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Cabecera Me Viene A La Memoria

¡SAN ISIDRO, QUE NO VAYAMOS A PEOR!

Durante unos días, o por lo menos uno, del mes de mayo, Madrid retorna a sus orígenes rurales abandonando momentáneamente su condición de gran ciudad. Concretamente el día 15 de mayo en que una buena parte de los habitantes madrileños, retrocediendo a viejos momentos costumbristas, celebra la Romería dedicada a su patrón: San Isidro. Nada diferente a las romerías de otros lugares (de las que muchas se conservan enfrentándose a la evolución de los tiempos y las ideas) excepto en el volumen de asistentes y espacio correspondiente que, como es lógico, en base a la multitudinaria asistencia, es de considerables dimensiones: la Pradera que lleva el nombre del santo. La Pradera de San Isidro a la que llevados por la tradición, más que por la devoción, acuden los madrileños y quienes no lo son, para beber el agua supuestamente milagrosa que mana de una fuente allí existente. Y comer rosquillas del Santo, tontas o listas, según vayan embadurnadas de azúcar o no. Y si se presenta la ocasión, dar un tiento a la bota engordada con los interesantes vinos de la región o de la cercana Mancha.

Todo, disfrutando de un día de campo que, por estas fechas del mediado mayo, ya emiten un cierto nivel calórico proveniente del sol que cada día adquiere mayor verticalidad. Nada nuevo, por otra parte, ya que de antiguo viene celebrar la festividad de San Isidro en La Pradera, y ahí está Goya para demostrarlo en una de sus obras más conocidas. Prescindiendo de lo goyesco y acudiendo a momentos más cercanos. lo del disfraz con falda de céfiro y pañuelo de crespón en la cabeza sujetando un clavel además del mantón de manila sobre los hombros, para ellas, y la gorra de visera, o palpusa, con el chaleco para ellos es a voluntad, aunque son numerosos quienes pretenden captar el ambiente del antiguo Madrid desde el chulesco vestuario de atrezzo zarzuelero. Las Maripepas, Las Castas y Susanas, los Julianes y los Felipes no dejan de ser caricaturas reivindicadas por cuatro nostálgicos de lo que les contaron hace muchos años y que para abundar en un posible atractivo  es necesario que vayan acompañados de la música que escribieron Bretón, Chapí, Chueca o Barbieri.

Todo esta parafernalia tiene su atractivo, no cabe duda, sobre todo el de la diversión tan necesaria en estos tiempos, aunque sólo sea para demostrar a la señora Merkel que podemos pasarlo bien, aunque únicamente sea durante unos días y a pesar de que ella, junto a quienes la escuchan y obedecen servilmente se empeñen en aguarnos la fiesta.

Lo de aguarnos el panorama, aunque se lo atribuyan los políticos como propio y parezca su principal empeño, ni de eso son capaces. Lo son, eso sí, de fastidiarnos, de cabrearnos, de provocar juramentos contra su gestión de ahora y anterior, pero lo del agua, tal cual, como líquido elemento, corresponde única y exclusivamente a San Isidro. A él se han elevado rogativas cuando las sequías han amenazado los normales cultivos, se han celebrado procesiones, se han hecho promesas y ofre3cido exvotos… Por la especial relación del santo con el campo y por consiguiente con el agua. El de labrador fue su oficio por lo que los agricultores le eligieron como patrón, tal y como fue declarado en bula de 1960 por el Papa Juan XXIII. Su canonización se remonta a 1622 y fue proclamada por Gregorio XV junto a las de San Felipe Neri, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier. Se le atribuyen gran cantidad de milagros, siendo los de mayor divulgación el que los ángeles trabajaran los campos cuya labranza le había sido encomendada por el señor Vargas, mientras él practicaba la oración. También, el milagro que se le atribuye de hacer subir las aguas de un pozo al que había caído su hijo, por lo que éste se salvó de una muerte segura. Familia toda ella santificada ya que su mujer fue Santa María de la Cabeza y este hijo rescatado de las aguas San Illán.

Illán es el apellido de un buen amigo, Carlos, uno de quienes hoy ejercen la crítica taurina con mayor acierto y honradez. Sus críticas, una vez más, serán toda una referencia informativa de la Feria Taurina de San Isidro, la más importante del mundo entero y que se celebra, lógicamente, en la principal plaza del mundo, la madrileña de Las Ventas como corresponde a unas fiestas patronales que se precien. Un mes de corridas, día más o menos, en abierta competencia entre las figuras y quienes aspiran a serlo, sometidas al veredicto de una afición que sabe reconocer los méritos y rechazar los fallos que toreros y toros puedan presentar en el ruedo. En Las Ventas no se perdona absolutamente nada.

Una feria de una cierta modernidad en el tiempo, ya que se inició como tal en el año 1947 gracias a la intuición taurino/comercial de Livinio Stuick que, empresario de la plaza venteña por entonces, agrupó las corridas que se organizaban mediante abono alterno para convertirlas en Feria de Madrid que es como, en principio, se denominó la agrupación de aquellas cinco corridas. En la primera tarde de Feria -15 de mayo de 1947- alternaron Rafael Ortega “Gallito” que vio devuelto uno de sus toros al corral tras sonar los tres avisos preceptivos, Manuel Álvarez “Andaluz” y Antonio Bienvenida que resultaría cogido de gravedad. No hubo trofeos, pero uno de los tres, “Andaluz”, cortaría la primera oreja de la Feria una temporada después. Quienes tienen la suerte de ocupar un puesto en los carteles de la Feria isidril es la ocasión donde manifiestan al máximo todo su saber, donde hacen gala de todo su valor, donde exponen su arte con mayor entrega, donde muchos, por exponer en demasía para mantener su prestigio o superarlo, son víctimas de la cornada.  Los profesionales siempre están expuestos a lo peor y ello puede ocurrir en cualquier ruedo, pero es aquí donde la responsabilidad y la “vergüenza torera” ante la afición se manifiesta en un grado mayor.
 
La Feria ya ha comenzado y se mantendrá, además de con los festejos taurinos, con espectáculos de todo tipo y de toda categoría, selectos y populares, para todos los públicos, para el nene y la nena, para afectados por la crisis que somos casi todos y en general para todos los que aspiren a la diversión por los medios tradicionales, porque en la actualidad hay quienes han optado por el escrache como medio de diversión y como ocasión pintiparada para dirigirse airados a los policías encargados de mantener el orden: “le he dicho que no me toque, usted no sabe con quién está hablando” como más o menos se adivinaba hace unos días en el comportamiento escrachero de un tal Verstrynge, antiguo dirigente conservador y hoy buscador de fotos y entrevistas que contribuyan a no ser olvidado. Los escraches, que de momento no están incluidos en los festejos isidriles, tienen la ventaja de ser gratis y además de la diversión que proporcionan a quienes participan en ellos, hasta puede que aporten alguna recompensa por parte de quienes se beneficien de su existencia. Porque hay ciertas cosas que no se hacen tan espontáneamente como se pretende hacer creer a los afectados, que son tanto el político objetivo como su familia, vecinos y viandantes.  

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