kgcsK3x1Uho&feature=related


“La Sociedad Española de Radiodifusión, a través de su cadena de emisoras propias y asociadas presenta a Lilian de Celis, Carmen Martínez  y Antonio Alfonso Vidal, con la orquesta dirigida por el maestro Cisneros, en Aquellos tiempos del cuplé”. Era en la sobremesa, creo que de los jueves. Los actores desarrollaban algún sketch que acababa dando pie a un tema musical. “El relicario”, “Flor de té”, “Mamá, cómprame unas botas”, “Al Urugüay” y sobre todo “La violetera” el tema de Padilla que Charles Chaplin pretendió que la Meller interpretara  en su película “Luces de la ciudad” y ante su negativa se conformó con incluirlo, instrumentalmente, en la banda sonora como tema principal y atribuyéndose su autoría, lo que originó que el maestro Padilla, su verdadero autor, le demandara y ganara el juicio. Mi padre, que debió pasar su juventud en aquellos salones, a juzgar por las características de sus aficiones musicales, seguía, tarareando, todos aquellos números y tanto yo como mis hermanos –a los que nos obligaba a permanecer en silencio durante la emisión– acabamos por aprenderlos de memoria. Cuando, como consecuencia de este éxito, Sara Montiel y Juan de Orduña rodaron en 1957 “El último cuplé”, todos los temas musicales me resultaban conocidos. Me imagino que a la mayoría de vosotros os ocurrió lo mismo.


http://www.youtube.com/watch?v=wdNhEUhL1iA&feature=fvst


Sólo la nostalgia de alguna artista mantienen vivo aquel recuerdo. Para alguna, incluso, el cuplé constituye su forma de vida como es el caso de Olga María Ramos, que se define como “cupletóloga” y que ha heredado de su madre la gracia suficiente para entonar cuplés, cosa que hace día a día en sus intervenciones radiofónicas o en los teatros que se interesan por sus actuaciones y ante un público fiel a ella y a su estilo, en el que no falta una juventud a la que han llegado noticias de que sus padres y sobre todo sus abuelos conocieron otros tiempos: los del cuplé. Temas musicales que marcaron una época y que por formar parte de nuestro acervo cultural merece que se conserven, al menos como hasta el momento, para conocimiento de futuras generaciones. Como ocurre en otras latitudes.


http://www.youtube.com/watch?v=2cQV4KYsGEY&feature=related


Como ocurre con otras muchas cosas, el cuplé forma parte de una época, superada, sí, pero que es historia y como tal es lógico que la analicemos y tengamos presente. Olvidarla es negar lo evidente y por tanto, incorporarnos a la ignorancia.


En este 2011, centenario de la inauguración del Trianón Palace donde, según los expertos, el cuplé inició su despegue a la popularidad con la aparición de La Goya, considerada la primera reina del cuplé, no está de más que utilicemos la fecha para rendir un homenaje al cuplé y todas aquellas artistas que, luciendo palmito y alegría (porque la voz apenas podían lucirla) hicieron felices a toda una generación. Fue una época para la que sólo cabe el recuerdo a través de los cuplés.


http://www.youtube.com/watch?v=i0e18bT4Z2o

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>